Los dados en el aire

Veremos en esta nota el futuro probable del tipo de cambio, los determinantes del riesgo de explosión cambiaria con hiperinflación y el accionar oficial necesario para desactivar este apocalíptico escenario.

El título refiere a la posibilidad de ocurrencia de dos alternativas de política económica mutuamente excluyentes. La primera es virtuosa, corrige los desequilibrios previos y permite ingresar en un sendero creíble de crecimiento con progreso social. La segunda es catastrófica, permite la continuidad de los desequilibrios y requiere una licuación violenta de los mismos, con graves peligros de caos social y pérdida de poder político para gobernar.

Las dos posibilidades están disponibles. Los dados están en el aire. Hacia donde caerán no lo sabemos.

La selección del sendero elegido depende no sólo del próximo gobierno y sus aliados de la oposición, sino también de la voluntad efectiva de cambio de la sociedad, puesto que la alternativa favorable requiere profundas modificaciones macro y microeconómicas, que no serán posibles sin apoyo popular y una fuerte convicción política de los gobernantes para empujar la agenda pendiente, aún a costa de perder el favor, transitoriamente, de la opinión pública. El pago voluntario del costo político es lo que diferencia al estadista del oportunista. Los destinatarios del accionar gubernamental, aunque sea un lugar común decirlo, son “las próximas generaciones” en el primer caso, y las “próximas elecciones”, en el segundo.

El calificativo de transitorio tiene que ver con la segura reversión del malestar por las reformas en el caso de una resolución favorable de las mismas.

Encaminados en dirección al crecimiento y la mejora de los indicadores sociales, sin duda la falta de apoyo desaparecerá y el conjunto social hará suyos los cambios, y no permitirá que la inercia reformista se detenga.

Este proceso requerirá, posiblemente, más de un mandato presidencial, y será necesario, quizás, un dramático cambio en el escenario político.

La irrupción de alternativas más claramente definidas por un cambio radical, abandonando el reformismo gradualista, puede despuntar en el horizonte a partir del próximo turno presidencial o porqué no en las legislativas de 2021.

Un hipotético futuro gobierno, surgido de la voluntad popular, con ideas y propuestas claras y definidas de reformas estructurales pro-mercado, apertura de la economía, reducción del gasto público y de la asfixiante presión fiscal, permitiría un salto disruptivo en la tasa de crecimiento de la economía y un apoyo masivo al calendario de cambios, que sería irrefrenable y generaría un círculo virtuoso de cambio y apoyo popular.

Es un escenario idílico y su ocurrencia parece improbable, a la luz del poco apego de la sociedad a las reglas inexorables de premios y castigos de la economía capitalista actual.

En la jerga popular, podríamos decir que el argentino medio es partidario de cazar el chancho sin pagar el costo de organizar la partida y salir de cacería. Muchos políticos prometen llevar el chancho a la mesa de cada uno de los incautos que los voten, empujando de esta manera la voluntad de cambio al desván de los recuerdos.

Sin embargo, armados solamente con el supuesto de que la sociedad no es suicida y es capaz de encontrar, a tientas y mediante el conocido método de prueba y error, el camino de salida del cruel laberinto en que se metió a si misma desde hace décadas, profetizamos un inesperado cambio que demandará años o quizás décadas, pero será inexorable. Para decirlo sin eufemismos, creemos que “el milagro argentino” será tapa de los medios internacionales por mucho tiempo. Lo indeterminado es el período a transcurrir hasta que lo que hoy es anhelo sea una realidad palpable y concreta.

No será menor, seguramente, el aporte de quienes argumentan a favor del cambio, en los medios y en las redes sociales. Esta nota pretende, entre otras cosas, contribuir al debate y a la difusión del ideario virtuoso que sume capitalismo y libertad en reemplazo del predominante discurso que en pos de perseguir una ilusoria igualdad deviene en pobreza y malestar general.

Una experiencia traumática

En una nota previa, anterior al fuerte incremento del tipo de cambio nominal de 2018, se discutía sobre la sostenibilidad del escenario de fuerte atraso en el valor de la divisa, inducido por el ingreso de capitales financieros de corto plazo, que permitía financiar transitoriamente el fuerte desequilibrio fiscal heredado del kirchnerismo y mantenido sin cambios por la actual administración. La única modificación se realizó en la composición del desequilibrio: disminuyó el aporte de los subsidios económicos pero se incrementó la factura de intereses, manteniéndose el déficit total en 8-10 % del PIB, aproximadamente.

Haciendo caso omiso al creciente stock de Lebac con el que se evitaba la monetización de los déficit fiscales acumulados, los detractores más empecinados a la política económica de ese período, presagiaban una tormenta cambiaria futura, que luego se hizo realidad, amparados en la segura continuación de la dolarización de carteras del inversor autóctono.

A continuación, una larga cita de esa nota: “El escenario apocalíptico es altamente improbable. La conjunción de acontecimientos negativos que debería presentarse para que este fuera posible es realmente impensable y no debería generar una desmedida preocupación. Algunos elementos dependen del accionar oficial y otros, del contexto internacional. No obstante, si bien es improbable que todos los factores negativos se presenten juntos, no es imposible que alguno de ellos sí lo hagan. En este punto es menester destacar la importancia de que se cumplan las promesas oficiales de otorgar consistencia macroeconómica a su accionar futuro, para evitar que lo improbable se torne posible. El escenario favorable necesita el cumplimiento estricto de la promesa de reducción gradual del desequilibrio fiscal total (Nación, provincias y municipios, más déficit del BCRA), que alcanza actualmente un nivel de aproximadamente un 8% del PIB, hasta llegar , en pocos años, si no al equilibrio, por lo menos a un déficit no mayor a 2% del PIB, que es el máximo financiable sin graves desequilibrios inflacionarios para el tamaño actual del mercado de capitales de Argentina. El apocalipsis sobrevendría únicamente con la continuación de los desequilibrios actuales o su insuficiente reducción a niveles de 5-6% del PIB. A esto debiera agregarse una total inacción en la corrección de desequilibrios estructurales en el mercado de trabajo, de riesgos laborales, de sobrecostos impositivos, logísticos y de infraestructura, para los que el gobierno dice estar trabajando fuertemente a fin de provocar reformas expeditivas en los próximos meses y años. Si a estos supuestos se agregaran un hoy improbable incremento desmesurado de las tasas de interés internacionales, más una también improbable recaída recesiva en la economía de nuestro vecino Brasil, el panorama se tornaría desolador, y la inacción en el flanco fiscal y de reformas estructurales resultaría altamente costosa”.

Finalizada la cita, es dable observar que el peor escenario se hizo realidad. El tiro del final fue el triunfo electoral de 2017, luego del cual, el Gobierno incurrió en una actitud soberbia y triunfalista. “Equipo que gana no se toca” fue la consigna. Y se fueron deshilachando presurosamente los afanes reformistas y de superación de los desequilibrios.

Mientras el Gobierno “hacia la plancha” placenteramente, regodeándose de la facilidad con que estaba, supuestamente, cambiando los destinos de la economía, se agregó el último factor desequilibrante, el abandono del sesgo amigable por parte de la Fed y el comienzo de una etapa que se presumía como de una dureza monetaria inusual, con 3 o 4 subas de tasas, para llevarlas de 3% a 4-4,5% en el lapso del siguiente año calendario. Luego este escenario se desvirtuó y actualmente la Fed se volvió nuevamente amigable, pero eso no estaba presente en el análisis del momento que estamos describiendo.

Cuando sobrevino la suba de tasas, ya los mercados venían castigando al BCRA desde hacía varios meses, porque se advertía claramente que las reformas estructurales se abandonaban completamente, la reforma fiscal para bajar impuestos distorsivos se archivaba y el gasto público y el déficit fiscal eran presa de un gradualismo que no fue tal, sino pura y lisa inacción.

Parafraseando lo que dijimos en la nota previamente citada, “lo improbable se hizo posible”. Todo lo malo que allí decíamos podía ocurrir, ocurrió. Lo que dependía del gobierno y lo que no, también.

No se redujo el déficit 2% del PIB en el año que transcurrió, como pedíamos para que el esquema fuera sostenible, y se avizoraba otro año más de iguales características, porque “total nos financian del exterior y no necesitamos hacer ningún ajuste”, “el crecimiento de la economía hará disminuir el déficit sin necesidad de bajar el gasto público”, y otras estupideces sin fundamento económico por el estilo. Las revueltas populares en oposición al comienzo de la discusión de las reformas estructurales pro-mercado, sumadas a la poca convicción oficial hizo que se desmantelaran fácil y rápidamente los intentos de cambiar la legislación laboral, previsional, tributaria y fiscal-administrativa. Los cambios se archivaron aún antes de haber comenzado, ya que sólo promesas había ofrecido el oficialismo. Los mercados acompañaron, a cuenta de esas promesas durante dos largos años. Pero el certificado de defunción sobre las reformas, que expidió claramente el gobierno luego de las elecciones que citáramos anteriormente, colmó la paciencia y sumó desasosiego.

A la mala praxis oficial se sumó la suba de tasas y el declive seguro de Brasil ante este escenario. Increíblemente, ninguna de las influencias negativas que listamos dejó de presentarse en ventanilla. Dijimos que “el apocalipsis sobrevendría solamente si se daban todas en contra”. Y se dieron. Pasaron cosas o fueron oídos sordos ? Soberbia y descuido o pura mala suerte ? La descripción que hicimos con mucha anticipación (la nota es de octubre de 2017) se ajusta con mucha claridad a lo ocurrido, aunque, justo es decirlo, al momento de escribirla, suponíamos que el gobierno pondría énfasis en cumplir con el calendario pendiente y lo peor no ocurriría.

Describimos también un escenario favorable, que requería acción y empuje oficial. Sin acción y sin convicción, los dados cayeron para el lado malo. Si el costo lo pagara la corporación política, podríamos decir que lo tenían merecido. Pero el costo recayó una vez más sobre el indefenso sector privado, sostenedor de la superestructura nefasta de creciente gasto público que montó el kirchnerismo y sostuvo sin cambios el macrismo. Dato mata relato. Las promesas de cambio no son cambios. Las promesas de bajar los impuestos no son bajas de impuestos. Las promesas de libre comercio no son libre comercio. Y podríamos seguir enumerando largamente otras “amenazas” del gobierno de mutar a un sistema de libre mercado capitalista. Nunca tan adecuada la máxima “mirá lo que hago y no lo que digo”.

¿Y ahora?

Agotado el espacio disponible, continuaremos en una segunda entrega con un análisis más técnico y matemático del mercado de cambios que pretenderá explicar el escenario dicotómico futuro: 1) suavización de los desequilibrios mediante una agenda seria y contundente de reformas estructurales pro-mercado o 2) inacción oficial, “tropezando dos veces con la misma piedra” con explosión cambiaria, hiperinflación y caos social.

Los dados están en el aire.

avatar

Jorge Bertolino

Economista