La vida secreta de un contratista de la CIA

A los empujones, policías paquistaníes se llevaron por la fuerza al musculoso espía estadounidense Raymond Davis, quien no se resistió a ser introducido a un vehículo policial, cuyo destino final era una sala de interrogatorios. En el medio de dos agentes de civil escuchaba hablar a quienes lo arrestaron en los idiomas urdu, punyabí e inglés.

Ya en la sala casi a oscuras, sentado en una silla destartalada, Davis comenzó a recibir una lluvia de preguntas y algunos golpes bien dados para no dejar moretones y de mediana intensidad. En función de esto último, antes de que comenzaran a ser impacto en su rostro otras agresiones de mayor calibre admitió ser un ciudadano estadounidense, a la vez que dijo pertenecer a la embajada norteamericana en Pakistán.

También, ya más adelante, con los labios hinchados, dijo a sus interrogadores que su pasaporte lo había mostrado a las autoridades de seguridad que lo retuvieron en primera instancia.

“Tienen que buscarlo, está en alguna parte. Alguno de los policías lo tiene encima. Yo ya no lo tengo en mi poder. Algún policía se lo guardó”, aseguró Davis.

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Quienes escucharon y vieron la grabación del interrogatorio, pudieron comprobar que Davis introduce una de sus manos, ya libre, bajo la camisa de franela que llevaba puesta y expone varias placas de identificación que tenía colgadas de su cuello, con lo que logró probar que se desempeñaba también en el consulado de Estados Unidos en la ciudad de Lahore, donde había sido detenido.

Como las presiones sobre él eran intensas, terminó por decir que trabajaba en el consulado como asesor y quienes lo interrogaban, -aún a sabiendas que el diálogo sería visto y escuchado por sus superiores-, le ofrecieron agua, pero a cambio de dinero.

Davis, una antigua estrella del fútbol norteamericano y de lucha libre en Virginia Occidental, boina verde retirado y, en ese momento, agente clandestino de la CIA en Pakistán, había sido detenido conduciendo un Honda Civic, color blanco, en Lahore, capital de Pakistán. Tiempo atrás había estado en la frontera como un “activo” de una guerra secreta de Estados Unidos en Pakistán.

  • El detenido, tercer hijo de un albañil y una cocinera creció en una casa de madera miserable, en la zona de Big Stone Gap, un poblado de un número pequeño de habitantes, en Virginia.

Era de complexión física fuerte y se había dedicado al deporte de lucha. Luego se alistó en el Ejército, siendo enviado a Macedonia, en 1994, como miembro de la Fuerza de Paz de la Organización de las Naciones Unidas. Posteriormente, estuvo un quinqueño en la Infantería hasta 1998 y pasó a formar parte de Fort Bragg, dejando el ejército en 2003.

Pasó a formar parte de la empresa de Erik Prince –un antiguo jefe de Davis en Blackwater Word Wide, quien formó un grupo de mercenarios sudafricanos para ayudar a crear una fuerza anti piratería en el norte de Somalia

Desde esa empresa se lo envió a Irak como guardia de seguridad de la CIA. Tres años más tarde formó su empresa privada de seguridad en Las Vegas y logró un contrato con la Agencia, pero a nivel privado.

Estuvo en la histórica azotea de la base de la Agencia en Bengazi (Libia) y luego pasó a Irak y Pakistán, donde estuvo a las órdenes directas de la CIA en 2008, más precisamente en Pashawar.

Era evidente que Davis había estado trabajando en la guerra contra Al Qaeda y las circunstancias hacían –para él-, que estuviera respondiendo preguntas en una comisaría de mala muerte, luego que dos jóvenes se le habían acercado sospechosamente en una moto negra y el espía, teniendo a mano armas de fuego, sospechó que estaban por atacarlo y les disparó con una semiautomática Glock, con la que hirió a uno de sus presuntos atacantes en el estómago, el brazo y en el abdomen.

Cuando el restante sujeto escapaba, Davis descendió de su Honda Civic y le efectuó varios disparos por la espalda.

El agente clandestino, al tomar debida cuenta de su violenta respuesta llamó al consulado para pedir ayuda y a los pocos minutos una Toyota Land Crousie partió para asistirlo, pero en su trayecto tuvo un accidente y produjo la muerte de un motociclista pakistaní.

  • Las autoridades de Lahore encontraron en el vehículo de Davis imágenes de instalaciones militares de Pakistán, tomadas secretamente. Y la realidad mostró entonces su cara más cruel.

Mentira crucial

El director de la CIA le mentiría al jefe de la inteligencia pakistaní, al que le negó, en una llamada telefónica y luego, en un encuentro privado, que Davis trabajaba para la CIA.

El ex presidente estadounidense Barak Obama, posteriormente, en una entrevista pública, en territorio estadounidense, pidió que “un diplomático norteamericano en Pakistán fuera liberado de inmediato”.

Es más, Obama, cuando se refería a Davis, lo mencionaba como “nuestro diplomático en Pakistán”, mientras que el ISI no tenía datos sobre dicho diplomático y se negaba a considerarlo como tal.

Pasha, el jefe de la inteligencia de Pakistán se reunió con el de Estados Unidos, para promover un manejo discreto del tema y Panetta, con un cinismo a toda prueba, negó a Davis y agregó que el asunto lo manejaba el Departamento de Estado. Pasha entonces dejó el asunto en manos de los jueces.

El ISI, en 2006 había permitido trabajar fuera de las bases militares alos espías en zonas tribales, lugares donde actuaban los Predator y Reasper para eliminar objetivos fijos de terroristas.

A todo esto, el titular de la Estación de la Agencia Central de Inteligencia en Islamabad se enfrentó con el embajador de Estados Unidos, ya que este último se negaba a hacerlo, debido a que la CIA y el espionaje de Pakistán estaban enfrentados.

Para colmo, la esposa de uno de los asesinados por Davis, convencida que el mismo nunca sería llevado ante la justicia de Pakistán, ingirió una cantidad letal de veneno para ratas.

Lo que la mujer no sabía es que la CIA, con personajes como Davis, se había convertido en una máquina de asesinar en una zona alejada de guerra declarada entre espías. La Agencia estadounidense había pasado a encargarse de tareas asociadas con militares y los espías eran cuasi-soldados, mientras que estos últimos, con equipos de comandos llevaban a cabo operaciones de espionaje aprobadas por Washington a partir del 11-S.

  • La Agencia Central de Inteligencia y el Directorio para la Inteligencia Interservicios (ISI), en enero de 2010, en el mandato de Bennerr como jefe de la Estación de la CIA en Pakistán, un equipo de agentes clandestinos de la misma y de las Tropas de Operaciones Especiales, que trabajaban en Karachi rastreó un vehículo hasta una casa, donde luego supo la CIA que allí se escondía el mulá Abdul Ghani Baradar, considerado el comandante militar talibán afgano y segundo del ya fallecido Mohammed Omar. Baradar fue detenido.

Recién allí tomó conocimiento de los hechos la Agencia, que no tuvo acceso al apresado, aunque se enteró de la versión de que Baradar quería llevar a Washington, a la mesa de negociaciones, a los talibanes en representación de Afganistán.

Presiones y protestas

Los medios de comunicación presionaban y había protestas callejeras por el caso Davis, quien temía ser ejecutado, ya que la víctima del espía , en Lahore, pertenecía a la familia de Nawaz Sharif, nada menos que un exponente local de la actividad política que quería volver a ser presidente Assifali Zardari.

Y precisamente la embajada de Estados Unidos se apoyaba en el expresidente para sacar de la cárcel a Davis, aunque la diplomacia de Pakistán advirtió a los estadounidenses que Zardari tenía escasa influencia en la policía y en la justicia. Para colmo, los intereses del ISI y la CIA habían entrado en directa colisión de intereses, luego que el grupo asesino Lashkar –e-Taiba, envió a asediar hoteles de lujo en Bombay (India), en noviembre de 2008, logrando matar a más de 500 personas durante cuatro días, con el solo objetivo de elevar su perfil global.

Y ello hizo que la CIA enviara más “operativos” a Pakistán, situación que produjo como consecuencia enfrentamientos en zonas tribales entre el ISI y la Agencia, en razón que a la vez buscaban detectar figuras de Al Qaeda.

Monitoreo

En junio de 2010, ocho meses antes de que se escuchara con insistencia el nombre de Raymond Davis, La CIA y el ISI monitoreaban los movimientos de un grupo de árabes sospechosos de suministrar apoyo logístico a líderes de Al Qaeda, ocultos en Pakistán.

La inteligencia norteamericana ocultó que uno de los vehículos relacionados con el caso Davis, pertenecía a Abu Ahmed Al Kuwaiti, el pseudónimo de un hombre que actuaba como correo personal de Osama Bin Laden, siendo su verdadero nombre Ibrahim Saceed Ahmed.

La Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EE.UU. – sobre la cual ya hemos generado varias columnas de investigación-, logró identificar el número del celular utilizado por el correo de Bin Laden y se lo comunicó a la Agencia para que efectúe el monitoreo correspondiente.

En el verano del 2010, el celular “pinchado” de Al Kawaiti, recibió una llamada de un amigo suyo desde un país del Golfo Pérsico y los estadounidenses comenzaron a grabar.

En una celda a oscuras

Mientras tanto, Davis estaba detenido en una celda totalmente a oscuras, en el interior de la cárcel de Kotlapat –periferia de Lahore-, donde era habitual que se produjeran muertes sospechosas de detenidos. En su caso particular, y a pedido del consulado norteamericano, Davis era vigilado por guardias desarmados para evitar que a un guardia “se le escapara un disparo”. Es más, un grupo de perros le probaba la comida para evitar envenenamientos.

En la cúpula de Pakistán era fuerte la sospecha de que la CIA había creado un ejército pequeño paramilitar en Pakistán, a cargo de contratistas, cuya misión era encargarse de misiones delicadas tras el 11-S.

A finales de 2010, para cuando Davis se mudó a un edificio de departamentos con otros agentes de la CIA y de otros contratistas, la mayor parte de los agentes encubiertos buscaban desesperadamente información del crecimiento del grupo de Lasmkar.

De manera conjunta, el Departamento de Estado, la CIA y el Pentágono pedían visados para su personal y las peticiones terminaban, indefectiblemente en el despacho de Husain Haqqani, el pro americano embajador de Pakistán en Washington.

Haqqani tenía precisas órdenes del gobierno de Pakistán de ser “indulgente” y cuando se produjeron los asesinatos de Lahore, había tantos norteamericanos operando en Pakistán, que incluso la embajada de Estados Unidos no tenía registros precisos para hacer seguimientos.

La embajada estadounidense en Islamabad era una fortaleza, dentro de otra por buenas razones: la antigua embajada había sido incendiada en 1979 por estudiantes que protestaban por falsos informes respecto a que Estados Unidos estaba detrás de la ocupación de la gran mezquita de la Meca.

En la embajada la actividad diplomática y la de los espías estaba separada y la CIA, vale subrayarlo, ocupaba un laberinto de oficinas, con accesos cifrados.

El nuevo jefe de la Agencia había sido enviado a Pakistán para reclutar agentes del ISI y expandir la vigilancia electrónica de las cercanías del Directorio pakistaní, ya que este último escondía datos.

En realidad, respecto del ataque a la mezquita, se había establecido que un grupo escindido radicalizado del islamismo había atacado la mezquita y logrados cientos de rehenes que habían ocurrido a la Meca por el Haj.

La CIA aprovechó la situación y encaró duramente al embajador Cameron Hunter, a cargo de la misión en Islamabad, a finales del 2010.

Con Davis en prisión, Hunter se reunió con el director del ISI, el teniente general Ahmad Shuja Pasha, para llegar a un acuerdo en el que Estados Unidos admitiría que Davis trabajaba para la Agencia y que compensaría en secreto a las familias de las víctimas de Lahore. El acuerdo contemplaba, además, que Davis sería expulsado de Pakistán y que no debía volver jamás.

Al acuerdo La CIA se oponía, ya que Davis había estado espiando a un grupo violento con vínculos, en paralelo, con la CIA y el ISI.

Había temor de que Davis fuera asesinado en la cárcel, antes de que la administración Obama lograra el objetivo de hacer que fuera dejado libre, basándose en que era un diplomático extranjero, inmune a leyes locales, incluso a aquellas que prohíben el asesinato.

Hubo una evaluación de expertos en Pakistán de parte del Departamento de Estado. Los especialistas advirtieron que ampliar la guerra en Pakistán incrementaría el odio contra Estados Unidos en las calles y ello podría arrastrar al país al precipicio.

El 17 de marzo de 2011, dos días después que Davis saliese de la cárcel por un acuerdo y fuera expulsado de Pakistán, drones de la CIA atacaron una reunión tribal en Daytakhel, en Waziristán del Norte y fueron eliminados doce hombres sin un motivo preciso.

Evidentemente el 11-S externalizó el acto de apretar el gatillo en la CIA para cazar terroristas y esbirros como Davis conduciendo por calles de Lahore, con una Glock semiautomática o soldados privados esquivando proyectiles de morteros durante toda una noche de fuego cruzado en la terraza de la aludida base de la CIA en Bengazi.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com