En peronismo en busca del «efecto ave fénix»

Mientras solo los sectores más comprometidos con el gobierno nacional encabezados por La Corriente y el Frente Renovador en las figuras de Agustín Rossi y su gente, junto con Diego Giuliano y “Cachi” Martínez, se ponen la campaña de Sergio Massa al hombro en la Provincia, el resto del peronismo santafesino aún trata de entender qué hicieron mal para llegar a este estado de devastación. Algunos creen que con expiar todas las culpas de la debacle en la figura del gobernador Omar Perotti se auto indultan de responsabilidades sin advertir que, además de probables yerros en la gestión, el peronismo está siendo arrastrado por el fenómeno político sociológico de un cambio de época.

Sergio Massa obtuvo en la Provincia de Santa Fe en las PASO nacionales poco más de 300 mil votos (el 21%). Cuatro semanas más tarde, el peronismo local cosechó un promedio de 500 mil votos (23% promediando las categorías gobernador y diputados provinciales). Queda claro entonces que el problema es del peronismo, que entró definitivamente en una etapa de reconfiguración nacional y por añadidura provincial. El casi seguro tercer puesto en las presidenciales del venidero 22 de octubre terminará por desintegrar un proceso, una época, porque no una era: la del Kirchner – cristinismo, para dar paso a otra. Allá, acá y en una decena de Provincias.
Sergio Massa, lúcido hombre de la política contemporánea, a esta altura solo debe estar deseando que el probable tercer puesto del domingo 22 no sea lo suficientemente ominoso como para arrastrarlo al fondo del mar.
El ministro-candidato aspira a remover los escombros del peronismo para su reconstrucción desde la oposición, habida cuenta que Cristina Fernández solo tendrá que lidiar con causas judiciales, y La Cámpora entraría en un fraticida período de debate interno. En este escenario de devastación, mal no le vendría a Massa que tampoco ganare Axel Kicillof porque sino junto al cordobés Martín Llaryora, porque no Leandro Santoro, y otros dirigentes que emergerán después de la tragedia, el gobernador bonaerense condenaría a Massa definitivamente al ostracismo.
En Santa Fe Omar Perotti también fue arrastrado por los vientos de cambio, amén de los yerros propios de su gestión, y su futuro político es una incógnita que no creemos se devele asumiendo a una banca de diputado provincial dentro de un minoritario bloque de 10 legisladores, de los cuales la mitad no controlará. Más bien lo imaginamos aportando sus conocimientos, iniciativas y relaciones en algún organismo internacional, de esos con los cuales la Provincia deberá tratar en los tiempos venideros.

Pullaro, el gabinete y las negociaciones internas

“Habrá sorpresas, no se apresuren a tirar nombres al voleo”, advirtió un delfín del gobernador electo Maximiliano Pullaro, consciente de que aún se está en el proceso post electoral inmediato, donde un movimiento inapropiado de piezas en el delicado tablero del poder, podría desencadenar consecuencias no deseadas para el futuro de la partida. Al fin y al cabo la política también se parece al arte del juego de ajedrez.
Naturalmente no sería el periodismo con su legítimo interés por dar información quien malogre la prometedora gestión de Pullaro antes de arrancar. Pullaro hasta el momento se está manejando con el estilo de un ebanista en el tallado de un gobierno “multipolítico”, como supo serlo alguna vez el FPCyS del cual formó parte activa, y acaba de demostrar amplitud y generosidad para con sus rivales internos, en este caso del M.A.R, al pactar con Julián Galdeano y Santiago Mascheroni el área de Justicia para el segundo, quedando por resolver cargos para el barlettismo; mientras que también conversó con los representantes de Encuentro Republicano Federal, y seguramente lo hará con los otros socios de Unidos, caso el PDP por ejemplo.
En tal sentido, la semana pasada encabezó junto a Gustavo Puccini una cumbre con el Partido Socialista, representado por Clara García, Antonio Bonfatti, Rubén Galassi y Enrique Estévez, donde el Partido de la Rosa dejó nombres para futuros cargos en el gabinete, de los cuales no se habló en concreto.
En las redacciones periodísticas y los pasillos de la política se pronostica que el PRO se haría cargo del ministerio de Trabajo y el PS de Salud, quedando las ocho restantes carteras abiertas para las negociaciones. Hasta ahora sobresalen públicamente los nombres de Pablo Olivares en Economía, Lisandro Enrico en Obras Públicas y Pablo Cococcioni en Seguridad y Justicia.
A todo esto, distintas fuentes nos aseguran que aún no comenzaron los diálogos entre los distintos sectores del variopinto arco radical y aliados con respecto de las autoridades de la Cámara de Diputados, cuya presidencia nadie pone en tela de juicio que debería recaer en la triunfante socialista Clara García.

Seguramente aparecerán, de hecho están sucediendo con más o menos verosimilitud, operaciones políticas y mediáticas motivadas por actores que intentarán lograr posicionamientos y relaciones de fuerza, sea para las próximas conversaciones ó el futuro devenir gubernamental parlamentario en la ecléctica Cámara de Diputados.