Las crisis de confianza se resuelven con política

La Argentina atraviesa hace años crisis recurrentes de falta de confianza. Nuestro país nació constitucional e institucionalmente en 1853 a imagen y semejanza de la Constitución de los Estados Unidos: presidencialista y federal. Con el andar de los años fue sólo presidencialista, interrumpida su constitucionalidad con cierta frecuencia. El federalismo siempre fue una materia pendiente. Nunca echó raíces. Sus presidentes, aún los provenientes del interior federal, se convirtieron a poco de andar en unitarios sin disimulo. ¿Aquí estará la clave de todos nuestros yerros?

La noticia que la política conoce pero se niega a asumir de frente es que Argentina está atravesada por dos palabras: desconfianza y crisis. (En la década del 20, en el período entre guerras mundiales, Raymond Poincaré con su prestigio y reputación logró pacificar una enorme crisis en Francia y dar credibilidad a las políticas que implementó). En nuestro país la clave pasa por cómo un nombre o un plan reconquisten la confianza perdida.

Nuevamente, con características propias pero al igual que en 1989 y en el 2001, la Argentina hoy se viste de desconfianza y crisis económica, producto de la mala praxis política. El gobierno de Macri al asumir en 2015 cometió dos grandes errores iniciales: a) no intentar consensuar cuatro políticas de Estado; b) en sus zigzagueantes búsqueda de caminos económicos, incluido el acuerdo con el FMI, no tuvo en cuenta la idiosincrasia argentina: en el país que preside el ingeniero Macri sus habitantes se manejan en pesos para lo diario, pero ahorran o se preservan en dólares. Y cuando desconfían, se aterran y más aún, se refugian en el dólar. Cuando el Presidente acordó y aceptó el plan del FMI no lo aggiornó a los usos y costumbres argentinas, y los resultados electorales de agosto, se lo hicieron saber.

El tema central de esta crisis es la reconstrucción de la confianza, y si bien el impacto es económico, su génesis es política. Para ganar confianza se impone ahuyentar el miedo que existe en la sociedad, para lo cual Argentina necesita de dos consensos, uno de muy corto plazo y otro más extenso. El primero, les guste o no, Macri, Fernández y Lavagna debieran coincidir en consensos básicos que nos permitan llegar con la menor turbulencia al 27 de octubre. La segunda etapa debe ser de consensos más amplios, y pueden darse post 27 de octubre o a partir del 10 de diciembre.

El socio mayoritario de Cambiemos, la UCR, cree que las medidas tomadas por el Ejecutivo eran necesarias pero debieron haberse implementado con anterioridad. Y rescatan el inicio de las renegociaciones con el FMI. Por las conversaciones que vienen realizando con los bloques del Congreso, le atribuyen una pequeña posibilidad de tratamiento al proyecto de ley de reestructuración de los vencimientos de la deuda. De concretarse, se convertiría tal vez en un consenso pre-27/10, imprescindible para pacificar el tembladeral político y económico. Una alta fuente del radicalismo me reconoció que el resultado electoral ya está definido, no obstante tratarán de acopiar la mayor cantidad de legisladores para fortalecer su futuro rol de oposición. No son pocas las fuentes radicales consultadas que esperan con ansiedad la finalización del mes de octubre para solicitar formalmente un replanteo del rol del radicalismo de cara a la Argentina 2020. Un interlocutor, avezado batallador en crisis políticas, me confesó: «No sé si todo esto va a alcanzar, sólo sé que de aquí a octubre viviremos el día a día».

Todos piden un acuerdo: empresarios, gremios… La voz de la Iglesia cobra fuerza moral y realista al solicitar la emergencia alimentaria. Si el gobierno nacional se avino a contemplar el bolsillo de los empresarios petroleros subsidiando la diferencia en el precio de los combustibles, se impone que por convicción o necesidad, se haga cargo de concretarla.

El control de cambios, entre otras medidas económicas, debiera traer aparejado otro tipo de control, en Cambiemos. Es imprescindible que el gobierno nacional informe con precisión a los ciudadanos. No alcanza y tal vez no contribuye el voluntarismo de Carrió y Pichetto. Macri, con las medidas conocidas, ha sacrificado parte de su candidatura haciendo prevalecer un poco más, su rol de Presidente. Es vistiendo este traje que debe mantener a los argentinos informados de la mejor manera.

A propósito del rumor que cobró fuerza ayer sobre un posible pedido de la UCR al Presidente de denunciar al candidato Alberto Fernández por presuntas actitudes golpistas, el vicepresidente del radicalismo Federico Storani negó en forma rotunda la especie: «Orgánicamente rechazo de cuajo esta versión y la considero absolutamente improcedente. Nuestro Consejo superior no se ha reunido».

La crisis de 2001 tuvo un fuerte sustento internacional. Se derrumbó Rusia, cerraron mercados de capitales de países emergentes impactando en Brasil y afectando finalmente a la Argentina. Los economistas consultados coinciden en que la actual crisis se da en un contexto totalmente distinto, en donde lo internacional no tiene mayor incidencia. La conclusión a la que arriba es que al gobierno de Cambiemos sólo le caben las medidas que está implementado de controles, para evitar así el agravamiento de la delicada situación.

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María Herminia Grande

Periodista. Analista política