Mafia Rusa: La Primavera Sangrienta del 2000

Leonid Ilich Brezhnev (1906-1982), un rechoncho miembro del Partido Comunista desde 1931 sucedió a Nikita Jruschov (15/4/1894-1/9/1971) como primer secretario del Partido Comunista en 1964 y luego se fue perfilando como dirigente supremo y líder de la URSS en la década de los 50.

Fue precisamente en ese tiempo en que los criminales comenzaron a robar descaradamente.

La economía rusa estaba estancada y los ladrones se aprovecharon de la excesiva burocracia y el extremo control sobre los mercados por parte del partido. Los rusos comenzaron a suplir lujos y el territorio soviético comenzó a occidentalizarse.

La invasión comercial no se privó de ingresar a través de fronteras laxas jeans, aparatos electrónicos, vodka y cigarros para atender las necesidades de todos aquellos que podían pagarlas.

Los pocos jefes mafiosos, por ese entonces, mantenían un bajo perfil, a sabiendas que terminarían en los Goulags (campos de trabajos forzados).

Alardeaban de sus riquezas mal habidas, ya que si se mantenían –como lo hicieron- en las sombras podrían continuar controlando la economía clandestina utilizando la protección de la oficialidad del Ejército, que obtenía con ello, -allá por 1970-, una tajada del negocio.

A mitad de 1980, durante el período del último presidente soviético Mijael Gorvachev que implantó el programa de perestroika y la glasnot, -la cual no solamente abrió camino para el establecimiento de las empresas privadas en la Unión Soviética, sino también creó oportunidades para la actividad criminal de toda clase- se posibilitó la debilidad del Estado.

En la era de Gorvachev dos legislaciones se pusieron en marcha: la Ley de Trabajo Individual (mayo de 1987) y la Ley de Cooperativas (1998) afectando la economía clandestina, ya que estas leyes Іegalіzaban negocios privados y para el 1 de Enero de 1990, un total de 200.000 cooperativas estaban operando, algunas de las cuales eran ex empresas clandestinas que se hicieron legales.

Los primeros beneficiarios de estas reformas legalizadas fueron generalmente pequeños grupos criminales que en pocos años lograron desarrollar redes.

El fin de la Unión Soviética y la apertura de la economía probaron ser un proceso caótico, el pequeño orden logrado durante el período de transición provino no del Estado, sino de un grupo de «coordinadores» o «padrinos» mayormente conocidos como «Jefes de la ley» quienes aseguraron la estabilidad del emergente sistema de crimen organizado.

Desde el rompimiento de la Unión Soviética muchos más grupos criminales se han formado, que compiten por el control de mercados ilegales y territorios de protección y extorsión.

En Moscú y otras grandes ciudades los asesinatos se incrementaron, muchos de ellos asociados a grupos criminales. Según el especialista Andrew Solomón «la mafia rusa desarrolló las características de las familias de la mafia clásica, reclutando miembros, ayudándolos con problemas legales».

La mafia Solnsevskaya dominó el submundo criminal en Moscú incluyendo el mercado de drogas y concretó operaciones alrededor del mundo que involucran tráfico de armas, narcóticos, y operaciones de lavado de dinero.

Las redes internacionales de crimen organizado ruso parecieron ser reacciones de alianzas convenientes y temporales, no necesariamente de carácter permanente, y por lo tanto no estratégicas.

A final de los 90 el Departamento de Control de Crimen Organizado del Ministerio del Interior ruso reportó que existían más de 8.000 grupos criminales rusos, euroasiáticos y ente 750 y 800 «Jefes de la ley» que finalmente crearon la llamada mafia rusa.

La última comida

El asesinato del ministro de Defensa yugoslavo no llegó a terminar de comer en un restaurante de Belgrado cuando una lluvia de balas terminó con su vida. Fue el punto de inflexión que determinó una sucesión casi interminable de homicidios.
El rostro de Vavja Bokán fue acribillado con 29 impactos de bala, disparados por dos sicarios con sendas armas semiautomáticas. Cuarenta y ocho horas antes se incendiaba el parlamento yugoslavo y 500 mil serbios tomaron las calles de la capital.
Bokán se había dedicado con fruición a revelar detalles de los secretos del contrabando de tabaco, quebrando un pacto de silencio que cualquier mafioso respeta.
El lugar del muerto lo ocupó Dusan Spasojevic, líder de la denominada banda de Zamún, distrito donde construyó su mansión, procedía del sur del país, donde el tráfico de heroína durante décadas fue su razón de existir.
Monopolizó el tráfico -100 kilos de droga dura por mes- le reportaba millones de rublos gracias a excelentes redes de distribución.
La banda de Zamún comenzó a adquirir el hígado y riñones de personas desesperadamente pobres para dar vida a ricos sin esperanzas que imploraban por esos órganos como única esperanza de sobrevida.
El tétrico panorama se complementaba con la existencia de paramilitares desocupados que traficaban heroína, tabaco, mujeres e inmigrantes ilegales hacia Europa Occidental como destino final.
Para ese entonces Bosnia estaba inmersa en el escándalo de las prostitutas que “atendían” a las fuerzas de la Organización de las Naciones Unidas, cuyos funcionarios –se decía insistentemente, sin que nadie presentara pruebas- blanqueaban dinero de la región.
A todo esto y como frutilla del postre listo a servir, en Macedonia se estaban realizando los preparativos para ir hacia una guerra civil por el control mafioso del tabaco.
Spasojevic continuaba expandiendo su negocio y se lanzó a conquistar el mercado de la cocaína –en ese tiempo destinada, por su costo, a las clases altas- iniciando un estudio pormenorizado de la estructura logística para optimizar el transporte de la droga desde Colombia.
Los rusos, conocedores en el 2000 de una comunidad colombiana experta en químicos, no duraron en triangular droga hacia Rusia con destino final a Amsterdam, desde donde se distribuiría luego hacia el norte de África.
Los colombianos, junto a los búlgaros aprovecharon las privilegiadas costas de Croacia, Albania y Bulgaria y para el 2008 ya había ganado los mercados de España.
Spasojevic fue apresado en un avión que estaba a punto de decolar desde París a Bogotá, debido a que el gobierno serbio había ordenado su extradición debido a que era sospechoso de asesinato.
La mafia del caviar
Para la mafia rusa la droga no era todo. También el caviar formó parte del millonario entramado ilegal, llegando a casi extinguir las reservas del esturión beluga, adquirido a los pescadores por cifras miserables y exportado en trenes y aviones por los gánsteres a Turquía, Moscú (80% ilegal) y el Oriente Medio en valores increíbles.
Se llegó a tal punto que Mijahil Gorbachev tuvo que reforzar a las fuerzas especiales para proteger al esturión de la depredación incontrolada. Daguestán se había convertido en un territorio sin ley y la policía se tuvo que inmiscuir en una guerra casi imposible de ganar contra la mafia del caviar que derivaba la mayor de sus cargas clandestinas a los Emiratos Árabes.
Gorbachev, autor de aplaudidas reformas gubernamentales benefició, sin proponérselo, entre otros, a un ruso de apellido Tarasov, quien en 1988 se convirtió en millonario.
Tarasov empezó arreglando televisores de extranjeros, improvisando –como en la actualidad en la Argentina lo hacen los técnicos- con piezas de recambio de origen ruso y luego descubrió que obtendría más ganancias con una casa de citas, la que fue cerrada por el Estado amparándose en el objetivo comercial inmoral que representaba para la familia rusa.
La policía de Gorbachev cedió territorio a las bandas callejeras compuestas por veteranos de Afganistán, expertos de la KGB y en artes marciales, que como la mafia italiana en sus inicios se dedicaron al negocio de dar protección cobrando hasta un 30 por ciento de la facturación de los negocios.
Para los empresarios que se dedicaban al contrabando era negocio, ya que si iban por derecha terminaban abonando más del doble en impuestos.
Parece difícil de asimilar, pero la realidad es que esas bandas de “protectores” terminaron formando una fuerza de poder económico internacional: La “Kroysha”.
Sin embargo esta última organización no era la más importante dedicada al rubro, ya que ese espacio del delito proteccionista era la Hermandad de Solvtsevo, que comenzó a cobrar fuerza a partir de 1991, año en que actuaba la Oficina de Delincuencia Organizada y época en la que se liberaron los precios. Así, Rusia se sumió en un capitalismo surrealista al que los soviéticos englobaron en el nombre del “ salvaje este”.
El Moscú prostibulario y una nueva especie: «el oligarca ruso»
Para el 2000 ya hacía 7 años (1993) Las calles de Moscú estaban inundadas de prostitutas que ejercían su comercio sin control y las familias rusas pensaban que su ciudad se había convertido en una sobrecogedora Babilonia de armas comunes y de guerra, dinero mal habido, empresas fantasmas y violencia sin control. La jefatura de la Unidad Contra la Delincuencia Organizada de Moscú estaba a cargo del general Wladimir Rushaylo.
La nueva especie de mafioso compraba el barril de petróleo aun dólar y lo vendía a 30 en los países bálticos. El mecanismo dio como resultante a una camarilla de hombres y mujeres ricos que dejaban a sus espaldas una clase media debilitada.
Mientras Rusia se vestía con un ropaje capitalista, atractiva para la inversión extranjera, los ricos del interior del país saqueaban los recursos naturales que eran vendidos a precio dólar y que eran sacados del país evadiendo impuestos.
El Fondo Monetario Internacional inyectaba fondos y la oligarquía los derivaba a bancos de Suiza y a islas del Pacífico donde se blanqueaban las divisas a través de una ingeniería financiera corrupta.
La policía y la KGB no tenían noción de cómo modificar el comportamiento sociológico para lograr que la sociedad respete la ley. La justicia era manipulada por las bandas mafiosas y el negcio de las drogas, el tabaco y la prostitución se sumaban al de la venta de autos.
Fábricas eran compradas a precios irrisorios por la mafia, que luego pedía fondos al Estado para hacerlas funcionar alegando la creación de fuentes de trabajo.
En definitiva fue un negocio de tres patas: Oligarcas, burócratas y mafiosos, con el marco prostibulario desenfrenado y con la ostentación escandalosa de riquezas e intrigas políticas impenetrables que terminó por desencadenar el estallido de la guerra de la mafia.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com