La teoría conspirativa del Nuevo Orden Mundial

La teoría conspirativa del denominado Nuevo Orden Mundial promueve la existencia de un plan delineado con el objetivo de establecer un gobierno único, burocrático y dirigido por sectores elitistas y plutocráticos a nivel del orbe.

El Nuevo Orden Mundial se ha utilizado para hacer referencia a un período histórico con cambios sustanciales las ideologías políticas y en lo atinente al equilibrio de poderes.

Se utilizó la expresión, por vez primera, en un documento denominado Catorce Puntos del ex presidente Woodrow Wilson, oportunidad en la que hizo una llamada, luego de concluida la 1º Guerra Mundial, al momento de comenzar los preparativos políticos para llevar adelante la creación de la Sociedad de Naciones, antecesora de la Organización de las Naciones Unidas y los Acuerdos de Bretton Woods.

Los analistas políticos indican en sus trabajos que se intensificó el uso de la expresión sobre el final de la Guerra Fría y los expresidentes Mijail Gorbachov y George W. Bush usaron la terminología para definir la naturaleza de la posguerra, buscando concretar una intensa cooperación entre las grandes potencias.

Vale puntualizar que una considerable fracción de la opinión pública mundial, da por sentado que gobiernos angloamericanos están en una decidida actitud antiterrorista, contra los gobiernos dictatoriales y en idéntico sentido respecto de la violación de los derechos humanos, así como contra la amenaza que desencadene una hecatombe nuclear.

Mediante la trasmutación de conceptos –para acomodarlos a su beneficio-, el Nuevo Orden Global actúa como un gendarme que utiliza un estado de derecho artificial.

Obviamente, ya no puede ser considerado un secreto que las corporaciones y las sociedades plutocráticas[1] se unieron en una “gran comunidad de poder global”.

El secreto en el Nuevo Orden Global

El secreto –los espías lo saben mejor que nadie-, es un negocio de las cúpulas gubernamentales. Ello se ve confirmado, cada día, en todos los gobiernos del mundo, donde se generan informaciones confidenciales políticas, económicas, científicas, militares y paramilitares, que se instalan mediante el misterio que le confiere un trasfondo invulnerable al poder.

La mentira, amante del secreto, es amada por todos aquellos que, teniendo influencia extrema, la utilizan cuando la necesitan como coartada a corto plazo, a sabiendas que en el largo lapso resulta inocua. Así, el mercado del secretismo se revaloriza en su pecio, cuando, además, se lo utiliza cruelmente o, en mayor medida, económicamente.

Las redes del poder

Las “power´s nets”(redes del poder), como las identifican los comunicadores, son, al parecer, utilizadas mayormente por asesores de dictaduras, antes de ser detectadas a nivel mundial.

Analistas políticos acuerdan en que el poder es el mejor narcótico de la alta política y si este se maneja en secreto se transforma en una acción amoral, ya que si un secreto no es impenetrable o amoral, entonces “¿que valor en sí mismo tendría?

Henry, “todo un ejemplo”

Fürth resultó ser la ciudad alemana, donde la madre de Heinz Alfred Kissinger, en 1923, dio la vida al que, con casi seguridad, el lector de esta columna conoce como Henry Alfred Kissinger.

Su ascendencia es judía, aunque los estudiosos de la política consideran que su modo de pensar y accionar siempre estuvo más cercano al que denominan imperialismo-cripto-totalitario.

Tras sufrir su familia el padecimiento de la amenaza nazi, emigró con siete años de vida a Estados Unidos para afincarse en Nueva York, donde un lustro más tarde obtuvo la ciudadanía estadounidense. El destino hizo que en 1944 tuviera que regresar a su tierra natal, como soldado yanqui, en el área de inteligencia.

En territorio norteamericano había comenzado a trabajar como bracero en una fábrica de cepillos. Mientras tanto, de manera paralela, estudiaba, logrando graduarse en Harvard para desempeñarse como profesor de historia y, posteriormente, cursó un máster en diplomacia, utilizando su título para dar cátedra en materias dirigidas a temas de política exterior.

En la década del 50 se dedicó a realizar trabajos de investigación en el “Clan Rockefeller”, mientras, curiosamente, se interesaba en el arte. Se destacó en el examen del espectro estratégico austro-húngaro de Metternich y Otto Von Bismark.

Creer que las relaciones de Kissinger con las sociedades secretas del poder fueron imperio de la casualidad es no admitir el verdadero trasfondo de su talento para moverse entre las tinieblas que rodean a los secretos.

No había conocedores de la temática de la política exterior que no reconociera su espíritu conciliador y su “amor” por la libertad, así como su “insobornable” afán de lograr la paz. También se lo conocía como un denunciante “temerario” ante los avasallamientos de lesa humanidad.

Otros, que no lo querían tanto –o lo conocían mejor-, decían que Kissinger habría formado parte de la nómina de incubadores de huevos de serpiente que precedieron al diseño y montaje del Nuevo Orden Global.

Esos mismos pocos amigos de Kissinger afirmaban que se había escabullido en el interior del contexto de los Neo-lluminatis, en el marco de la Logia Rockefelleriana y de los bonesmen de la Central de Inteligencia Americana, sin dejar de mencionar sus conexiones con el Club Bliderberg.

En definitiva, sus enemigos en las sombras, aseguraban que “Kissinger dice amar la verdad a su modo, sin dejar de ser un devoto de la mentira”.

Es que con una habilidad especial e ingeniosa para mentir se hizo poderoso. Cualquier incomoda verdad era pare él un factor de superlativa importancia. Un mecanismo desarrollado por las logias y los servicios secretos, ya que las verdades de alto calibre tienen un alto valor e interés cuanto más ocultas han permanecido en el tiempo.

En el Pentágono

Durante la presidencia de John F. Kennedy (1960-1963), Kissinger fue convocado al Pentágono. Más precisamente a la Agencia para el Desarme y Control de Armas, siendo asistente especial en Asuntos Foráneos de Richard Nixon, al que –según los críticos de la época-, despreciaba.

A pesar de ello logró conquistar el liderazgo en el Pentágono y en la CIA, donde se conocieron revelaciones sobre su intervención expeditiva para decidir acciones ofensivas contra Laos y Camboya –afirman-, sin autorización del Congreso de Estados Unidos. Esos bombardeos, al decir de historiadores, permitieron a los Kmers Rouges (organización comunista camboyana), arribar al poder, cuya consecuencia fue la muerte de dos millones de seres humanos.

Kissinger aprobó la oposición del gobierno indonesio del general Suharto, denunciado como uno de los más grandes genocidas contra habitantes de Timor oriental.[2]

Sus decisiones de bombardear Hanoi, fueron consideradas uno de sus actos de mayor criminalidad.

Fue Kissinger uno de los mayores colaboradores del general Alexander Haig Jr., uno de los autores de la estrategia norteamericana, a inicios de la década del 80, cuando se desempeñó como secretario de Estado durante las alternativas del conflicto bélico por Malvinas, en 1982.

Fue un apasionado de los secretos y es aceptada internacionalmente su contribución a la planificación del golpe de Estado para derrocar y asesinar a Salvador Allende. Lo propio habría ocurrido con el golpe de Estado en Uruguay, al considerar como amenaza a la izquierda en 1973 y, en Chile, se le atribuye la planificación detallada de la Operación Cóndor, esto es una misión encubierta de desaparición de adversarios de los militares chilenos cuyo objetivo era el de “combatir al comunismo en Latinoamérica”.

Kissinger y Las Malvinas

En la época en que se planificaba la invasión argentina a Malvinas, Menachem Begin habría enviado emisarios a Galtieri con un mensaje especialísimo.

En el mismo se decía que los israelíes miraban con simpatía la posición de nuestro país y hacía referencia al colonialismo británico.

Luego, en una comunicación telefónica, en febrero de 1982, Begin le habría contado a Galtieri como había luchado contra los ingleses, colgando a muchos de ellos en Palestina, en la década del 40.

Es más, Begin habría llamado otras tres veces a Galtieri en marzo de 1982, oportunidad en que le dijo, al parecer, que mantendría a Estados Unidos junto a Argentina.

A todo esto, los diplomáticos argentinos en el país del norte, comunicaron a Galtieri que estaban siendo abordados por hombres del Departamento de Estado Norteamericano.

Parecía ser-según nuestras fuentes-, que Begin habría prometido proveer armamento y repuestos a la Fuerza Aérea Argentina y apoya a nuestro país en la por entonces disputa territorial con Chile, a la vez que habría existido un compromiso de brindar a nuestro país información secreta confiable en cuento a la reacción británica, luego de que se concretarse la llegada de los argentinos a las islas, a lo que se sumaría el apoyo soviético al incidente.

Una delegación islámica advirtió a Galtieri que podría caer en una trampa y le dijo, además, que no apoyarían los reclamos argentinos si se ajustaba al plan Begin.

Los miembros de la cúpula militar que entonces expresaron sus reservas sobre el apoyo de Begin, habrían sido enviados a posiciones militares lejanas y separados de sus cargos.

La inteligencia de Israel continuó informando a los diplomáticos argentinos en Londres, especialmente sobre la situación económica británica y le habrían dicho a Galtieri que el gobierno inglés no enviaría fuerzas militares a Malvinas.

A cambio de su ayuda a Galtieri, el Mossad habría pedido a Galtieri mayor influencia israelí en el gobierno argentino y su ayuda ante las Naciones Unidas.

No son pocos los diplomáticos argentinos que habrían sabido que Begin hizo todo lo posible para que los diarios europeos callaran el accionar represivo de los militares del Proceso y, paralelamente, para que cerraran sus bocas los críticos internos del país como Amnesty Internacional.

Lo que desconocía Galtieri, entendemos, eran las negociaciones que Begin realizaba con los británicos, a los que les habría entregado información vital sobre aspectos militares argentinos, así como códigos secretos y diplomáticos.

En este caso, el trato era que la primera ministra inglesa Margaret Thatcher podría utilizar una guerra limitada para recuperar su popularidad casi destruida.

A cambio de ello, Begin deseaba la cabeza de Lord Carrington, ministro de Relaciones Exteriores británico, quien criticaba de manera persistente a Israel, a fin de obtener el comercio árabe para Gran Bretaña.

Parece ser que Carrington recibió información secreta “diferenciada” de Thatcher y habría aceptado sacrificar a su ministro.

Incluso, otras fuentes aseguraban que el Mossad, en España proveía datos de inteligencia a políticos argentinos, a la vez que continuaba recordando que se tuviera en cuenta la ayuda de Begin.

Así, en la víspera de la ocupación argentina de las Malvinas, Haig, Thatcher y Begin compartieron un solo temor: Que Argentina abandonara su expedición y por ese motivo se dice que Haig cambió, luego de la ocupación militar argentina, su posición, para desesperación de Galtieri.

La suerte estaba echada y a medida que todo lo prometido por Begin se hizo polvo, Galtieri le exigió que mantuviera su palabra. Begin lo habría tranquilizado pero el argentino ya era un cadáver político.

Nos hemos asomado al ventanal que permite ver el accionar de aquellos que forman parte del Nuevo Orden Mundial y, específicamente, del entramado del que se sirvió Kissinger para crecer políticamente y diplomáticamente a costa de millones de seres humanos.

[1] Preponderancia de los ricos en el gobierno de un país.

[2] Pablo Allegretti. Las redes secretas del poder.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com