Según La Capital, los homicidios bajaron un 25,7 % en el primer semestre del año

Así lo indicó el Decano de la Prensa Argentina, a través de su columnista Hernán Lascano. Es en relación al mismo período de 2016 en el departamento Rosario. Las cifras declinan a partir de 2014. Factores que explican la baja. A continuación, Cuna de la Noticia, reproducirá la nota.

Por Hernán Lascano/La Capital

La violencia que con sus expresiones letales convirtió a Rosario en un punto de debate local y nacional volvió a mostrar en el primer semestre de 2017 una declinación significativa.

El año pasado hubo en el departamento Rosario un total de 109 homicidios dolosos en los primeros seis meses, mientras que en el mismo período del año en curso ese guarismo bajó a 81, con lo que el porcentaje de la reducción es un 25,7 %.Dentro de los límites de la ciudad el descenso comparado en el mismo período fue de 92 casos a 65.

También asoma como destacable la caída de los heridos en hechos en los que se emplean armas de fuego. Considerada la misma etapa la cifra pasó de 577 casos a 412 este año en todo el departamento Rosario, vale decir, un 28% menos. En la ciudad la curva de heridos de bala también cayó: de 475 a 359 (-24,5%).

Armas de fuego y letalidad

El declive en las cifras de víctimas de los delitos contra la vida, como puede vislumbrarse en el cuadro que acompaña esta nota, no es una tendencia exclusiva de los semestres iniciales de los dos últimos años, sino que, con variaciones, se verifica de manera sostenida desde 2014. La tasa de homicidios dolosos que en el departamento Rosario llegó a 22 muertes cada 100 mil habitantes en 2013 fue declinando hasta ubicarse, actualmente, en una proyección de 13 muertes cada 100 mil, un registro semejante al de 2008. Un nivel que es aún alto pero en reiterada disminución.

Un factor que acrecienta la violencia letal en Rosario es la abrumadora preponderancia del uso de armas de fuego como medio empleado, frente a otros menos dañosos para dirimir conflictos. La tasa de letalidad en el departamento Rosario durante el último semestre es del 19,66 por ciento. Dicho de otra manera, se concluye que en este período hubo 5,9 heridos de bala por cada víctima fatal. En el primer semestre de 2016 se registró un fallecido cada 6,7 heridos. La letalidad en los ataques con armas, por tanto, creció levemente. Pero la cantidad de muertos y heridos por uso de arma de fuego, como quedó dicho, declinó.

Las causas de la desaceleración que se viene dando desde 2013 no pueden establecerse con rigor porque no hay instrumentos conceptuales idóneos para explicarlas. Los criminólogos aducen que cuando se llega a un pico de violencia, que en Rosario parece haberse dado hace tres años, las dinámicas desaceleran. No obstante se insinúan algunas claves, como intervenciones coordinadas de distintas agencias del estado en los lugares de conflictos más exasperados, acciones del sistema penal sobre actores acusados de propiciar violencias territoriales y obras de infraestructura en lugares complejos aún en estado inicial.

28 menos

Algunas de estas acciones se fueron afianzando de una manera más notoria el año pasado. Y justamente este año se aprecia que los indicadores revelan una baja algo más acentuada. La más destacada: al cerrar el primer semestre hay 28 homicidios menos que el año pasado a la misma altura del año.

En este semestre sí se mantienen en relación a los homicidios que se cometieron las cualidades de los casos históricos de Rosario. El perfil mayoritario de víctimas son varones menores de 30 años. Las mujeres fueron 11 sobre los 81 registrados en la etapa (13 por ciento). Tampoco ofrece novedad el hecho de que la mayoría de los casos se producen en territorios focalizados, fuera de la zona central de la ciudad, con perfiles socioeconómicos degradados.

¿Hay explicación para el descenso de las cifras de homicidios y de víctimas de balaceras? Surgen algunas líneas en las consultas a referentes del Ministerio Público de la Acusación (MPA) y funcionarios provinciales y municipales. Al dispararse los números que llevaron a Rosario a una tasa de homicidios por arriba de las 20 muertes cada 100 mil habitantes las autoridades de la ciudad tuvieron una conducta que alternó enojo, autoconmiseración y negación del problema. Ahora es verificable un trabajo coordinado con regularidad semanal, que define acciones de mayor calidad sobre aspectos de un problema harto intrincado.

Coordinación

Una de las patas es el dispositivo entre Municipalidad, provincia y Fiscalías (MPA) que tiene una matriz unificada de datos donde el foco es el análisis del territorio en barrios con mayor recurrencia de hechos violentos. «Los encuentros se realizan todas las semanas en base a información nueva aportada por instituciones y actores de cada barrio con los que se deciden intervenciones rápidas sobre los conflictos y sus actores para apaciguarlos. Es un análisis mas inteligente del territorio porque la conflictividad de Rosario no es uniforme y varía en las zonas. Con eso la operatividad es focalizada y mucho más veloz», afirmó Pablo Javkin, secretario General de la Municipalidad de Rosario.

Para la detección de la conflictividad concurren varios aportes. La información más gruesa proviene de las Fiscalías que reciben denuncias, de los «mapas de calor» del Ministerio de Seguridad y de los grupos de diversas policías que trabajan en inteligencia.

Según indican fuentes de la Secretaría de Seguridad Comunitaria de la provincia, en coincidencia con el municipio, lo más decisivo resulta la información fina que procede de estrategias de intervención social como el programa Abre Familia, que implica un relevamiento familia a familia en territorios críticos, relevando situaciones ligadas a educación, seguridad alimentaria y social y violencia.

Los programas sociales que entran casa por casa detectan los conflictos y permiten trabajo subjetivo, dado que se revela quién tiene problemas con quién. Ese tipo de conflicto se aborda con equipos territoriales y mediación con fines de moderarlos.

Las voces del barrio

Javkin indica como ejemplo las acciones en barrio Santa Lucía, en la zona de Circunvalacion y 27 de Febrero, donde hubo 9 homicidios en 2015 que pasaron a uno en 2016 y uno este año. Allí hubo no sólo intervenciones de las Fiscalías y policías para operar detenciones y llevar a audiencias imputativas a actores de la violencia. También acciones para desplazar del barrio a jóvenes que estaban bajo riesgo objetivo a partir de información de diversas fuentes donde lo barrial tiene alto valor.

Augusto Montero, académico del MPA en Santa Fe, dijo a este diario que está en análisis el motivo de la baja, pero que es válido considerar un replanteo de la gestión de agencias y programas estatales para considerarlo. Un punto llamativo con el que coinciden los operadores municipales es una posible relación entre la baja entre víctimas de homicidios en el segmento etario de 19 a 25 años con el plan Nueva Oportunidad, que enfoca a jóvenes de entre 16 y 30 años que hayan dejado la escuela y no tengan empleo ni formación en oficios a participar de espacios de intercambio para que adquieran herramientas de inserción laboral y hábitos de convivencia social.

Javkin señaló que hay un reenfoque de los programas sociales como elemento que impacta en la seguridad pública y que el Nueva Oportunidad, que se inició en 2013, «va a llegar a 3.500 jóvenes con el afán de ser una política social menos genérica sino mejor focalizada territorialmente y subjetivamente».

Violencia y actores

Otro aspecto resaltado como eventual factor de la baja de homicidios es el análisis criminal y la velocidad de los procesos penales. Estos factores llevaron, a veces con meses de investigaciones, a la detención de imputados como actores clave de economías delictivas y de violencia urbana. Pasó en Nuevo Alberdi con Lisandro «Lichy» Romero y Marcelo «Cato» Medrano; en el Complejo Municipal de Grandoli con Ariel «Tubi» Segovia y Fernando Caminos; en la zona de República de la Sexta y Tablada con la banda de «Lamparita» Funes; en la de villa Banana con la banda con Arnaldo «Junior» Vivas y el ya condenado Nelson «Pandu» Aguirre.

Es evidente que en muchos casos la privación de libertad de un líder lejos de atenuar la violencia la redespliega. Pero en varios de estos casos, como en el barrio Municipal, las disputas homicidas declinaron desde el año pasado. Sólo el paso del tiempo dejará ver si el efecto es duradero.(La Capital)