La gripe española: El mundo en su momento más crítico

“La ignorancia, como madre de la incompetencia, se esconde detrás de todos los silencios y todas las inacciones”.

Ray Douglas Bradbury

El orbe está viviendo uno de sus momentos más críticos con la expansión del coronavirus que, de epidemia –incremento de número de infectados en un momento concreto-, pasó a ser considerada pandemia, -epidemia de calado internacional-, originado en la ciudad china de Wuhan.

El temor se ha globalizado, a pesar de que –al momento de generarse esta columna-, no superó las cifras de la mayor pandemia soportada por la humanidad, esto es la gripe española.

Como a casi todas las cosas graves que se soportaron en nuestra casa global se le dio un nombre, a la que nos ocupa en esta columna se la denominó gripe española, generada en el transcurso de la Primera Guerra Mundial.

Sobre la gripe española la población mundial debió soportar una censura implacable, salvó en España, que por no formar parte de la lucha mortal de los países contendientes, la información fue liberada y ello permitió que Europa conociera su devastación. De allí fue que se la conoció como gripe española.

La hipótesis de los 100 millones

Las hipótesis de los orígenes fueron varias y tanto Francia como –una vez más-, China, en 1916/17 fueron mencionadas, aunque otros autores indicaron que el primer caso documentado se encuentra en Fort Riley, una base militar estadounidense, con fecha 4 de marzo de 1918.

Un investigador asegura que la enfermedad apareció en el condado de Haskell, en abril de 1918. Y, en algún momento del verano de ese mismo año, el virus sufrió una mutación o grupo de mutaciones que lo transformó en un agente infeccioso letal; el primer caso confirmado de la metamorfosis se dio el 22 de agosto de 1918 en Brest, el puerto francés por el que entraba la mitad de las tropas estadounidenses aliadas en la aludida Guerra Mundial.

En un cálculo elemental de pérdidas de vidas, se hizo referencia a una cifra cercana a los 100 millones en todo el planeta en sólo dos años (1918/20), lo que significaba entre un 3% a 6% de la población de la Tierra, esto es 600.000 muertos en EE.UU, a modo de ejemplo; Venezuela, 25.000, Argentina 15.000 –oficialmente-, otros hablan de que en realidad esa cifra se duplicó. Chile soportó el fallecimiento de 40.113 personas.

Una ayudita de la guerra al virus

En Europa la guerra le brindó una impensada ayuda al virus, al posibilitar su expansión con el movimiento de tropas, siendo los primeros infectados quienes luchaban en Francia, desde donde la gripe se infiltró en España para afectar mortalmente a 200.000 habitantes, luego de atacar “el soldado de Nápoles” como también se llamaba a la enfermedad, a 8 millones de seres humanos.

En distintos grados, la enfermedad en España, afectó, de manera destacada, a las ciudades de Madrid, Bajadoz, Granada, Cadiz y Sevilla, mientras que en el Reino Unido provocó 250.000 muertes.

En Francia abatió de manera fulminante a 400.000 habitantes. La India –británica-, sufrió el fallecimiento alrededor de 17 millones de personas; China, 30 millones y África Subsahariana 2 millones. En Fiyi murió el 30 % de la población y en dos semanas ocurrió lo mismo con la isla de Samoa, fundamentalmente entre la población de entre 20 y 40 años, en un lapso promedio de 5 días a causa, fundamentalmente, que sufrió terribles hemorragias o edema pulmonar.

Oleadas pandémicas

No podemos dejar de mencionar que la gripe española se expresó en tres oleadas pandémicas de primavera (mayo-julio 1918); (agosto-diciembre 1918) e invierno (enero-abril1919), oportunidad en la que no se salvaron ni los perros ni los gatos.

El virus desapareció velozmente como llegó en el verano de 1920, siendo considerada uno de los ejemplos de crisis de mortalidad.

Científicos estudiaron la pandemia empleando muestras de tejido de víctimas congeladas para reproducir el virus, logrando establecer en las indagaciones que el virus mata a causa de una tormenta de citocinas,[1] lo que explicaba su naturaleza extremadamente grave y el perfil de las víctimas poco común como se mencionó.

El 26 de febrero de 2001, en la publicación científica PNAS se reconstruyó por primera vez un virus de gripe con la secuencia del segmento NS del virus de 1918 y con la secuencia de un virus adaptado en ratones. Los investigadores reconstruyeron ese virus quimera y evaluaron su virulencia.

La clave para entender la virulencia de una cepa de gripe requiere manipular la secuencia genética del virus y estudiar su comportamiento. La técnica biomolecular que permite realizar tales estudios recibe el nombre de «genética reversa».

La genética reversa se basa en la posibilidad de «rescatar» un virus de novo a partir de la expresión de su material genético. La expresión coordinada del genoma de un virus en una célula usando vectores de expresión permite que se produzcan todos los factores necesarios para la creación del virus.

El 6 de febrero de 2004 se publicó en la revista Science un artículo realizado por dos equipos de investigadores, uno dirigido por Sir John Skehel, director del Instituto Nacional de Investigación Médica (National Institute for Medical Research) de Londres, y otro por el profesor Ian Wilson del Scripps Research Institute de San Diego, Califormia.

Ambos habían obtenido la síntesis de la proteína hemaglutinina responsable de la epidemia de 1918 de gripe española juntando ADN procedente del pulmón de una mujer inuit, encontrada en la tundra de Alaska y de muestras preservadas de soldados estadounidenses de la Primera Guerra Mundial.

El 5 de octubre de 2005, en Science, se publicó por primera vez en la historia la reconstrucción de un virus totalmente extinto, el virus de la gripe de 1918.

Un equipo multidisciplinario, capitaneado por el burgalés Adolfo García Sastre, uno de los padres de la genética reversa del virus de la gripe, se propuso en el 2003 la titánica tarea de encontrar las causas que propiciaron la pandemia de virus de la gripe de 1918.

Los investigadores que participaron en este proyecto pretendían encontrar esas causas analizando las características moleculares distintivas de este virus pandémico.

[1]Las citocinas (también denominadas citoquinas) son proteínas que regulan la función de las células que las producen sobre otros tipos celulares. Son los agentes responsables de la comunicación intercelular inducen la activación de receptores específicos de membrana, funciones de proliferación y diferenciación celular, quimiotaxis, crecimiento y modulación de la secreción de inmunoglobulinas Son producidas fundamentalmente por los linfocitos y los macrófagos activados, aunque también pueden ser producidas por leucocitos (PMN),

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com