La Tragedia de Once desnudó un sistema de transporte que no da para más

El Gobierno nacional parece haber quedado paralizado tras la impactante tragedia de Once ocurrida en medio de concesiones ferroviarias en situación terminal.

Entre las malas noticias, sobrevuelan las dudas sobre si la estrategia de ´esperar que baje la espuma´ ante cada traspiéy salir hacia adelante, aplicada sin fisuras por el elenco oficial en los últimos tiempos, dará resultado en este desastre que vuelve a enlutar a los argentinos.

La muerte de 51 personas y las condiciones de hacinamiento en que viaja a diario la gente, vuelven casi inconcebibles los más de 100 millones de pesos que el Estado entregó al grupo de los hermanos Claudio y Mario Cirigliano, dueños del concesionario TBA, sólo en el último bimestre, para lograr que funcionen los ramales Sarmiento y Mitre.

Esos subsidios se otorgaron para que «funcionen», aunque sin demasiados controles por parte del gobierno, según viene denunciando la oposición y parece comprobarse ahora.

Impactada por el golpe descomunal de la tragedia, la presidenta Cristina Fernández seguramente repensará este fin de semana el camino a seguir respecto de la concesión del Sarmiento y, tal vez, de todo el sistema de transporte que se mantiene en la esfera de la Nación y es duramente criticado por los usuarios.

El Estado invierte casi 10 millones de pesos diarios en los ferrocarriles metropolitanos, por lo que la primera pregunta que seguramente le habrá destinado la Presidenta al vapuleado secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, fue cómo pudo ocurrir semejante tragedia y cuáles fueron los controles aplicados desde el Estado para tratar de impedirla.

Más cuando los subsidios para los ferrocarriles aumentaron casi 50 por ciento en los primeros nueve meses del 2011.

Pero la indignación de la Presidenta podría ir creciendo si, como trascendió en las últimas horas, se confirma que TBA usó parte de esos fondos públicos para comprar dólares y para realizar colocaciones financieras que incrementaron sus ganancias.

La política de subsidios interminables ideadas por el kirchnerismo para administrar los servicios en una era de inflación acelerada, no logró encauzar la situación de los alicaídos ferrocarriles, que recibieron un golpe casi mortal en los 90, cuando el entonces presidente Carlos Menem disparó: «Ramal que para, ramal que cierra».

Es que, a pesar de sus aparentes intenciones políticas de defender el ferrocarril, el kirchnerismo no logró modificar las raíces del sistema ferroviario argentino, que en líneas generales se administra con el mismo esquema de las privatizaciones de los 90.

Los millonarios subsidios permitieron mantener en forma artificial una tarifa deprimida mientras todos los precios de la economía subían, pero de poco sirvieron para lograr que el servicio mejorara y mucho menos para concretar las inversiones prometidas.

En medio de la tragedia, la mira está puesta sobre subsidios que pudieron pagarse sin los controles dispuestos por ley sobre las frecuencias y las inversiones de las concesionarias, gracias a la vigencia de la «emergencia ferroviaria» que rige desde 2002.

A pesar de las denuncias de la Auditoría General de la Nación (AGN), que advirtió sobre los incumplimientos del plan de inversiones de TBA y hasta informó sobre deficiencias en los frenos de sus formaciones, TBA recibió en diciembre casi 30 millones de pesos del fisco y en enero otros 77 millones a través del Sistema Integrado Ferroviario (SIFER).

Se sabe ahora que Favicor, una división financiera de la familia Cirigliano, percibe los subsidios del Estado y los deposita en Fondos Comunes de Inversión (FCI) de varios bancos privados, de los cuales los retira a medida que los necesita, con el fin de percibir jugosos intereses.

Desde ese grupo justifican esta operatoria con el argumento de que necesitan salvaguardar los subsidios de la inflación, pero desde el gobierno aseguran que la inflación casi no existe.

La tragedia de Once, que en forma increíble se potenció este viernes cuando apareció el cadáver del joven Lucas Menghini Rey destrozado entre dos vagones, 48 horas después del accidente, podría darle jaque mate al sistema de transporte metropolitano tal como se lo conoce.

Así, con trenes que tienen más de 50 años de antigüedad, gente que viaja como «ganado» y un gobierno que en su momento entusiasmó hasta con un «tren bala» que desapareció rápido de la agenda, el panorama de los servicios de transporte en la Argentina emerge desolador.

Aunque no tanto como las bolsas negras con cadáveres que, otra vez, le volvieron a derrumbar la moral a los argentinos desde la estación Once. (Terra)