El rompecabezas de la muerte en Rosario (Parte V)

LA PAZ Y LA MASACRE

La situación se tornaba insostenible en 1810 y la Junta de Mayo, que ya no podía dejar de mirar para otro lado mientras mujeres, niños y hombres morían de a cientos a manos de los indios y sus cómplices blancos circunstanciales, decidió comisionar al coronel Pedro Andrés García, para iniciar conversaciones con los jefes de los salvajes para establecer la paz.

Por otra parte, el 7 de marzo de 1819, la misma Junta firmó un tratado de paz con los indios Pampas, quienes respondían a los caciques Ancalifú- el cacique grande- y a Pichimán.

A pesar del tratado firmado, los Pampas no se calmaron y aprovecharon el retiro de las tropas para atacar estancias en las que se hallaban “refugiados“ criminales confesos, fugitivos y desertores, los que eran convocados por Juan Manuel de Rosas para transformarlos en fieles servidores.

El objetivo del referido coronel García era también el de formalizar un acuerdo amistoso con los infieles e indios cristianos y a ello se le sumaba la intención secreta de obtener sal.

Éste último militar cumplió acabadamente su objetivo pacificador y las agresiones no se concretaron en casi una década, pero…

*

…el 2 de diciembre de 1820 varios malones organizados para provocar una matanza cayeron sobre la población de Salto y ocasionaron un reguero de muerte y violaciones en las que –una vez más- no respetaron sexo ni edad. Hasta fueron lanceadas mujeres embarazadas y niños de sólo 10 años.

Los salvajes asesinos eran comandados por Juan Miguel Carrera, quien había sido jefe de las montoneras de López y Ramírez y que en el ataque tuvo a su mando a 250 hombres que pertenecían a la tribu del cacique Yanqutriz “El Feroz”.

Rosas,[1] a través de sus criminales a sueldo y rastreadores indios que trabajaban en sus campos, logró precisar -por medio de una tarea de espionaje- que los atacantes habían sido los indios Ranqueles e inició un enfrentamiento directo con los mismos hasta capturarlos. Sin embargo, Carreras no pudo ser atrapado, ya que logró refugiarse en tolderías de Córdoba, aunque en esta investigación periodística e histórica, logramos establecer que terminó sus días frente a un pelotón de fusilamiento, en la provincia de Mendoza.

La campaña al desierto, llevada adelante por Rosas entre 1833 y 1834, financiada por el gobierno del general Juan Ramón Balcarce fue una mezcla de conciliación y represión en la que pactó con los Pampas para enfrentara los Ranqueles y la confederación, liderada por el cacique Calfucurá.

La resultante fue de 3.200 indios muertos y 1.200 prisioneros, a lo que debe sumarse el rescate de 1.000 blancos cautivos.

Fue la mujer de Rosas quien se encargó, con la colaboración de la mazorca de conspirar contra los gobiernos de Balcarce, Viamonte y Manuel Vicente Maza, a los fines de crear un clima de inestabilidad política para beneficio de Rosas.

[1] Rosas, nacido en Buenos Aires el 30 de marzo de 1793 y muerto a los 84 años, en Southampton,, Inglaterra, un 14 de marzo de 1877, fue un individuo calculador y organizador meticuloso de un despotismo maquiavélico. En marzo de 1813 se casó con Encarnación Escurra, su compañera en la vida y en su acción política. En el transcurso de las invasiones inglesas participó de la defensa en el regimiento de Miueletes de Caballería y luego regresó a sus campos para automarginarse de los sucesos de la Revolución de Mayo. En 1820, tras la caída del directoriocomenzó a participar de la política, donde llegó a los primeros planos tras el derrocamiento de Dorrego. Desde el poder, instrumentó un organismo parapolicial la Sociedad Popular Restauradora -La Mazorca-a través de la cual estableció el terror, un claro antecedente -salvando las diferencias instrumentales- de los que serían los grupos de tareas de la dictadura del general Jorge Rafael Videla. Los sicarios de Rosas habían elegido ese nombre porque sonaba como “Más – horca” y utilizando dicha organización cometieron muchos crímenes amparados en un proyecto nacionalista defensivo. El Restaurador de las Leyes, según su biógrafo Carlos Ibarguren, pasaba “largas horas en su despacho analizando los informes que le enviaba su policía acerca de los habitantes de Buenos Aires”, en base a las listas que les enviaba la Mazorca, a partir de las cuales desarrollaba sus acciones criminales”. La Mazorca era el ala armada de la Sociedad Popular Restauradora, un club político – parapolicial que utilizó la espiga de maíz con granos muy juntos para simbolizar la fuerza mediante la unión. Era para otros historiadores la Triple A de Rosas, que al caer algunos de sus componentes como Troncoso y Coutiño, Alem y Badía, fueron ejecutados en 1853, según John Linch en su obra Juan Manuel de Rosas. 1984, publicada por Emecé, página 206.

Otro que cayó fue el mazorquero Santa Coloma, degollado lentamente tras concluir la batalla de Caseros. Santa Coloma ordenaba la muerte de los enemigos de Rosas en la calle y luego los familiares de las víctimas veían incendiar sus casas. Precisamente Santa Coloma fue degollado porque era su método preferido de dar muerte a sus enemigo. A tal punto sembró la muerte que el mismísimo Rosas tuvo que frenarlo en su accionar criminal en octubre de 1840, aunque la reprimenda tuvo poco valor en el tiempo, ya que dos años más tarde el exterminio de los enemigos volvió a recrudecer.

avatar

Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com