Miles de fieles de todo el país expresaron su fe junto al padre Ignacio

El nivel de convocatoria, a esta altura parece haber dejado de sorprender. Lo que provoca en decenas de miles de cristianos, que son además fieles al padre Ignacio Peries, hace tiempo traspasó la esfera local y ya está instalado en el país. Ayer se cumplió la edición número 33 sin interrupciones del Vía Crucis convocado por el sacerdote originario de Sri Lanka, y una vez más fueron miles las personas que se arrimaron para transitar durante la noche las calles del populoso barrio Rucci. Según fuentes policiales, alrededor de 200 mil peregrinos realizaron el recorrido “paso a paso de los sufrimientos de Jesús”.

El operativo de tránsito había comenzado desde bien temprano. Pasado el mediodía se realizaron los primeros cortes de calles en la zona, que incluían todo el sector adyacente al cruce da Palestina y Avenida de los Granaderos, donde estuvo ubicado el palco central. De la organización participó personal municipal (con agentes de Tránsito, Defensa Civil, Control Urbano, y la Guardia Urbana), provincial (se dispusieron 122 efectivos, 16 móviles) y, también, la propia Gendarmería Nacional. Para la ocasión se prepararon ambulancias del Sistema Integrado de Emergencias Sanitarias (Sies) y tampoco faltaron a la cita algunas firmas privadas que aprovecharon la ocasión para mostrarse.

Así, y a ritmo lento, apenas entrada la tarde los fieles fueron llegando hasta la iglesia Natividad del Señor para recorrer luego las 14 estaciones que conforman el Vía Crucis del Viernes Santo, que refleja los pasos y castigos que dio y sufrió Jesús en camino a su crucifixión. Colmada con fieles con mate en mano, otros matizando la espera jugando a las cartas, desde ese instante el entorno de la parroquia ya no era el mismo de una tarde cualquiera.

En tanto, un poco más “afuera”, en las calles adyacentes al puente que cruza Circunvalación y une las dos partes del barrio (desde donde cada año parte el Vía Crucis), la postal que mostraba Rucci era la típica (siempre salvando las distancias del caso) de cualquier mega recital o previa de un partido de fútbol; miles de almas que se arrimaban a ritmo pausado. En este caso, en la agradable jornada que se vivió ayer en la zona noroeste, predominaron las mujeres por sobre lo hombres. Y si bien también fueron más las personas mayores de edad, la presencia de los jóvenes también se hizo sentir.

Al mismo tiempo, y como suele suceder cada año, tampoco faltaron quienes aprovechan el día para poder rebuscárselas. Así, entre los vendedores ambulantes pudo encontrarse de todo; de quien a los gritos vendían praliné y algún tipo de alimento hasta los clásicos colgantes y rosarios, lo cuales se mezclaban con las imanes y llaveros de Newell’’s y Central. La masividad de la convocatoria daba para ofrecer algo más.

Si bien, en rigor, pocos se percataron del hecho, la movilización de ayer tuvo una particularidad: se cumplía el Vía Crucis número 33 de Ignacio en Barrio Rucci, todos sin interrupción. “Es lindo, es la edad de Jesús”, había manifestado el sacerdote en las horas previas.

En tanto, en dichos momentos de espera al inicio de la recorrida, El Ciudadano fue una vez más oído de relatos diferentes.

“Viajamos toda la noche, hace tres horas que estamos acá esperando ver a Ignacio. No importa el cansancio, no importa nada con tal de estar y agradecer todo lo que hace por nosotros”, se emocionó Mariela, una joven que llegó del sur del país.

Al mismo tiempo, los pedidos y agradecimientos se repartieron, como en cada año, entre salud y trabajo. Esteban Morales llegó desde Junín, provincia de Buenos Aires, para estar junto al sacerdote. Dice que desde bien temprano se instaló en la parroquia ubicada en Ortega y Concolorcorvo. “Mi hermanita tenía una enfermedad que decían incurable, pero Ignacio la está ayudando muchísimo. Por eso vinimos a agradecerle”, contó.

Al cierre de esta edición estaba previsto que la multitud, cerca de la medianoche, recibiera la bendición de Ignacio con dos cruces de madera, mostrando otra vez las fotos de sus familiares y seres queridos. (El Ciudadano)