El ombligo de mi amiga del Facebook

Hace unos días publique en mi muro Facebook un comentario, recordando el estado del país en 2001 y las trágicas secuelas dejadas por años de gobiernos neoliberales y reflexionaba sobre la distancia, no de tiempo, sino la distancia que nos separaba entre lo que discutimos hoy y las opciones que nos dejaba el fin de una etapa de nuestra historia, cerrando mi reflexión así, “…hoy estamos debatiendo cosas como leyes de genero, leyes que otorgan o amplían derechos, si se pesifica la economía, si los aumentos salariales se ajustan o no a la realidad económica o el uso de la Cadena Nacional…” y decía yo: “…en 2001 la discusión era que piquete nos quedaba mejor para participar o a que olla popular llevar a comer a nuestros hijos”

Este comentario, intentaba fundamentar que los tiempos evidentemente habían cambiado y que a pesar de errores y faltas, la realidad cotidiana ha cambiado y que ese cambio es beneficioso, ya que lo que se discute es otra cosa, hoy podemos discutir calidad de vida. Esta reflexión, obviamente despertó adhesiones y rechazos, cosa que me parece extraordinaria, pero hubo un comentario que me dejo haciendo ruido en algún lado, porque tenia algo de cierto, pero también algo que no me cerraba, no porque lo que decía el comentario no fuese así, sino porque me parecía que fraccionaba la realidad, la critica a mi pensamiento, era de un contacto que decía que su padre había trabajado toda su vida y que gracias a eso y al esfuerzo de su esposo, ni ella, ni sus hijos habían participado jamás de un piquete ni debió llevarlos a una olla popular. Y la verdad así leído livianamente, primeramente me despertó una cierta culpa, claro, me decía que la culpa de esa realidad era mía y de los desocupados que abundaban tanto en el interior del país como en la Ciudad de Buenos Aires, porque no nos habíamos esforzado lo suficiente. Luego de pensar, repensar sobre esto, charlas con mi esposa, amigos, llegue al punto que el error de ese comentario hacia mi análisis, radicaba en que estaba hecho desde el ombligo, se aislaba de la historia y del resto de quienes habitamos este país, y recordaba un sketch de Capussotto, donde su personaje dice, “…jaja, ellos sufren, yo no”, error digo, porque para que sea acertado, el papa de esta persona debía ser el papa de los mas de 40 millones argentinos, y todos ser parte de su familia, para así haber tenido todos las mismas posibilidades, pero no, el país esta formado por mas de 40 millones de argentinos con realidades opuestas.
Para empezar, no todos viven entre el Río de la Plata y la General Paz, detrás de ese límite el país se extiende y quienes viven de aquel lado son tan argentinos como los de este, no creo necesario hablar de los beneficios de vivir en Capital Federal y la burbuja en la que se la sumergió durante esos años. Seguramente el papa de mi amiga no trabajo en el Cordón Industrial de Rosario, convertido en los 90 en Cementerio Industrial, y sus trabajadores expulsados a la buena de Dios, ni en ninguno de los talleres que bajaron las persianas en la mayoría de las provincias. Seguramente esta amiga no haya ido a un colegio publico, porque de haberlo hecho sabría que entre la década del 80 hasta no hace mucho los colegios públicos se habían convertido en comedores comunitarios, donde la mayoría de los niños dejaban de asistir para aprender y tener mejores oportunidades, sino que asistían para asegurarse por lo menos una comida al día. Es probable que tampoco haya vivido en un barrio obrero, motivo por el cual no haya conocido la desazón, hasta la vergüenza de quienes no tuvieron la suerte de su papa y eran despedidos, tampoco podrá conocer la violencia familiar en que caían los hogares de esos laburantes, que en la impotencia de no poder llevar el sustento con el trabajo realizado por años, descargaban su frustración sobre los integrantes de sus familias, por eso tal vez nunca conoció a nadie que por ese mismo motivo haya caído en la escapatoria del alcohol, en algunos casos la delincuencia, cuando no el suicidio, ni tampoco conocido a quienes eligieron vender cara la derrota, no entregarse y pelear de la forma que fuese, en un piquete, en un comedor comunitario o cualquier otro método de resistencia, así conocí a Pocho Lepratti por ejemplo, pero para conocerlo al Pocho era necesario dejar de mirarse el ombligo y escaparle al sálvese quien pueda, y mi amiga tuvo la suerte, o la desgracia de tener un papa exitoso, por eso nunca lo conoció, ni sabe de que habla una bicicleta pintada en una esquina rosarina.
Tal vez esta nota parezca excesiva para un simple comentario de alguien hija de un tipo que tuvo suerte, ocurre que este comentario me lo hizo esta amiga, pero me lo podrían haber hecho otros, incluso dentro del entorno familiar y hasta diría que es una línea de pensamiento a la que podría definir como “El Ombliguismo Ilustrado”, personas que adhieren a distintos partidos, algunos se dicen independientes, que analizan la realidad del país como si esta se terminase en la puerta de su casa, como si lo que le ocurre al resto nunca los afectara, reclamando todo para si, entonces encontramos gente que critica por ejemplo, los limites a la exportación porque no pueden comprarse un par de zapatillas brasileras, sin fijarse que puede comprarse hasta mejores fabricadas en el país, aunque esta haga que el vecino de al lado tenga trabajo, o se quejan porque le van a recargar el 15% si se compran con tarjeta cualquier pelotudez sin garantía por E –Bay, sin darse cuenta que con eso se protege nuestra industria o nuestra moneda, se quejan porque una piba embarazada recibe asistencia del Estado, porque en su casa eso no pasa…, se quejan por esto y por lo otro y el único argumento es su ombligo, escuche por ejemplo: “…que van a votar a los 16, si mi nena/e, fijate tiene 16 años y no sabe limpiarse el culo…”, entonces, como ellos no fueron capaces de formar jóvenes inteligentes y críticos, creen que ningún pibe esta en condiciones.
Y esto, para mi al menos es peligroso, porque mas allá de la posición política que asuma cada uno, es necesario pensar al país como tal, como país, con sus mas de 40 millones de habitantes y saber que la solución, venga de donde venga, debe contemplarnos a todos, caso contrario, corremos el riesgo de que en cualquier elección gane “El Ombliguismo” y nos convirtamos en mas de 40 millones de Republicas Argentinas, y la única ley que valga sea la del mas fuerte o rezar para que como el papa de mi amiga, también tengamos suerte.

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Flavio Giménez

Periodista