Cacerolazos de rosarinos indignados por la falta de luz

A las 20.30 de anoche se cansaron de soportar. Venían de aguantar un lunes agobiante, sin luz ni agua. Y ayer su malestar los hizo estallar. Los vecinos de un amplio sector de barrio Martin salieron espontáneamente a sus balcones, a la puerta de sus domicilios y se quedaron en el frente de sus comercios. Por momentos pareció un dèjá vu del «que se vayan todos». El fuerte ruido del cacerolazo parecía buscar una solución o al menos que alguien se acercara, como dijo Güendy, una de las damnificadas. A su lado, un diariero despotricaba contra el «gobierno provincial socialista que hace mucho marketing, pero no resuelve nada». Lejos, y paralelamente, en la picante esquina de Ayacucho y Uriburu, la gente tomó una decisión más drástica y quemó contenedores. La noche se puso caliente, aunque la temperatura de una jornada bochornosa había descendido.

Como lo hicieron sus pares de Mitre y Montevideo, a las 12.15, pasadas las 21 los «indignados» versión barrio Martin ya empezaban a concentrarse en distintas esquinas. Media hora más tarde colmaron 1º de Mayo y 3 de Febrero. Una valla de una obra en construcción de la zona fue la manera de marcar el desvío al tránsito. Todo, absolutamente todo alrededor, eran penumbras. «Esta vez ni siquiera quedó la luz de la calle», bramó María. Con un manojo de llaves, la mujer no paraba de golpear una olla de acero inoxidable. En efecto, en un sector con habitantes de mayor poder adquisitivo, los improvisados redoblantes eran woks, tapas de Essen y sartenes recubiertas de Teflon.

En el barrio del ex intendente Miguel Lifschitz los problemas provocados por el corte que había comenzado a las 16 y seguía sobre el cierre de esta edición eran comunes: comercios que debieron descartar mercadería, jubilados varados en sus departamentos, temor a la inseguridad generada por la oscuridad casi total y otros graves inconvenientes provocados por la falta de un servicio esencial.

De a poco empezaba a llover y los vecinos prometían seguir en la esquina. En rigor, las intersecciones de la protesta se fueron multiplicando y en todas se repetía la postal: gente disgustada, automovilistas que acompañaban con sus bocinas y algunas personas que escapaban de sus domicilios en busca de algún sitio iluminado.

Cerca, pero no tanto, la policía y la Guardia Urbana Municipal (GUM) merodeaban la zona. «Lo único que falta es que nos crean delincuentes», se quejó Güendy antes de anticipar que ya estaba en contacto con entidades defensoras de los consumidores para recurrir a la Justicia.

Temprano. Los cacerolazos comenzaron ayer temprano. Poco después del mediodía, vecinos golpearon sus ollas en Mitre y Montevideo. «No tenemos luz ni agua y pagamos bien caros nuestros impuestos», dijo una mujer mientras sostenía una bidón con agua mineral.

Lejos del centro, en zona sur, los vecinos habían padecido más de 20 horas sin luz y estaban tan agobiados que no tenían la fuerza suficiente para salir a la calle. «Desde anoche (por el lunes), a las 23.30, estamos padeciendo este corte. Esto es un horno. Ahora (a las 21) vino la luz por un rato pero se vuelve a cortar», contó Osvaldo, desde Alem y Garibaldi. Pero el disgusto los animó para exhibirlo en la vía pública. Tanto que hubo una quema de contendores en Ayacucho y Uriburu. (La Capital)