El rompecabezas de la muerte en Rosario (XII)

ROSARIO, “LA CIUDAD DE LAS ESCLAVAS BLANCAS”

Le correspondió a Arturo Zinny, como jefe policial de los rosarinos, a partir del 5 de febrero de 1907, dar sus primeros pasos en torno a la exigencia de una identificación a los carreros –que eran los taxistas de la época- y ello motivó la iniciación de una huelga por parte de los destinatarios de la medida sobre la que se montó la Federación Obrera Rosarina para generalizar el conflicto durante siete días, provocando desabastecimiento.
También Zinny –componente del grupo que fundó el 18 de septiembre del 1900 el Jockey Club junto a Luis Lamas, Octavio Grandoli y Diego Le Bas, entre otros-, debió transitar por el difícil camino hacia el enfrentamiento policial–prostibulario, regenteado por la Zwi Migdal en lo estructural, generada en la localidad de Avellaneda el 7 de mayo de 1906 como desprendimiento de la Asociación de Seguros Mutual, según los historiadores.
Sus miembros originales eran antiguos súbditos del imperio ruso, emigrantes proxenetas y prostitutas, considerados impuros por la comunidad judía, dirigidos por Noe Trauman, el primer presidente de la entidad.
Trauman estructuró en red las complicidades internacionales que permitieron embaucar a sus víctimas, determinando el alcance de sus operaciones con el manejo de documentación que comprometía a funcionarios de inmigración en Polonia y en el tándem hacían lo propio con los de Bordeuax-Montevideo-Buenos Aires -donde estaba organizada la comercialización de la mujeres engañadas–desde dónde se las derivaba a Rosario.

La sede de la “empresa” dedicada al tráfico de personas en Rosario estaba en un palacio, al 3280 de la avenida Córdoba; poseía un cementerio para sus socios, teatros propios con obras en idish, uno de los cuales, -El Alcazar- estaba situado en calle Suipacha de la ciudad de Buenos Aires y hasta una sinagoga y un café.

Pero, veintitrés años más tarde, aquella próspera «Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia» no era lo que mostraba, ni lo que defendían los honestos de la colectividad, quienes eran apartados y combatidos.

No sólo había cambiado la “sociedad” su nombre por el de Zwi Migdal (para algunos investigadores, era la identidad de uno de los fundadores; otros dicen que respondía a la expresión «gran fuerza», en idish), sino que también había dejado lejos aquella propuesta solidaria de sus orígenes hasta convertirse en una empresa mafiosa sostenida por policías corruptos, políticos venales y jueces «amigos», que se las veían en figurillas frenar la creciente persecución contra el negocio de la trata de blancas y el endurecimiento de las leyes, con el concurso de la Sociedad de las Naciones.

¿Cuál era el «negocio» de esta organización negra de la historia argentina? La prostitución, algo redituable en una ciudad llena de hombres inmigrantes que, sin familia, llegaban para empezar la aventura de fare l’America.
Se decía que entonces -1907- la Zwi Migdal tenía más de tres mil «polaquitas» trabajando en un sistema de esclavitud y que sus rufianes iban a Europa (en especial Polonia y Rusia) para seducir a chicas de entre 16 y 22 años. Los padres de esas jóvenes -por lo general simples campesinos-, no dudaban en avalar que sus hijas se casaran con esos «comerciantes» que venían de un lugar sin hambre. Pero en «la París de Sudamérica» -así llamaban a Buenos Aires- esperaban más espinas que rosas.

Cada día, en los prostíbulos de la organización -El Chorizo, Las Esclavas, Gato Negro, Marita, Las Perras eran algunos de los que estaban en la «zona roja», con epicentro en Lavalle y Junín- cada «polaquita» debía atender a unos 50 clientes –aunque parezca poco creíble- que pagaban dos pesos cada uno por servicio de 15 minutos, pasando por el lugar desde 4 de la tarde a 4 de la mañana.

La Migdal, a las prostitutas les cobraban nueve pesos mensuales por alojamiento y con el tiempo esa cifra se elevó a doce, motivando el incremento una huelga de putas que obligó a los “patrones” a volver a los nueve pesos.

La historia de la Zwi Migdal, en esta columna recién comienza y con el correr de la investigación que nos ocupa, avanzaremos inexorablemente sobre ella sin prejuicios de ningún tipo.

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Aquello no iba a ser eterno, porque el 27 de septiembre de 1930 la historia cambió. Ese día, la Justicia que no estaba comprada, dictó la prisión preventiva de 108 rufianes de la Zwi Migdal.

Aunque vale puntualizar que cuatro años antes el comisario Julio L. Alzogaray había detenido a un rufián y dos años más tarde había logrado que lo condenasen, a pesar de la protección que el malviviente tenía en la justicia. En 1927, el presidente de la Sociedad Israelita de la Protección de la Mujer y de Jóvenes, Seling Ganopal inició un ataque frontal contra la Zwi Migdal y puso en blanco sobre negro la colaboración que le prestaba el comisario Martín Pérez Estrada a los rufianes.

“La polaquita”

Para la caída de los 108 proxenetas había sido clave el valiente aporte de Ruchla Laja (Raquel) Liberman, una «polaquita» nacida en Kiev –Rusia- que a los 18 años habían desembarcado con sus dos hijos en Argentina, tras los pasos de su esposo sastre, que se había instalado en Tapalque, provincia de Buenos Aires. En 1923, proveniente de la ciudad de Lodz, Raquel llegó con la ilusión en la piel.

Raquel cae en las siniestras manos de sus cuñados Helke y Moshe Milbroth, miembros del la Zwi Migdal, los que bajo engaños la hicieron ingresar en el burdel de Valentín Gómez 2888[1], donde permaneció 4 años hasta que logró comprar su libertad.

Dos meses más tarde otro miembro de la mafia, Salomón Korn, la seduce, fragua un matrimonio falso con la presencia de un rabino y una vez casada, a golpes la fuerza a regresar al prostíbulo.

Es así que en diciembre de 1929, el testimonio de la triste vida de Raquel marcó el principio del fin. Con pena y sin gloria, la Zwi Migdal desapareció en 1933. Y terminó aquella historia de la «ciudad de las esclavas blancas».

Tras la denuncia de Liberman y el derrumbe de la Zwi Migdal, las casa de citas de Pichincha, se trasladaron a San Fernando –actual Granadero Baigorria- y Villa Diego.

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Si nos animamos a sumergirnos profundamente en la cuestión prostibularia, debemos comenzar por puntualizar que los tratantes de personas habían establecido un puente marítimo entre Europa y nuestro país, conformando “El camino de Buenos Aires”. Las mujeres, empujadas por la miseria, provenían de los poblados habitados mayormente por judíos en los alrededores de Varsovia, Lodz – como Raquel-, Encracovia y Bieltz.

De por medio había un riguroso trato entre los padres de las mujeres y el emisario de los rufianes. El acuerdo sellaba el destino de la infortunada, quien llegaba con el anzuelo del casamiento a Buenos Aires, dónde, cómo se señaló, las ofrecían en “remate” en la cofradía de los malvivientes, ubicada en el teatro Alcazar, de calle Suipacha.

Luego eran derivadas a Rosario en muchos casos y allí se las distribuían en pensiones de la seccional 4ta., jurisdicción donde estaba inserta la estación de trenes de Sunchales, luego y hasta la actualidad conocida como Rosario Norte, hoy sede de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad.

Las habitaciones de las polacas estaban ubicadas en el radio de Alvear, Urquiza, Roca y el paredón de Wheelwrigt, dónde dormían la siesta los linyeras de la zona que vivían del “mangueo” y de la pesca que realizaban a media mañana con cañas de maderas y líneas de hilo a los que enganchaban gusanos del parque, mientras se despiojaban bajo la luz y el calor del sol, unos con otros como los mandriles.

Si regresamos al tema de los asentamientos de los prostíbulos, podemos señalar que la nómina estaba compuesta por: “Madame France”, de Balcarce 42; “Cora”, Oroño 187; “María Luisa”, Brown al 1800; “La Pensión de Moujaidín”, Jujuy al 2000, donde la tarifa era de 5 pesos; “París” y “Londres”, Brown y Balcarce; “Sandalio Alegría”- clandestino-, propiedad de “El gaucho pobre” y el Stud “El Piojo”.

Ya en 1879 el historiador Zinny observa que “lo que hasta ahora existe con el título de historia argentina, no es otra cosa que la de Buenos Aires, aunque debemos hacer honrosas excepciones”.

Hasta 1892 en la gestión de Zinny , en la zona que se denominaría Funes funcionaban dos comisarías, una denominada Cañada del Ludueña y otra en el Distrito Avila, hasta que el citado Jefe Político decidió el cierre de la primera, quedando la restante a cargo de Máximo Parfait, quien en sus estancias de Zavalla dio refugio a los sediciosos que se levantaron contra el gobierno del doctor Cafferatta, motivo por el cual fue procesado, salvándose de ser fusilado por sus influencias.

Tras su renuncia, el 13 de febrero de 1909, toma el cargo de Jefe Político Pedro Lino Funes y meses después hizo lo propio el doctor Julián Paz. Rosario era por entonces un conglomerado urbano de poco más de 132.000 habitantes.

[1] Julio Alzogaray. Trilogía de la Trata de Blancas.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com