El martes 17 se presenta el Anuario Registro de acciones artísticas 2012 Rosario

El trabajo alcanza los objetivos que buscó, básicamente la polémica y la diversidad. Las notas están organizadas con un cuidado criterio editorial y poseen una clara proyección a futuro, con perspectiva histórica en el pasado.

El martes 17 de abril a las 19 en Darkhaus (Corrientes 267, Rosario) se presenta el Anuario Registro de acciones artísticas 2012 Rosario. Editado por el historiador Pablo Montini, la diseñadora Georgina Ricci y la videasta Lila Siegrist, con concepto y producción de esta última, esta esperada revista libro retoma lo iniciado por el Anuario 2011, redoblando la apuesta en la dirección buscada: polémica y diversidad. Organizadas con un cuidado criterio editorial, son notas de fondo con proyección a futuro, con perspectiva histórica en el pasado y atravesadas por preguntas fundamentales como: ¿cómo crear un mercado del arte en Rosario? Y además es un placer leerlas.

Hay que aclarar desde el vamos que lo que aquí se ofrece no es ni pretende ser un registro exhaustivo de todo lo hecho en el arte de Rosario el año pasado (por ejemplo se omiten, o se mencionan como al pasar, varias importantes exposiciones de pintura) sino un recorte subjetivo, marcado por el clima y las inquietudes de la época, expresado en reseñas de una gran riqueza conceptual y expresiva donde los autores, felizmente, denotan un fuerte compromiso con el entorno local y dejan hablar su subjetividad. Las notas son densas, fuertes, estimulantes, algunas llenas de ingenio y algunas exquisitamente bien escritas por escritores rosarinos jóvenes que merecen mucho más espacio en la industria cultural que estas participaciones ocasionales. Irina Garbatzky en su «recorrido arbitrario» o David Nahón cuando genialmente toma la lectura liberal clásica de Robinson Crusoe como alegoría de la situación de un arte rosarino sin mercado, o Cecilia Lenardón en sus visitas a los espacios underground, igualan o superan al consagrado internacional Patricio Pron que abre el volumen con una vista aérea fría y distante a lo Thomas Bernhard.

Lo cierra Daniel García Helder, de la generación de Pablo Makovsky, Osvaldo Aguirre, Gilda Di Crosta o Aurelio García: todos escriben aquí con una prosa a la altura de su obra. Música, diseño, libros y política completan el menú, en plumas de fuste como las de Juan Bautista Ritvo o Diego Giordano. De Buenos Aires escriben críticos como Rafael Cippolini y Ana Martínez Quijano, mientras que Ezequiel Alemian y Mauro Herzlika dan cuenta de varias presencias y ausencias.

El crítico de arte Javier Hernández tuvo a su cargo la delicada tarea de dar cuenta de la desafectación de Roberto Echen (Subdirector Artístico) del Museo Castagnino + macro; la polémica surgida de la crisis que éste predecía estallará en el final del libro, en diciembre, una discusión a múltiples voces en torno al Salón Nacional.

«Simplificar el malestar producido en la escena local a una pelea de vedettes es el primer error de lectura si intentamos hablar de una verdadera escena profesional, que de existir como tal, estaría en su pleno derecho de involucrarse y comprometerse en lo que atañe a las decisiones que conforman una política pública sobre la cultura», advierten lúcidamente Gabriela Gabelich, Aurelio García e Inne Martino. Aporta una involuntaria síntesis hegeliana, acaso algo verticalista, a cuento de otra cosa en la nota sobre el Puerto de la Música), un gestor cultural catalán: «¿Cómo debe articularse un espacio estatal con el resto de los actores de este tejido cultural»? pregunta Angel Mestres Vila a Ulises Moset, del Club de Fun.

En vísperas del quiebre de la armonía de sobremesa, en octubre, dos cronistas de dos medios, Dardo Ceballos y Silvina Dezorzi, tuvieron a su cargo la doble crónica de color (virada hacia el final a rojo sangre o castaño oscuro cuasi negro policial) del cierre de la Semana del Arte en una disco que antes fue un cine pornográfico. Allí cuentan que hubo canciones, guitarras y hasta unas trompadas propinadas por un patovica a un talentoso dibujante rosarino. El absurdo diálogo previo entre los protagonistas de la pelea se reproduce con fruición.

Que los rosarinos se matan entre ellos pero para afuera defienden a «Rosario por sobre todo» lo dice un visitante polémico, Jorge Sepúlveda, crítico chileno. La idea de la comunidad artística local como una gran familia atraviesa este libro ineludible. El Anuario da cuenta una y otra vez de las redes de vasos comunicantes entre los pequeños y medianos espacios independientes como Darkhaus Arte y Diseño, Cultura Pasajera, Iván Rosado, Oficina 26, Bou, Tremenda Madma, Espacio WIP, Cero, Polirubro Cultural o iniciativas oficiales como La Fugaz o el Centro de Diseño e Industrias Creativas (Cedic).

El radar por lo demás atento del Anuario dejó afuera algunos eventos y lugares más tradicionales, pese a que reseña manifestaciones sorprendentes, como el arte de dos pacientes psiquiátricos de Oliveros, o denuncia hechos arbitrarios como el ?traslado? de la Capilla del Espíritu Santo. Pero más que un panorama de las artes, o meras descripciones de las obras en tanto objetos, lo que se ofrece aquí es un paseo de flaneurs apasionados por la «escena» local; lejos de todo esplín, mes a mes y página tras página, editores y escritores van trazando como en un gran fresco a muchas manos el mapa del «ecosistema» o el «tejido» de sus actores sociales y culturales.

Lo fraterno está presente metafóricamente en el panorama de Nancy Rojas y literalmente en la crónica de los otros Rojas. «Cuando un Villar Rojas habla con otro Villar Rojas sobre trabajo se produce algo así como la duplicación de una energía que bien puede alcanzar para destrozar la cocina en la que estamos sentados», escribe con una prosa certera, que mezcla amor y odio como partes de un cóctel molotov, Sebastián Villar Rojas en el testimonio de su colaboración en la participación de su hermano Adrián en la 54ª Bienal de Venecia. Inauguró el Pabellón argentino y encima canta bien: «es el artista rosarino del año» También ganó proyección en el exterior Mauro Guzmán; tanto en Buenos Aires como en Rosario se destacaron Carlos Herrera y Mariana Tellería. Por último, y reseña tras reseña, la página de Plástica de Rosario/12 es recurrentemente citada como referencia.

 

(Rosario/12)