La carne podría aumentar para fin de año

Los productores de carne afrontan un panorama nada alentador: con un precio estancado, la cría y engorde de animales se encarece debido a la sequía, mientras que el consumo interno se reduce y caen las exportaciones. Ante la crisis que afronta el sector, marcada por la perdida de rentabilidad, hay temores de que la informalidad laboral se imponga como forma de abaratar costos.

Si bien el precio de la carne vacuna se mostró estable en los últimos meses, registrando subas que rondaron el 1%, la quietud en los valores de góndolas no significó un aumento en las compras: según la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes de la República Argentina (Cicra), un argentino consume, en promedio, 47,2 kilos de carne por año, una cifra que se aproxima a mínimos históricos.

El comportamiento del precio de la carne vacuna es llamativo: en un contexto de altos valores inflacionarios, donde el Índice de Precios al Consumidor (IPC) mostró aumentos del 66% entre enero y septiembre y acumuló un alza del 83% en los últimos doce meses, la carne vacuna registró en la ciudad de Rosario subas del 32,8% y 67,7%, respectivamente, según el último informe del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA).

Mientras los cortes bovinos no mostraron subas significativas, sí lo hizo el pollo -una carne que siempre se caracterizó por ser más económica- y el cerdo. En los últimos doce meses, estas carnes aumentaron un 100,4% y un 79,9%, respectivamente.

Contrariamente a lo que se piensa, la estabilidad en el precio de los cortes bovinos no se tradujo en más consumo. Si a esta situación se le agregan las inclemencias climáticas (principalmente la sequía, que provocó falta de alimento natural para los animales), la escasez y altos precios que mostraron los granos (con los cuales se alimenta al ganado), y la caída de exportaciones, hay muchos especialistas en la materia que advierten que el valor de los cortes vacunos en las góndolas podría dispararse hacia fin de año para evitar pérdidas económicas, con lo que peligra el famoso asado en las fiestas.

Este panorama le da la razón a varios empresarios que advirtieron que la estabilidad en los precios era un fenómeno estacional, dado por las condiciones climáticas y el contexto internacional, marcado por la guerra entre Rusia y Ucrania.

Paralelamente, y ante severas restricciones y cierres para contener la pandemia de Covid-19, sumado a la devaluación del yuan, China -el principal importador de carne argentina- redujo sus compras al país, provocando una caída de precios que ronda el 30%. Esta situación explica en gran parte el casi nulo aumento de precios en el mercado interno.

Esto deja a los productores de carne en un panorama nada alentador: con un precio estancado, la cría y engorde de animales se encarece, el consumo interno se reduce y caen las exportaciones. Ante esta situación, muchos frigoríficos buscan diferentes salidas, como aumentar su presencia en otros mercados, como el israelí.

Ante la crisis que afronta el sector, marcada por la perdida de rentabilidad, hay temores de que la informalidad laboral se imponga como forma de abaratar costos, a través de la contratación de trabajadores “en negro”.

Por su parte, la Mesa Nacional de Carnes planteó la posibilidad de dejar de vender “vacas viejas”, para empezar a orientar la producción a carne de calidad, similar a la que se destina al mercado europeo. Así, se podría lograr un aumento en los precios internos, a pesar de que la cantidad de carne comercializada siga en descenso.

Tradicionalmente, el precio de la carne evolucionó de forma estacional: en marzo se registra su valor máximo, en invierno disminuye y en noviembre -impulsado por la mayor demanda en las fiestas de fin de año- vuelve a subir.