En el exterior pronostican una nueva caída del PBI para Argentina en el 2020

Si se cumplen las estimaciones de gran parte de los economistas extranjeros, la economía argentina encadenará en 2020 su tercer año consecutivo de caída. De los últimos 10 años el PBI sólo creció en 4.

Al igual que Macri, Fernández iniciaría su mandato con un primer año recesivo. Así lo reflejan las proyecciones sobre la Argentina de los principales analistas extranjeros que monitorean los mercados emergentes y, en particular, la región. Según estos pronósticos, este año el PBI registraría una caída de entre 1% y 2%. De modo que, de confirmarse estos escenarios, la economía argentina encadenará en 2020 su tercer año recesivo. Se tendría así que de los últimos diez años (2011-2020), la economía argentina creció solo en cuatro oportunidades. Claro que para semejante perfomance la gestión de Cambiemos fue determinante ya que de los cuatro años de mandato de Macri sólo creció en uno (2017). Ahora Fernández tendrá la chance de intentar revertir este triste desempeño macro. Pero todo indica que este año, según la visión externa, será nuevamente recesivo, por lo que le quedarán los otros tres años para hacer despegar a la economía. Encima, los pronósticos dan cuenta que pese a la recesión la alta inflación persistirá. O sea, 2020 pinta nuevamente como un año con estanflación. Al respecto las estimaciones rondan el 44% anual.

La contracción estimada del PBI para este año llega hasta a un 2% debido a tres factores fundamentalmente: la disminución de las inversiones, los controles y la falta de financiamiento externo. Claro que apuestan a que, irónicamente, en el segundo semestre haya espacio para esperar un aumento modesto en el consumo de la mano de alguna mejora en los salarios reales y vinculado a la alta dolarización de los ahorros. Aunque con respecto a esto último la rica historia económica argentina muestra que el apetito por dolarizarse nunca se satisface plenamente, como algunos funcionarios especularon en el gobierno anterior.

El arranque del Gobierno de Fernández indica que las terapias de shock fueron desestimadas, al igual que con Macri y su inocuo gradualismo. Al parecer el objetivo primario es “poner la casa en orden” y frenar el deterioro de la economía mientras reestructuran la deuda pública. Lo visto hasta ahora siembra muchos interrogantes en los analistas externos porque si bien contemplan el impacto de las primeras medidas fiscales, tienen serias dudas, por ejemplo, de que este año el Tesoro alcance el equilibrio. Es más, el escenario base promedio marca un déficit primario en torno del 1% del PBI. Es que evalúan que el impacto final del paquete de medidas, y en particular cómo se resolverá el tema del ajuste de las jubilaciones sigue siendo incierto. Lo mismo vale para el caso de las tarifas públicas (por ahora congeladas), sobre todo, de energía y de transportes, y su impacto en la cuenta de subsidios. Reconocen que la suspensión del ajuste de las jubilaciones ayuda a disminuir la indexación pero destacan que el Gobierno enfrenta un bajo nivel de tolerancia a medidas de ajuste (del gasto) fiscal debido a las crecientes demandas sociales y a la ola de disturbios sociales en América Latina. De ahí surge el pronóstico de un déficit primario del 1% del PBI.

Cabe señalar que las estimaciones inflacionarias están atadas a la perspectiva de un “anclaje” del tipo de cambio nominal, para desinflar las expectativas inflacionarias en paralelo con cierto congelamiento de las tarifas públicas. La salida de esto es uno de los grandes interrogantes y que más influyen en el devenir de las cuentas fiscales. Se reconoce que las iniciativas van en dirección de una mayor austeridad, pero la incertidumbre que rodea la trayectoria fiscal sigue siendo muy alta a los ojos de los extranjeros.

Hay consenso pleno sobre la mayor flexibilidad de la política monetaria, que le permitirá al BCRA usar el tipo de cambio como un ancla nominal para la inflación, a expensas de apreciar el tipo de cambio real. De esta manera vislumbran un deterioro de la competitividad del tipo de cambio real en los próximos meses. Por ejemplo, ya ven que enero la inflación puede estar bien por encima del 3% debido al final de la reducción del IVA para ciertos alimentos y el aumento en el precio de la carne.

Con relación al tema de la deuda y en función a las declaraciones del ministro de Economía, Martín Guzmán, de que Argentina apunta a establecer un camino hacia el equilibrio fiscal y externo consistente con la sostenibilidad de la deuda y que se buscará una reestructuración amigable de la misma, desde afuera temen que las negociaciones sean prolongadas y no descartan que se registre un incumplimiento de pago antes de llegar a un acuerdo. Este riesgo sigue siendo alto debido a la falta de claridad en el camino hacia el equilibrio y la probable ausencia de asistencia del FMI.

Por lo tanto, el desafío del crecimiento sigue intacto. El Gobierno aspira a que la economía vuelva a crecer una vez que haya cerrado la negociación de la deuda. Pero nada indica que la receta a aplicar, que en realidad aún se desconoce, surta efecto, sobre todo porque parece repetir varias iniciativas empleadas en la última década y que no lograron sacar al país del estancamiento secular.