Nadie está a salvo

En el 2001, tras los atentados del 11/S, Estados Unidos y una coalición militar internacional invadieron Afganistán y expulsaron del poder a un ejército talibán.

La que, en primera instancia, pareció una rápida victoria se convirtió en una- hasta ahora-, sangrienta e interminable guerra. La ocupación formal del territorio afgano concluyó en 2014, ya que del mismo se retiraron más de 100.000 hombre y mujeres entre soldados y asesores militares. El acuerdo firmado contemplaba la presencia de una fuerza que, como máximo, llegaba a los 10.000 efectivos.

Luego los afganos fueron conducidos políticamente por gobernantes moderados, vinculados a Occidente, quienes no lograron el tiempo tener nunca el control territorial total.

Los rebeldes talibanes, divididos en tribus, conducidos por “señores de la guerra”, continuaron disputando el dominio del territorio con ataques de una guerrilla que se consolidó en base a sangrientos e interminables atentados, los que con el correr de los años condujeron al agravamiento de la crisis al incorporarse ataques de grupos extremistas, entre los que se hallaban Al Qaeda y el ISIS.

Este último grupo terrorista, en 2014 a avanzó tanto que llegó a controlar un territorio equivalente en su tamaño al Reino Unido, asentando un califato entre Irak y Siria.

Finalizando el 2015, el ejército sirio, contando con el apoyo de Rusia e Irán logró, a sangre y fuego, recuperar Damasco e Idlib y unos meses más tarde, en marzo de 2016, tomaron Palmira. Nueve meses más tarde ocurrió lo propio con Aleppo. La alianza de los kurdos con los sirios expulsó al extremismo de Raqqa, que fuera hasta ese momento la proclama da capital del Califato en ese país.

En Irak

Las fuerzas kurdos lucharon en el norte y exterminaron al ISIS en Erbil y Kirkuk en 2016. Posteriormente, el ejército iraquí, con apoyo de Estados Unidos terminaron con los últimos vestigios de los yihadistas en Faluya.
El golpe final contra la yihad ocurrió el 9 de julio de este año cuando fueron recuperadas la ciudad de Mosul, capital del Califato en Irak.

La caída de Deir Al Zour

Al momento de enhebrar esta columna el ejército de Siria expulsaba al ISIS de Deir Al Zour, uno de los principales centros de poder extremista en ese territorio, cerca de la frontera con Irak. De esta forma los yihaidistas quedaron reducidos a un puñado de combatientes dispersos por la ribera del río Éufrates y en una zona desértica.

Paralelamente, las tropas de Irak arrebataron al ISIS la comarca de Al Qaim y los extremistas se replegaron hacia Abu kamal, en territorio sirio, la última plaza fuerte de los terroristas.

Antes de iniciarse la guerra, en Siria (marzo de 2011) Deir Ezzor, que tenía 300.000 habitantes, pozos petrolíferos y de gas. Por esa razón económica, en 2014 los yihaidistas tomaron la ciudad para financiar su califato.

Los fundamentalistas, aún vivos, huyeron desesperados y el resto cayó abatido, debido al accionar del ejército sirio, con apoyo de la aviación rusa y los combatientes de Hezbollah, enviados por Irán. Seguramente hoy se está desminando la ciudad y buscando bombas-trampas.

En Irak, la comarca de Al Qaim fue tomada en tiempo récord, por tropas de Irak, fuerzas antiterroristas, milicias chiíes, luego de dominar el paso de Hasiba, cortaron la comunicación de los yihaidistas con Abu Kamal. Irak controla la orilla sur del Éufrates y los extremistas pequeños pueblos de la ribera norte de ese río y la zona de Al Anbar.

Los rusos utilizaron en Abu Kamal bombarderos Tu-22 y misiles cruceros del submarino “Kólpino” disparados desde el Mediterráneo.

El ISIS había llegado a controlar un territorio equivalente al Reino Unido y su caída vertiginosa ha convertido a sus fuerzas en un movimiento semiclandestino que procurará producir ataques guerrilleros en zonas pobladas sunitas difíciles de controlar por Irak y Siria y seguirá inspirando atentados en el mundo, como el ocurrido en Nueva York.

Para las cofradías del terrorismo islámico el caos está siendo la alternativa a aplicar como mecanismo para obtener poder político y dominio territorial.

Ese caos está alimentado por un espíritu de fanatismo y violencia en diversos contextos, según el país al que esté dirigida la agresión.

De ello se infiere que el ISIS entrena a los suicidas para inmolarse por una creencia a la que consideran la verdad, por lo que hay que dejar claro que en el mundo la seguridad física está relativizada por el azar.
Obviamente nadie está a salvo.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com