Comenzaron las colectividades y no llovió

El evento cultural del año de Rosario dio inicio en la noche del viernes con una gran adhesión del público. El clima acompañó de buena manera toda la noche.

Una noche espléndida, con clima espectacular (cosa rara otros años con rachas seguidas de lluvia) colaboró para que anoche abra la Fiesta de Colectividades con un público que desbordó el Parque a la Bandera. La marea humana se comprobó desde las 20 horas cuando se la vio empezar a bajar por la peatonal Córdoba con destino al Monumento. Ya pocos minutos después de las 21 la multitud se abarrotó sobre el ingreso principal donde los agentes de la GUM recibían a los concurrentes para un control sobre mochilas y bolsos. Mucha seguridad desde temprano, entre GUM y policía provincial.

Se pueden hacer muchos análisis sobre la evolución que la fiesta que le cambia la cara una semana a la ciudad ha tenido a lo largo de las más de tres décadas que sobrelleva. Lo cierto es que, devotamente, se instaló en el corazón de un gran público y en el espíritu de los cabeza de colectividades que montan su stand y organizan sus actividades con dedicación. Sino que le pregunten a Angel Perella, del Centre Catalá, que apenas el cronista le pregunta sobre cómo viene este año la paella lo hace traspasar el mostrador para mostrarle los langostinos, rabas, calamares y pulpos traídos desde el puerto de San Julián, en el sur argentino.

O a Emilia Cassanello, rosarina hija de madre y padre ruso y a cargo todos estos años del largo stand de Rusia. «Es de no creer, pero acá viene gente a comprar vodka importado y paga más de 600 pesos una botella especial sin que le duela», cuenta a La Capital. «Los últimos años nuestro stand tuvo mucho público, por el pollo a la kiev para los chicos, la parrilla de lechones y cordero para los más grandes, y los tragos. Y me parece que este año viene entonadito; estamos muy entusiasmados», confiesa.

Parejas de novios o matrimonios con sus hijos se volcaron como es tradición cada año, en la clásica marcha y ronda stand por stand y luchando por encontrar una mesa. El linaje o descendencia no es determinante para la elección de la comida. Hoy un plato de la colectividad italiana (pizza de mozzarella 130 pesos, lasagna $120, pastas $80) puede despertar la misma atracción que los anticuchos peruanos, el sushi de Japón o el shawarma de Medio Oriente. Los cocineros del stand libanés parecieron agotar sus brazos cortando la carne de vaca o cordero en el asador vertical y sirviéndola a la gente en el pan plano (85 y 95 pesos).

El Círculo Alemán estrenó un stand flamante para despachar la cerveza que, como dijo Fernando Krause, su presidente, «vuela», ya sea en lata ($35) o chopp ($70). «Este año empezamos a tirar el chopp de cerveza negra», agregó. Los platos son chucrut con salchichas y carré ($135 el medio chucrut), frankfurt, goulash ($140), cazuela de salchichas con salsa alemana y el clásico pancho alemán.

«Destaco las ganas que cada colectividad le pone a sus stands porque no es fácil montar sobre tierra. Es una semana de trabajo duro, respetando normas de seguridad, para los otros 10 días que dura la fiesta. Todo el mundo termina filtrado», dice Krause.

El stand de Brasil empezaba a despertarse cuando los mozos y encargados de la caja, sonrientes, confesaron: «Empieza a sonar la samba y la gente viene sola; es un llamador». En efecto, parejitas de niños ya danzaban sobre el escenario. En la barra la atracción era la caipirinha ($70) y en las mesas la feijoada.

Cerca quedó el stand de Cuba, donde Lázaro Rodríguez Alarcón comandaba a los suyos. «Montamos un lindo puesto con todo lo nuestro. Para comer, arroz congri, ropa vieja, lechón, tostones y yuca frita. Para tomar, cuba libre, mojito, roncollin y daikiri».

Cerca de la puerta de ingreso la carpa de Yemen se destacaba: un 60% la ocupaban los atuendos y telas para la venta. Sofía Suárez Hassan dijo: «Soy nieta de los inmigrantes que llegaron a Rosario, mis padres fallecieron hace poco y la verdad que la Fiesta de Colectividades es la ocasión para entregar mi corazón a través del trabajo. Para mi es una celebración». (La Capital)

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