El misterio de las bombas nucleares perdidas

En la medianoche, el avión B-47 cumplía con su misión cuando, imprevistamente sufrió el ataque de un caza enemigo y el piloto que sufría el ataque no tuvo más alternativa que descargar la bomba que portaba, en estado operativo para la destrucción de búnkeres, para salvar el avión.

La bomba, en caída libre penetra las olas del mar y se convierte en una amenaza latente, ya que cualquier situación natural podría hacerla estallar y el plutonio que contiene se fugaría afectado el agua que se evaporaría en kilómetros.

Pescadores reportaron anomalías en su momento y las fuerzas armadas norteamericanas tomaron debida cuenta que el artefacto, que tiene 3.500 kilogramos de peso, de explotar, pulverizaría un sector importante de la costa este estadounidense.

Derek Duke, un investigador que durante varios años se dedicó a detectar explosivos ya ha hecho referencia a la pérdida de “alrededor de 30 accidentes nucleares” y sobre el caso que enunciamos, en su oportunidad señaló que “un buzo descubrió un papel metalizado con radiación en la zona”, a la vez que aclaró que “la bomba puede permanecer sin producir problemas por un tiempo determinado, pero un huracán puede hacerla estallar”.

Aunque suene absurdo que una potencia militar no logre detectar bombas atómicas extraviadas, vale aclarar que en los primeros años de la carrera nuclear la tecnología que se investigaba implicaba la realización de múltiples pruebas y por fallas técnicas o por error humano, se perdió el rastro a algunos dispositivos.

El historiador naval, analista militar y experto en temas de defensa Eric Grove, “Estados Unidos ha perdido unas siete bombas, la mayoría en la década del 50” y ello fue la resultante de accidentes o consecuencia de caída de bombas por error.

En la Guerra Fría

Durante la Guerra Fría, la acumulación de armas nucleares llegó a ser inmensa y los norteamericanos tenían aviones volando permanentemente, cargados con armas termonucleares.

Grove ha explicitado que “en algunos casos las bombas no se han podido recuperar porque se encuentran a 6.000 metros de profundidad. Los accidentes de este tipo, en la jerga militar, cuando un componente de un arma nuclear puede producir una detonación se denomina Flecha Rota”.

El caso de Georgia

Uno de los casos más perturbadores de una Flecha Rota, se dio en las cercanías de la ciudad de Savannah,Georgia, cuando una aeronave militar B-47, portando una bomba de hidrógeno, regresaba de realizar ejercicios conjuntos con otros aviones de lanzamiento e interceptación de ataques nucleares.

“Hubo una colisión a gran altura y el piloto de la otra nave logró saltar en paracaídas, pero el piloto del bombardero y su tripulación no abandonaron el mismo pues tenían el objetivo de hacer un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Savannah, pero el plan de vuelo se encontró con que el aeropuerto estaba en reparación y el descenso debió ser abortado.[1]

El piloto decidió entonces deshacerse del explosivo nuclear y se concretó la operación frente a las costas de Georgia sin que se produjera una explosión.

Duke relató que “el piloto y sus navegantes tras aterrizar en otro aeropuerto, llorosos besaron la tierra y agradecieron a su Dios estar con vida y por salvar con su maniobra la vida de miles de norteamericanos ya que habían lanzado un dispositivo nuclear”.

La búsqueda

Obviamente, se organizó un operativo de búsqueda con barcos de guerra, aeronaves y buzos, pero la bomba había caído en una zona pantanosa y no se volvió a encontrar. Vale apuntar que el asistente del secretario de Defensa WJ Howard, describió la bomba como un “arma completa”. Es más, un experto en tecnología nuclear no identificado por la Fuerza Aérea de EE.UU habría dicho que nunca despachó “ni recibió una bomba de esa época que no tuviera el plutonio”.

Duke, en 2004, estuvo a cargo de una misión de detección del artefacto, pero no lo encontró.

La bomba que se esfumó en Tampa

En algún lugar del espumoso mar, frente al puerto de Tampa, Florida, hay otra bomba nuclear hundida y los restos de otra se encuentran en el fondo de un pantano en Carolina del Norte.

En 1965, un avión que portaba otra bomba se cayó al mar al intentar aterrizar en un portaviones anclado cerca de Filipinas y hasta hay otra que –se informó-, se extravió en Groenlandia.

Rusos e ingleses también tienen lo suyo

Aunque con más secretismo, la entonces Unión soviética tuvo una racha de pérdidas de bombas nucleares en el interior de submarinos hundidos.

El Reino Unido también se interesó en el armamento nuclear y Reg Milne, un piloto que actuó en la Segunda Guerra Mundial y que luego ingresó al Ministerio de Defensa hizo mención a la bomba nuclear inglesa: “Medía metro y medio de diámetro y siete y medio de largo. Poseía 32 detonadores acoplados y equivalentes a 20.000 toneladas de TNT”.

Y pasó lo imprevisible, En un vuelo rutinario, que había despegado de Farborough –cerca de Londres-, la tripulación recibió un alerta de que la bomba se había soltado y quedado atascada en el compartimento, por lo que era imposible que aterrizara.

El piloto se dirigió a la desembocadura del Támesis y abrió las compuertas. La bomba cayó. No explotó porque no estaba cargada, ya que era un simulacro sin componentes nucleares.

La verdadera bomba Danubio Azul fue detonada en Maralinga, una remota región del sur de Australia, en 1956 y Reg Milne también participó de ese episodio “a 12 kilómetros de distancia, de espaldas a la explosión, en la que sentimos como un horno de acero que se derretía y, aún con los ojos cerrados todo se veía blanco”, recordó.

Es necesario aclarar que no es fácil detectar una bomba perdida. Aún con un potente detector, la radiación, en el fondo del mar se dispersaría o quedaría contenida y no habría registros.

Para colmo, los detonantes tienen que actuar de manera coordinada y, a pesar de que los explosivos actúen, puede no producirse una reacción nuclear. Lo demuestran los fallidos o limitados lanzamientos de Corea del Norte.

El maletín bomba

En novelas de espionaje se expone una posibilidad aterradora: la compactación de una bomba nuclear en un maletín, como en el caso del libro “El cuarto protocolo” de Frederick Forsyth, -quien trabajó para los servicios de seguridad británicos-, denominó al plan ruso como “Proyecto Aurora”.

Sacó el argumento de su novela a partir de preguntarse para que se gastaban millones de dólares en desarrollar misilesintercontinentales con carga nuclear si podrían diseñarse pequeñas bombas nucleares en maletines que se podrían introducir tras las fronteras de otros países.[2].

En la década del 90, un comité militar del congreso estadounidense decidió indagar en la cuestión y entre los llamados a rendir su testimonio estuvo Alexei Yablocov, ex miembro científico del Consejo de Seguridad de Rusia y asesor del ex presidente Boris Yeltsin. También declaró Alexander Lebed, secretario del mismo Consejo y ambos confirmaron la existencia de los dispositivos nucleares portátiles.

Lebed murió luego en un sospechoso accidente de helicóptero.

Nikolai Sokov, exfuncionario del Ministerio de Exteriores de Rusia, tiene otra versión: “Las valijas no son un mito. Sí existían, pero eran pesadas y estaban en el interior de grandes mochilas”.

“Cuando estuve en el gobierno verifiqué la existencia y todas fueron localizadas. Sin embargo –agregó-, no pudo confirmar la destrucción, pero sí señaló que “debían ser refaccionadas”. La versión fue considerada alarmista.

Otro caso

Para concluir respecto de la cuestión de las bombas nucleares perdidas como legado mortal para el mundo actual, vale hacer mención a una bomba atómica que yace desde la época de la Guerra Fría en Groenlandia.

Un Boeing B-52 Stratofortress de la Fuerza Aérea norteamericana que transportaba cuatro bombas de hidrógeno desactivadas, pero equipadas con plutonio se estrelló el 21 de enero de 1968 en el hielo, cerca de la base aérea estadounidense de Thule, al noroeste de Groenlandia (Dinamarca”.

Tres se destruyeron en la colisión y la cuarta se hundió en las profundidades de las aguas. La bomba tenía la serie 78252.

Seis tripulantes salieron sin riesgos, pero uno que no tenía asiento eyectable murió al intentar escapar de la aeronave. El accidente provocó la dispersión de fragmentos pulverizados de plutonio y otros materiales radiactivos a lo largo de la franja de impacto, a ambos lados y Estados Unidos y Dinamarca llevaron a delante un trabajo conjunto durante varios meses para limpiar la zona de contaminación radiactiva.

La búsqueda secreta de la bomba sumergida en Thule se realizó hasta agosto de 1968. La publicación Time, en marzo de 2009 clasificó al accidente de Thule como uno de los peores desastres nucleares.

El Pentágono publicó documentos confidenciales que los que se puntualiza que durante la Guerra Fría –desde 1950 a 1977-, se registraron al menos 400 incidentes nucleares en todo el mundo.

Y otras fuentes indicaron que expertos opuestos a la proliferación nuclear han recopilado datos que el Pentágono y otras fuentes oficiales han ido ofreciendo con cuentagotas y debido a esto se ha conformado una lista de 11 bombas perdidas, algunas –como señalamos-, sin carga nuclear, otras completas y listas para ser detonadas.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com