La Argentina, ante la posibilidad de recuperar su autoestima

Llegó el coronavirus a la Argentina en momentos en que el gobierno de Alberto Fernández parecía encaminarse a repetir errores que, irremediablemente, lo alejarían de su propósito de pacificación. El Presidente venía siendo acosado en su liderazgo por desautorizaciones.

En las últimas horas Fernández ganó centralidad, y pasaron a otro plano la conflictividad con el campo, la Justicia, y la Iglesia. Sucede que la vida en sí es el primer derecho y su defensa ante un enemigo real, pero desconocido, el coronavirus, convocó a todos. Opositores dentro del frente oficialista aparecieron junto a la oposición propiamente dicha. El Presidente acompañado por los unos y los otros en una conferencia de prensa se ubicó en el medio como ariete y tal vez (¿presagio?) de otra oportunidad futura, de un nuevo comienzo esperanzador.

En sus apariciones públicas, el mandatario tranquilizó. Fue mesurado y concreto. La reacción rápida, se supone, evitará el contagio exponencial del Covid-19. Como en todos los aspectos de la vida, la reacción temprana evita colapsos. Este desafío no figuraba en la agenda presidencial hasta la semana pasada, donde el tema central de esta Argentina compleja era la renegociación de la deuda. Nuestro país venía con estancamiento, baja de la producción, inseguridad; este nuevo escenario impacta no sólo en lo sanitario sino también en los ámbitos productivo, laboral y social. La diferencia entre las estrategias adoptadas por Argentina y el mundo con la crisis anterior del 2008/2009 es que en ese momento ambos estaban mejor posicionados.

Está claro que en la “guerra” que hoy el mundo libra contra este nuevo virus, todos pierden. El tema es cómo se parará Argentina y los distintos países en la “posguerra”. Si bien no sabemos el tiempo que llevará controlar el virus, ese día llegará.

Al cierre de este artículo, el Gobierno analizaba un paquete de medidas esenciales para esta emergencia. El gasto en salud y en lo social será mayor. Y menores los ingresos al acentuarse la caída del ritmo económico ante las medidas que deben tomarse.

Todo colapso contiene la posibilidad de una oportunidad futura. En el caso de la renegociación de la deuda, el ministro Guzmán afirma que el 31 de marzo presentará la propuesta. La baja de tasas de interés de la FED a casi cero, más el derrumbe de las bolsas, pueden significar que un ofrecimiento mayor a lo que ofrece el mundo, seduzca a los acreedores. Pero, según los entendidos, sigue siendo condición sine qua non que el Gobierno explicite cómo va a pagar. Todo es muy complejo dado que la deuda total es más alta que en la anterior crisis, y los instrumentos son menos.

Si el Gobierno con las políticas de coyuntura aplicadas lograse que el sistema de salud impida el contagio exponencial, reduciendo al mínimo los decesos; que el sistema educativo acompañe desde la virtualidad la enseñanza; que sean castigados quienes eludan las restricciones domiciliarias, así como también quienes intenten hacer negocio aumentando los precios; y presentara un plan de reactivación económico productivo, quizás la Argentina pueda comenzar a recuperar su autoestima, y tal vez, en un futuro no muy lejano sus jóvenes dejen de pensar en Australia, Nueva Zelanda, Italia, España como destino de sus vidas.

Dice Abel Posse: “El mundo tuvo grandes episodios que soportó y superó. Hoy soporta, pero, la gran incógnita es a qué costo lo superará”. Y remata: “Esta peste generalizada puede ser un signo de que en la revolución de los robots nos faltan un poco de dioses”.

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María Herminia Grande

Periodista. Analista política