Maupassant: «He entrado en la vida literaria como un meteoro, y voy a salir de ella como un rayo»

«La menor cosa tiene algo de desconocido. Encontrémoslo. Para descubrir un fuego que arde y un árbol en una llanura, permanezcamos frente a ese fuego y a ese árbol hasta que no se parezcan, para nosotros, a ningún otro árbol ni a ningún otro fuego».

De la novela “Pierre et Jean”, de René Guy de Maupassant.

Aquella noche la lluvia caía a raudales y las luces del salón de clases nocturna oscilaban entre amarillentas y la oscuridad por segundos. Elsa, la profesora de Literatura, ingresó empapada al curso de quinto año, sacudiendo con violencia el paraguas e inmediatamente perdimos la esperanza de tener la última hora libre.

De su bolso marrón gastado, mientras con una mano se acomodaba el cabello negro y húmedo, con la otra sacaba un libro de tapa dura y hojas de papel biblia, el que por el peso de más de mil páginas dejó rápidamente sobre el escritorio.

Así conocí a René Albert Guy de Maupassant, quien a de uno de sus personajes en “Memorias de un Soltero”, le hacía decir: “Tengo la debilidad de querer a los maridos de mis amantes. Tengo buen cuidado, si rompo con la mujer, de no romper con el esposo. Así he conseguido mis mejores amigos”. Sostengo –sin prueba alguna-, que René Guy se refería veladamente a sí mismo, aunque lo hacía por boca del memorioso soltero.

Esa misma noche, al concluir la lección literaria encaré a Elsa y logré, a préstamo, por una semana, el libro de narraciones que regresé luego de dos meses y medio. He disfrutado muchos obras literario de diversos autores, pero los cuentos de Maupassant quedaron marcados a fuego en mi memoria.

De este preciosista del relato breve apuntaré no sólo aspectos de su obra, sin que, además, aprovecharé para hacer lo propio con su vida, su estilo literario, su misoginia y misantropía, entre otros aspectos de su vertiginosa existencia.

El “noble” Maupassant

La versión histórica conocida referencia el nacimiento de Maupassant en el 5 de agosto de 1850, en un dormitorio del lóbrego castillo de Miromesnil –distrito de Tourville-sur-Arques (Normandía), esto es a ocho kilómetros de la localidad de Dieppe. Otra historia sindica que sus padres inventaran dicha localización, ya que ambos aspiraban a la gloria de una nobleza de dudoso origen.

René Guy continuará con esa “tradición” afirmando que su padre Gustave era descendiente de una familia lorenesa, establecida en Normandía desde los albores del siglo XVIII.

El biógrafo fecampés Georges Normandy, en 1926 generó una controversia sobre el nacimiento del escritor que nos ocupa, al afirmar como hipótesis que habría nacido en Fécamp, en el Bout-Menteux.

El apellido Maupassant, probablemente, derivaba de mauvais passant. Su esposa Laura Le Poittevin nació en Ruan, en 1821. Esta, hija de armadores, pertenecía a la burguesía normanda y para apoyar aún más la presunta falsa historia, Laura y su hermano Alfredo habían sido amigos de infancia de Gustave Flubert.

Una infancia triste

Las continuadas disputas entre un padre disoluto y violento y una madre neurótica entristeció la vida del genial cuentista. No son pocos los críticos que hablan de un padre cabeza hueca que engañaba a su esposa con otras mujeres a mansalva.

En 1856 nace Hervé y tanto el mismo como su hermano René Guy, más joven, heredaron una enfermedad venérea que los conduciría a ambos a la locura y finalmente a la muerte.

La madre de René Guy y Hervé fue recompensada en lo atinente a su maternidad, respecto de sus diferencias conyugales al separarse en 1862. Precisamente la progenitora introdujo a René Guy, a edad temprana, en el estudio de las lenguas clásicas

Tanto en 1859 como al año siguiente el joven estudió en el Liceo Napoleón, en el colegio eclesiástico de Yvetot, del que finalmente fue expulsado y luego ingresó al Liceo de Ruan, desde donde mantuvo una relación epistolar con Luis Boulhet, amigo de Flaubert.

Adolescencia contradictoria

Vagabundeos, borracheras, lecturas abundantes y la poca o casi nula presencia de su madre, que acababa de separarse, llevaron a tener a Maupassant una adolescencia contradictoria, un joven que imaginativamente tomó a Flaubert como la representación del padre, -ya que en ese sentido se consideraba un huérfano-, y fue quien tuvo a su cargo las primeras correcciones de las poesías y los cuentos iniciáticos del que sería un reconocido cuentista.

Precisamente, en el prólogo de su novela “Pedro y Juan”, describe como Flaubert lo estimula y le brinda consejos, a la vez que a instancias de la madre del escritor, de la cual Flaubert era amigo de la infancia, lo tomó bajo su protección y le abrió la puerta de algunos periódicos mientras le presentaba a Iván Turgénev, Emile Zolá y a los hermanos Goncourt.

Debido a ello, entre los parisinos corrió en los mentideros la insistente versión de que Flaubert era su padre biológico[1].

Maupassant repartía su tiempo en la creación literaria firmando como Guy de Valmont y excusiones a lo largo del Sena, en las que acompañaba a jovencitas fáciles de conquistar y remeros.

El llamado del deber y el debut literario

René Guy de Maupassant recibió el llamado a defender a su patria en la guerra franco-prusiana y regresó a la vida civil en 1872 para trabajar como empleado en el Ministerio de Marina, ámbito de atmósfera Kafkiana que lo inspiró para escribir una de sus obras consideradas maestras: L` Heritage.

Su debut literario está ligado al relato Bola de sebo (Boule de suif), escrito en 1880, publicado en el volumen Las Veladas de Médan (Les soirées de Médan), especie de manifiesto del naturalismo que reunía cuentos sobre la guerra de 1870 , escritos por varios autores que constituían el Grupo Médan, dirigido por Emile Zolá, donde Maupassant hizo alarde de su talento gracias a su capacidad de observación, a sus escritos satíricos sobre los burgueses -a los que desenmascaró en sus crueldad por el conflicto bélico-, mientras presentaba con dureza el penoso sacrificio de una prostituta “inmolada al pudor de las damas”.

Al hacer la presentación de sus relatos Maupassant fue aclamado a coro y proclamado maestro e ingresa a la vida literaria como un misil.

Su amigo Frank Harris, al conocer en 1881 a Maupassant lo describe como “un hombre de estatura media, robustísimo y guapo; la frente alta y cuadrada, el perfil griego, la mandíbula fuerte y sin dureza, los ojos grises-azulados, profundamente hundidos, el bigote y el cabello casi negros. Tenía modales perfectos, pero, en un primer momento, parecía reservado y poco propenso a hablar de sí mismo o de sus obras”.

Era deportista, practicaba el piragüismo y estaba orgulloso de su fuerza. Era considerado como un hombre de un vigor físico increíble y aseguraba que después de un día de piragüismo por el Sena, podía remar la noche entera.

En 1881 vio la luz su primer volumen de relatos: “La casa Tellier (La maison Tellier), seguido por Madeimoselle Fifí (1882) y luego surgió su novela Una vida (Une vie, 1883), calificada como una delicada trama narrativa centrada en un aspecto femenino de ascendencia flaubertiana, y Bel Ami (1885), que explota el tema del arribismo social a través del periodismo y las mujeres, para condenar políticamente el mundo de las altas finanzas especulativas y colonialistas.

Con su literatura ingresó al mundo del lujo, la inagotable actividad amatoria, los largos viajes solitarios con su yate Bel Ami y a la sociedad de Cannes y de París, donde ganó su fama de seductor.

“La gloria es una jugada de suerte, una jugada a los dados, mientras el amor es una sensación nueva arrancada a la nada”, opinaba Maupassant, más orgulloso de su empresas amorosas que de su literatura.

Con Madeimoselle Fifí, Maupassant se convirtió en el escritor de moda –un best-seller de hoy-, y sus derechos de autor le permitían vivir muy bien, logrando en el tiempo una gran fortuna, con la que compra un piso en París, una casa en Etretat y un par de residencias en la Costa Azul, junto a viajes a Italia, África e Inglaterra.

En 1883 tiene en brazos a su primer hijo, fruto de sus relaciones con Joséphine Litzelmann, natural de Alsacia, con quien tendría posteriormente otros dos hijos, a los que no quiso reconocer, aunque sus allegados decían que sentía por ellos mucho cariño y atendió, como muestra de ello, sus necesidades materiales, demostrando con ello su carácter contradictorio.

Ya cercano al final de sus días, no son pocos los críticos que señalaron que la adulación de la aristocracia lo transformó en un ser humano snobista, al punto tal que dice la leyenda que en el interior de su sombrero sus iniciales iban precedidas por una corona de marqués y que ni siquiera tenía derecho a la preposición con la que hizo preceder siempre su apellido.

Su actividad literaria

En 1887 publicó Mont Oriol, mientras que un año después se conoció Pierre et Jean, esto es un análisis psicológico de una pareja de hermanos divididos por una herencia y por el descubrimiento de su origen adúltero.

En 1889 apareció en las librerías Fuerte como la muerte y, paralelamente, se conocía una ininterrumpida producción de relatos de un estilo único que posteriormente fueron recopilados: Mis Harriet, 1884; Las hermanas Randoli, 1884; Claro de Luna, 1884; Tonio, 1885; Cuentos del día y de la noche, 1885; Monsieur Parent, 1886; El horla, 1887; La mano izquierda, 1889 y Nuestro corazón, 1890, entre otros.

La idea fija del suicidio

Sobre el final de su producción como escritor de relatos y cuentos, su inspiración se canaliza en la idea fija del suicidio, la obsesión de lo no visible y la angustia, enmarcada en una ruta pesimista que se basaba, fundamentalmente, en su expresión de que “el Universo es un desencadenamiento de fuerzas ciegas y desconocidas”, y que “el hombre es una bestia escasamente superior a las demás”.

Con el acercamiento de los días finales de su existencia se mostró más hostil hacia los demás, terminando la misma en soledad, de la que se alimentó para escribir sus fantasías en “El miedo”.

Los especialistas en psiquiatría consideraron está época como testimonio de su progresiva locura, mientras que otros literatos recordaban, en sus cuentos, la grandeza de Edgar Allan Poe.

La borrasca de la noche del 1º de enero de 1892 y su frío intenso, fue testigo del intento, por tres veces, de abrirse la garganta con un cortapluma de metal. Salvó su vida gracias a sus amigos y al fiel François Tassart, quienes lo trasladaron a París para internarlo en la clínica del famoso –por ese entonces- doctor Blanche, donde moriría un año y medio más tarde, para ser más preciso, el 6 de julio de 1893.

En ese período vivió en casi una inconsciencia casi total, ya que en diversas oportunidades sufrió crisis violentas que obligaban a los enfermeros a ponerle una camisa de fuerza.

“Tengo miedo de mí mismo, tengo miedo del miedo, pero, ante todo, tengo miedo de la espantosa confusión de mi espíritu, de mi razón, sobre la cual pierdo el dominio y a la cual turbia un temor opaco y misterioso”, expresó Maupassant mientras se acercaba sigilosamente a la locura.

Sus temáticas favoritas fueron, sin duda, los campesinos normandos, los pequeños burgueses, los funcionarios mediocres, la guerra franco-prusiana de 1870, las aventuras amorosas y las alucinaciones de la locura, a través de las cuales se comenzaron a traslucir los primeros síntomas de su enfermedad mental, generada según los especialistas médicos que lo trataron, en su vida sexualmente promiscua[2], ya que consideraba al amor como “puro instinto animal”, del que disfrutar[3].

Su carácter pesimista fue la derivación de la influencia de Schopenhauer[4] del que tomó sus ideas, a lo que se sumó el carácter dominante de su madre.

Es así que se negó a recibir la Legión de Honor o a ser considerado como parte del cenáculo literario de Zola, ya que no quería formar parte de una escuela literaria para ser señalado como independiente.

No quería la institución matrimonial y es conocida, en ese sentido, su frase: “El matrimonio es un intercambio de malos humores durante el día y de malos olores durante la noche”.

Para el historiador Rafael Llopis, Maupassant se encontraba muy lejos del furor del Romanticismo y se transformó en “una figura singular, casual y solitaria”.

En los últimos años de su vida, e influenciado por el éxito de Paul Bourget, abandonó el relato de costumbres o realista, para experimentar con la novela psicológica.

Abandona su visión impersonal y profundiza más en el alma atormentada de sus personajes, probablemente un reflejo del tormento personal.

Estudiosos de su vida afirman que abusó del consumo de drogas, como la cocaína y el éter, que potenciaban más su talento natural y le proporcionaban estados alterados de conciencia que lo hacían sufrir alucinaciones y otras visiones que a la postre condicionarían su narrativa fantástica o de terror.

Fue tanta la influencia que ejerció sobre otros autores que llegó a ser uno de los más plagiados. Vale mencionar, en ese sentido, a Gabriele D` Annunzio (Cuentos del río Pescara) y a Valle Inclán (Femeninas), en el que en el relato Octavia Santino reproduce fielmente la escena final del libro de Maupassant “Fort comme la mort”.

Era admirado por Chejov, León Tolstoi y Horacio Quiroga , entre otros. Está enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París.

[1]↑ Douchin, Jacques-Louis. La vie erotique de Maupassant. Edi Suger. París, 1986

[2] Maupassant, Guy de. Prólogo al libro L’Amour à Trois, de Paul Ginisty, París, Baillière, 1884
[3] Escribió al respecto: «El individuo que se contente con una mujer toda su vida, estaría al margen de las leyes de la naturaleza como aquel que no vive más que de ensaladas
[4] Su filósofo de cabecera.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com