Gracias Raúl

Raúl Alfonsín es el padre de la democracia Argentina, su estirpe e impronta nos permitió recuperar el valor perdido, y conseguir el período democrático más largo de la historia nacional. La consolidación del proceso le costó incluso tener que dejar el gobierno de la Nación antes de finalizar el mandato, pero no claudicó ante los militares, sino que fue derrocado por el poder económico.

Soy peronista desde mi más tierna edad, cuando en las rodillas de mi padre aprendí a cantar la marcha, mientras él era diputado. Esto no me impide dimensionar la catadura moral, su entereza y valentía para enfrentar las situaciones más difíciles que le tocaron en los albores de nuestra democracia.

En octubre del año 83′ tenía apenas 15 años, e incipiente espíritu militante. La cosa no venía bien para nosotros, Herminio Iglesias había quemado el cajón con una corona de la UCR y esto avivó los fantasmas de un peronismo violento de los 70′ que la sociedad no quería repetir. Incluso de mi grupo de amigos de clase media, sobre diez, ocho simpatizaban con el radicalismo.

Mi querida abuela materna agonizaba en un sanatorio céntrico y me bajé del colectivo en Sarmiento y Córdoba para ir a verla, pero me topé con una mesa de compañeros que vendían escuditos, regalaban afiches de Luder e intercambiaban la revista JOTAPÉ.

Alfonsín cerraba su campaña en el Monumento y miles de personas pasaban con destino a Primero de Mayo y Córdoba. Todos con banderas rojas y blancas y la clásica boina radical. Yo me acoplé a esa humilde mesa de tablones para sentirme contenido ante la marea opositora, poniendo el pecho ante la adversidad innegable.

Al grito de «boinas blancas banderitas a los nenes de mamá, pero los votos del 30, se los lleva el general» desafiábamos a los demás, convencidos que los radicales eran todos buenitos y que a pesar de la superioridad numérica, nunca se atreverían a tocarnos. Pero nos equivocamos…

Una enorme columna encabezada por una bandera horizontal que llegaba de lado a lado de calle Córdoba y decía «Junta Coordinadora Nacional» avanzaba a una cuadra de distancia. La materia es impenetrable, y a apenas veinte metros sabíamos que o nos corríamos o arrasarían con nosotros, el choque era inevitable.

Al grito de !Aguante compañeros! nos juntamos, y fuimos para adelante, Ariel, El Turco, y otros compañeros a los que conocí años más tarde fueron al frente, los acoplados un poco más atrás. La mesita voló a la mierda, con escuditos, panfletos y folletos que se desparramaron enseguida.

Volaron piñas, patadas, en medio de un tumulto que nos disuadió de nuestra actitud desafiante. Nos cagaron a palos, la diferencia numérica era muy grande, pero no arrugamos. Al grito de «Y ya lo ve, y ya lo ve, es la gloriosa JP», nos reagrupamos, evaluamos los daños, y nos fuimos cada uno con destino incierto, bastante lastimados por cierto.

Alfonsín mientras tanto, juntó un millón de personas en el Monumento, en el acto político más importante que alguna vez vi y posteriormente ganó las elecciones. Mi abuela murió al poco tiempo. Treinta años después no me pelearía con nadie por pensar diferente, y encontré en el diálogo la mejor forma para disentir. Gracias a muchos hombres como Raúl, la democracia goza de buena salud !

Fuente: Rosarinoticias

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Fernando Viglierchio

Periodista