Central superó a Chacarita 2 a 1 sin sobrarle nada

El escenario: un equipo que venía de realizar uno de sus peores partidos en el campeonato, perdiendo ante el modesto Deportivo Merlo, y transitando una de las semanas más turbulentas de los últimos tiempos. Por esas razones la patriada de Central ayer no era una más. Porque inmerso en su crisis no le quedaba otra que volver a asomar la cabeza. Lo hizo, sufriendo como casi siempre, pero refrendando la idea de que puede pelear hasta el final. Después, el tiempo dirá hasta dónde podrá llegar, pero para mantener viva la ilusión es a esto a lo que debe aferrarse.
Varios puntos merecen ser resaltados. Uno de ellos es la calma que el equipo supo mantener cuando las cosas no salían y el murmullo tribunero ganaba cuerpo. Así, todo fue de Central. Lo que generó en el arco de enfrente y lo que sufrió en el propio. A las pruebas hay que remitirse. La primera pelota que llegó al área de Bava, Leonardo Sánchez cabeceó con una llamativa libertad y marcó la apertura (11’). En la segunda (27’) Braghieri trastabilló, Godoy quedó pagando y Alba, mano a mano con el uruguayo, definió de manera espantosa. Fue lo único de Chaca en todo el partido. Pero fue todo lo que le regaló el canalla, que a partir pasó de deambular en la mediocridad primero para crecer futbolísticamente después. Hasta que los goles no hicieron más que darle la derecha al único equipo que buscó y propuso.
   El desorden de los primeros 45 minutos fue la madre de los castigos. Porque mientras Ballini (arrancó por derecha) y Vismara rotaban permanentemente sus posiciones, a Central le costaba horrores hacer circular el balón con un mínimo de criterio. Por eso sólo se vio el mano a mano de Coniglio con Tauber tras el pase de Medina y el tiro libre de Jesús Méndez que dio en el travesaño y el rebote no pudo ser capitalizado por Carrizo. Hasta ahí, poco y nada.
   Pero la mano de Palma, al igual que contra Ferro, resultó clave. Algunos retoques desde lo táctico (ver página 3) hicieron de Central un equipo más ambicioso y con menos dificultades para complicar en el arco de enfrente. Porque fue ahí cuando el canalla, lejos de ser una tromba, comenzó a marcar las coordenadas del partido.
      Después del tiro libre de Méndez y el cabezazo goleador de Vismara, tras varios rebotes, llegó el gol que se necesitaba y la inyección anímica que debía servir de envión. ¿Cuándo se vio cristalizada? En la presión de Méndez, el error de Leo Sánchez y la definición de Coniglio.
   Rienda suelta a una alegría que nunca corrió riesgos de apagarse por la liviandad de Chacarita y que se mantuvo viva por lo que significa una victoria que le permite a Central no apagar la luz. (la capital)