Una expedición al país del CUC

Aquellos que siguen habitualmente esta columna habrán advertido que quien esto escribe tiene un apasionamiento particular por el periodismo de datos, esto es obtener y analizar la mayor información posible sobre un tema en particular y hacer que sean comprensibles para el lector los datos logrados.

Esta especialidad tuvo su antecedente fundacional en la cadena de televisión CBS, en 1952 para predecir resultados de elecciones presidenciales y desde la década de los 60 y hasta la actualidad se ha buscado utilizar ese tipo de periodismo para monitorizar el poder a través del análisis de datos públicos, utilizando métodos científicos y la tecnología que se tenía al alcance para explicitar historias.

El especialista Arón Pilhofer puso énfasis en lo indicado señalando que «los datos deben servir para explicar historias y dar respuestas” y agrega: “Son sólo el punto de partida, no un objetivo por sí solos”.

Precisamente, para relatar los hechos, en esta oportunidad, debe decirse para el menos avisado que vale subrayar que el (CUC) del título es una de las dos monedas oficiales de Cuba, junto al peso cubano.

Empezó a circular en 1994 y en noviembre de 2004, el Banco Central de ese país terminó con la circulación del dólar. Hasta abril de 2005 la tasa de cambio fue 1 CUC = 1 USD. Después, 1 CUC = 1,08 USD. A partir del 14 de marzo del 2011 su valor original, fue 1 CUC por USD, aunque se conserva el impuesto del 10% sobre el cambio de efectivo.

Anteriormente existía, pero se tenía mayor apreciación por parte de los cubanos por el dólar por lo que es aconsejable hoy por hoy el Euro, ya que a la hora de cambiarlo se le aplica al dólar un gravamen del 10%.

Tras anunciar en octubre de 2013 un programa de unificación monetaria, el gobierno cubano confirmó en diciembre de ese año la eliminación del CUC de manera gradual. El proceso a mayo de 2017 no ha concluido.

Al momento de hacer realidad estas líneas la obtención del CUC o del dólar por parte de la población de manos del turista puede ser calificada de “desesperante”.

El Plan 2030

Antes de ir al meollo de la cuestión y en el marco del periodismo de datos, resta hacer referencia al Plan 2030 del gobierno cubano, en el que se reconoce, sin titubeos, que el turismo es central en el mismo, a la vez que se lo considera un sector estratégico.

Para el 2030 se esperan en la isla 100 millones de turistas –según el plan-, pero para lograr ese objetivo se necesita una inversión de 30 mil millones de dólares.

Ahora sí, sin rodeos, vamos al centro del objetivo: La vida real de los cubanos en la isla y su lucha para sobrevivir.

La sobrevivencia diaria del cubano

Jorge Zalazar Carrillo, un reconocido estudioso de la economía cubana, combate frontalmente con aquellos que sustentan la posición de que el impedimento mayor para el desarrollo cubano es el embargo que sufre el gobierno isleño.

“En Cuba no hay incentivo para producir, para trabajar o para comerciar” sostiene Zalazar Carrillo y subraya: “Los cubanos viven en la extrema pobreza y sólo pretenden sobrevivir a través del mercado negro que predomina a través de una economía subterránea”.

Zalazar Carrillo no tiene empacho en marcar que “en los hoteles cubanos se roban hasta la manija de la ducha” y quien esto escribe puede agregar de fuentes irreprochables que “se hurta a los turistas los celulares para revenderlo o para sacarles el chip y luego utilizar el aparato con otro chip que se obtiene en el mercado negro. Y esto último sucede hasta en algunos de los hoteles calificados turísticamente como de 5 estrellas”.

El señalado especialista, en un reportaje acotó puntualmente: “Los taxistas no compran la gasolina en estaciones de servicio. La consiguen en el mercado negro a 1,80 dólares. La mayor parte de la gasolina del Estado es revendida en el mismo mercado. Así no puede funcionar ninguna economía, ya que el inversionista tiene el 49% y el Estado el 51%”.

El tránsito de los conflictos societarios

Ningún cubano desconoce en 2017, que si se genera un problema de índole económica entre las sociedades que desarrollan su actividad en Cuba, las partes van a dirimir sus cuestiones al Poder Judicial, que depende de la Asamblea del Poder Comunal, que a su vez hace lo propio del Ejecutivo y este, a su vez, del gobierno comunista.

“Así las garantías para el inversionista no existen”, concluye Zalazar Carrillo, en su análisis macro económico-judicial, no sin antes afirmar, sin prolegómenos: “Los hoteles no expresan en hechos al turista lo que dicen ser. Su calidad, en general, es muy baja y, obviamente, exageran al momento de hacer publicidad”.

Le dicen fuentes a quien esto escribe, que los números gubernamentales suenan inconsistentes, ya que “Cuba podría llegar a recibir 3.300.000 turistas anuales para ser volcados en 56.000 habitaciones (2016), incluidas las casas de cubanos”.

No hay que romperse la cabeza pensando como los números cierran si exponemos como ejemplo contrapuesto que Miami, uno de los más importantes centros turísticos internacionales, recibe a 11 millones de turistas y tiene 45.000 cuartos.

Los números cubanos, según el propio Zalazar Carrillo “no pueden ser admitidos como verdad por nadie”.

Por persona, los turistas europeos –alemanes, franceses y españoles, junto a mejicanos y canadienses, que van a Cuba actualmente –temporada baja-, por 8 días, abona un promedio de 1.250 dólares con pasaje incluido, mientras que en Argentina los valores promedio oscilan los 2.500.

China, por lejos la más favorecida

La relación comercial con los países comunistas le posibilitaron a China venderle a Cuba, en diciembre de 2016, una más que importante flota de colectivos, destinados al turismo y, a 5 meses de la operación, algunos transportes ya comenzaron a tener problemas mecánicos por –algunos dicen insistentemente-, debido a la falta de repuestos suficientes.

El arroz, base de la comida en Cuba, curiosamente, sería de origen norteamericano, mientras que los pollos, otro componente fundamental de la alimentación isleña, también tendría que ver con productores chinos.

Otrora, los rusos construyeron muchos edificios que cualquier rosarino compararía, a simple vista, con los FONAVI. No vale la pena argumentar más.

Actualmente, en La Habana, se ha lanzado un amplio programa de remodelaciones de edificios e incluso está a punto de inaugurarse un hotel 5 estrellas que es considerado el mejor de la ciudad.

Así y todo, precisamente de los hoteles vale dar cuenta de testimonios:

Experiencias

“Los empleados de los hoteles recibimos supuestamente, el sueldo en dólares. Y digo supuestamente, ya que en realidad es el gobierno el que toma ese dinero y nos paga en pesos cubanos, totalmente devaluados a 25 x 1, lo que efectivamente hace que cobremos el 4% del valor real del dinero recibido en primera instancia”, confiesa Yenny, mirando con miedo a ser escuchada por terceros. Yenny es una empleada de un hotel 5 estrellas.

Yoixis, una moza de hotel, admitió que en el lugar donde trabaja se importaba hasta hace unos meses el 70% “de todos los bienes que consume el turista. “Ahora se incrementó el porcentaje a un 90% y nosotros, si queremos llevarle una manzana a nuestros hijos, tenemos que pedirle por favor al turista que las retire de donde están las heladeras con los alimentos, haciendo ver que son ellos los que las consumen, cuando en realidad, con generosidad, nos la dan a escondidas de las cámaras de vigilancia”.

Precisamente, esas cámaras que controlan al personal no se hallan disponibles, curiosamente, cuándo los turistas reclaman por hurtos y robos dentro de los hoteles.

Si el turista quiere recuperar sus bienes es presionado en la conserjería a llenar un formulario o escribir su reclamo en un papel en blanco que, seguramente, terminarán llenando cajones de escritorios o armarios.

El lector seguramente piensa como este cronista: Cuando el turista se va a su país, la denuncia probablemente se destruye. Con suerte el jefe de Relaciones Públicas, -si no pueden los empleados esquivar la denuncia-, le pondrá su firma a la copia del requerimiento. Es más, hasta es difícil obtener una fotocopia, debido a que algunos hoteles de primer nivel internacional en Cuba, no cuentan con cartuchos en las impresoras.

Fanny, la doctora generalista de un hotel 5 estrellas, a falta de “curitas”, se ve obligada a colocar cinta adhesiva en las heridas cortantes y a pedir la donación de medicamentos que les sobren cuando se retiren del hotel a los turistas para atender su consultorio.

Escuché también que faltan agujas para inyecciones y jeringas descartables. “Si no fuera porque es muy caro irse de la isla para ejercer en el exterior, faltarían médicos. Ni hablemos de los enfermeros”, admitió Fanny.

Regalos envueltos en papel de diario

Es tal la inexistencia de bienes básicos, que si se adquiere un regalo, tanto en la vía pública como en comercios ubicados en el interior de hoteles, se recibe lo adquirido envuelto en papel de diario. La bolsita, que clásicamente los rosarinos utilizamos para tirar residuos en los contenedores, es un bien muy apreciado, por su casi inexistencia. Y las biromes son más difíciles de hallar que un plato volador en Córdoba y Corrientes de Rosario.

Turistas atosigados

Parejas y matrimonios o turistas solitarios, en las calles de La Habana son permanentemente abordados frente a almacenes cubanas por mujeres con amplio dominio de varios idiomas, que les piden ayuda y cuando los paseantes instintivamente meten la mano en sus bolsillos, son detenidos en su accionar.

Es que las cubanas no quieren dinero, piden que el turista ingrese al local comercial y compre leche un otro producto para sus hijos con la promesa de restituir lo gastado, “ya que a nosotros no nos permiten ingresar con dinero extranjero y pesos cubanos no tenemos”, dicen por lo bajo.

Invasión

Mientras en Rosario los concejales hacen lo indecible por resolver el problema de los recicladores de residuos que utilizan caballos y carros, el centro de La Habana está “invadido” por carros a tracción a sangre.

La diferencia es fundamental: Los cartoneros rosarinos trasladan en carros lo que le sobra a otros para hacer decentemente “una moneda”. Los cubanos ofrecen en sus “carros” su servicio: “un paseo de una hora por la ciudad por 10 pesos o 1 CUC (17 pesos argentinos)”.

Como turista, el primer impacto visual hace pensar en la India. Es casi inevitable.

Y eso no es todo, en algún Cayo cubano, donde la playa forma parte del hotel, los turistas se ven casi obligados a poner de su peculio el consabido CUC como propina para lograr un lugar bajo la sombra de un cubículo de paja y maderas.

Para que el lector no piense que en esta columna todo es negativo, la afabilidad de los cubanos es inconmensurable y su amor por el Che no tiene límites. Ponen el pecho a todo para disimular las dificultades y hacen lo indecible para no perder su trabajo con la mayor eficiencia posible, a base de educación y respeto con el otro.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com