Lo emotivo no cotiza en Bolsa

Los tiempos de la política no son iguales que los de los ciudadanos de a pie, como ya todos comenzamos a comprender. Por eso, aunque desde el lunes muchos estamos festejando por la intervención de YPF y su futura expropiación, sabemos que recién se están dando los primeros pasos y falta mucho aún para la celebración final. Muchos debates intensos quedan todavía para alcanzar la recuperación definitiva de ese símbolo de la argentinidad. Hasta Macri afirmó que de acceder a la presidencia en 2015 –soñar es gratis hasta para los que tienen mucho- mantendría el control estatal de YPF. Ni él cree eso, pero su cinismo patológico impulsa esas declaraciones. Y como contrapartida de los conceptos anti-estado del ingeniero, muchos se preguntan por qué no se avanzó sobre el 25 por ciento que está en manos del Grupo Petersen, de la familia Eskenazi, cuyo ingreso a la compañía es por demás de curioso. Y si de preguntas se trata, una maliciosa nunca viene mal: ¿por qué se autorizaba la exportación de combustible si no se lograba abastecer primero el mercado interno? Como sea, el paso está dado y es enorme, sobre todo porque rompe con una lógica a la que estuvo atado nuestro país y que, de a poco, se está desatando.

Si bien la intervención de YPF no respondió a un impulso, lo pareció bastante. El lunes, mientras CFK estaba anunciando la medida, el subsecretario de Coordinación del Ministerio de Planificación, Roberto Baratta, ingresó a la sede central de la empresa con una lista de los ejecutivos que debían abandonar sus oficinas en quince minutos. Y aunque muchos piensan que los integrantes del Grupo Petersen salieron inmunes de la intervención, también sus principales referentes debieron retirarse del edificio. Enrique Eskenazi y sus hijos no sólo fueron obligados a dejar sus oficinas sino que tanto las direcciones corporativas de e-mail como los teléfonos celulares fueron cancelados. Pero además, el grupo económico local queda en una notoria fragilidad: la caída en la cotización de las acciones y la restricción del reparto de utilidades para la inversión impiden que puedan cancelar la deuda contraída con la empresa petrolera y con un grupo de bancos, un pasivo que en total alcanza los 2900 millones de dólares.
La familia Eskenazi ingresó a YPF con la promesa de infundir un poco de espíritu nacional a la empresa trans-nacionalizada en 1998. Pero todo resultó al revés. El Grupo Petersen adquirió el 25 por ciento de las acciones con el aporte de tan solo 100 millones de dólares. Con los dividendos que recibiría de la empresa, lograría saldar las deudas contraídas con un pool de bancos y con Repsol en un plazo de cinco años. A pesar del monstruoso reparto de utilidades y vaciamiento que se produjo en la empresa, la familia Eskenazi sólo logró cubrir 600 millones de dólares y lo que le resta por pagar alcanza los 3000 millones. Tal vez, de la discusión en el Congreso salga una propuesta para avanzar sobre las acciones que ese grupo económico local no supo aprovechar.
Otra de las dudas que subyacen desde el anuncio de La Presidenta es por qué se permitía a Repsol YPF la exportación de combustible mientras, para sostener la demanda interna, había que apelar a la importación. Por lo general, se autoriza la exportación después de satisfacer el mercado interno, cosa que no ocurría con los combustibles. La duda quedará, pero sirve para replantear un modelo de explotación de recursos que ha quedado como remanente de otros tiempos. Tal vez el modelo de los commoditys, que sólo se preocupan por la exportación de materias primas, deba comenzar a desterrarse de la macro economía nacional.
Pero lo que más miedo parece causar son los ladridos de las autoridades españolas y la amenaza de apelación a la justicia internacional. De acuerdo a la resolución 1803 de la Asamblea General de Naciones Unidas del 14 de diciembre de 1962, “la nacionalización, la expropiación o la requisición (de empresas) deberán fundarse en razones o motivos de utilidad pública, de seguridad o de interés nacional, los cuales se reconocen como superiores al mero interés particular o privado, tanto nacional como extranjero”. Entonces, a no asustarse, porque el texto del proyecto de ley que comenzó a tratarse en el Congreso declara de interés público la producción, comercialización y distribución de hidrocarburos y se inscribe en un cambio de política del gobierno, avalado por la jurisprudencia internacional. Además, de acuerdo a lo dispuesto por el Tratado Bilateral de inversión suscripto entre ambos países, Repsol deberá recurrir primero a la justicia local y sólo después de 18 meses podrá acudir al arbitraje internacional. Para entonces, tendremos una YPF involucrada en el desarrollo productivo y la comparación de números dejará en evidencia la gestión predatoria de Repsol.
Algo difícil de entender para el Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, que, a pesar de haber suavizado su posición en pos del merecido reposo de su hijita Antonia, sigue sin entender demasiado en qué lugar del globo está parado. Como si fuera un exiliado europeo en estas tierras, continúa con la defensa a ultranza de la mega empresa global. Insustancial y cínico como siempre –y un poco brutito, también- afirma que “ya se ha hecho el daño de romper un compromiso”, como si el vaciamiento y la desinversión de YPF no hubiesen ocurrido durante la gestión de Repsol. Desobedecer los compromisos asumidos en un contrato también implica una ruptura. Pero, consustanciado como está con el accionar delictivo de la economía noventosa, la culpa de todo la tiene el Estado que mete su narizota en todo para perjudicar la angurria de estas hienas. Afortunadamente, su soledad ideológica obliga al pseudo político a despojarse de su máscara cada vez más deteriorada.
Pero más allá de Macri y en contraposición con lo que hace en su distrito, CFK continúa gobernando. Después de poner en marcha el Parque Solar Fotovoltaico de Cañada Honda, agradeció “a todos los partidos políticos que han apoyado esta decisión que envié el lunes al Congreso. Revela un alto grado de madurez civil y política”. Por supuesto, ese agradecimiento no estaba dirigido al alcalde de la CABA. “No es para este gobierno –agregó Cristina- es para todos, para nuestros hijos, para todas las generaciones, para toda la industria, desde la más primaria hasta la más sofisticada”. El parque solar de Cañada Honda consiste en 84 hectáreas de paneles fotovoltaicos que generarán cinco megavatios para el sistema energético. Con las restantes cuatro etapas, alcanzará los veinte megavatios, algo más que la vigésima parte de lo que aporta la Central Nuclear Atucha II. “Hay que agregar valor para crear un mundo más armónico –definió La Presidenta- en el que el rol de la banca sea financiera de todos estos proyectos también para obtener rentabilidad. La plata no se puede empollar como si fuese una gallina. Es un instrumento al servicio de la economía, que es una ciencia social y no exacta y debe tender a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos”.
Así es el cambio de época que estamos transitando. Ahora, toda acción debe emprenderse en función de intereses colectivos y no en sintonía con los depredadores globales. La política se ha instalado para domesticar a la economía y todos sus actores. Y también para valorizar lo simbólico, y sobre todo, lo emotivo. De ahora en más, debemos sentirnos orgullosos porque lo nuestro será cada vez más nuestro.

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Gustavo Rosa

Periodista, Licenciado en Letras. Docente de enseñanza media y terciaria. Autor del blog: http://www.apuntesdiscontinuos.blogspot.com/