La construcción de una Patria enorme

‘Patria’ es una palabra fácil de escribir y pronunciar. Uno la escucha desde muy chico en boca de diferentes usuarios. Y para fines diversos, también. Con ella se han justificado los crímenes más injustificables. Hasta se ha cometido traición en nombre de ella. Por momentos, pareció tan vacía que se la podía llenar con cualquier cosa. Hasta se regaló el patrimonio con la excusa de su defensa. Sin embargo, desde hace un tiempo esta palabra suena distinta. Lentamente, los ciudadanos comenzamos a comprender cómo construir este concepto tan importante para garantizar Su Futuro. Por supuesto, debimos aprender cómo no se construye la patria. No hay recetas, sólo voluntad. Una voluntad de construcción colectiva y no sectaria ni clasista. Una voluntad inclusiva y no excluyente. Una voluntad solidaria y no individualista. Cada día queda más en evidencia quiénes son los que quieren una patria chiquita y egoísta; una patria al servicio de intereses mezquinos; una patria para engrosar fortunas ya bastante gruesas. Claro, eso no es Patria sino una deformación producida por aquéllos que se han creído los dueños de una fortaleza que la mayoría insistimos en llamar “nuestro país”.

En el día de la Patria cabe hablar de la Patria. Y también de su construcción. En este caso, de una reconstrucción que comenzó desde sus propias cenizas. Nadie puede dudar que el 2001 significa un quiebre en nuestra historia. Todo termina y todo comienza en ese año. Lo que terminó es la fortaleza y lo que comienza es un País. Y no cualquier país, sino éste que estamos construyendo, con dificultades pero con mucho entusiasmo. Todavía hay individuos que se resisten, pero son cada vez menos. El odio los delata porque los desborda. La incomprensión los ciega. El linaje los abandona. Acostumbrados a amoldar las instituciones al capricho de sus intereses, se sienten acorralados cuando los mandos no responden.

Un buen ejemplo de ello fue el abrazo simbólico al edificio de tribunales que intentó hacer el PRO para defender a su líder político –es un decir- Mauricio Macri. De tan simbólico no llegó a símbolo. Un abracito, nomás, porque no alcanzaron los brazos. El clima no pudo ser motivo de la escasez, pero sirvió como excusa. A pesar de los números diminutos, sobró el desprecio y la desinformación. Las manifestaciones ante las cámaras televisivas dan sobradas muestras de ello. “Cristina es una ladrona y una asesina”; “cárcel”; “vendidos”; “es la hija de un colectivero”; “queremos preguntar”; “se va a acabar la dictadura de los K”. Señales de un odio irracional que tiene responsables con nombre y apellido. Quienes convocaron a ese acto son en su mayoría diputados, representantes, defensores verbales de una institucionalidad que no respetan. Que Eduardo Amadeo amenace con “ya se les va a terminar la fiesta” suena poco democrático. Que equiparen las denuncias que pesan sobre Amado Boudou con el juicio oral al que será sometido Mauricio Macri suena a desquicio. Que cuestionen a la Justicia cuando no es funcional a su antojo los deja en evidencia. Sin autocrítica no hay construcción posible. Que una señora grite ante un micrófono que “Cristina deja sin plata a Macri para que gobierne” es una señal clara de manipulación informativa. Lo que se vio en esos escasos manifestantes es el resultado de un hermético cerco mediático, de una deformación intencionada en la construcción de la realidad, de los límites que cruza una propaganda machacona poblada de consignas insustanciales.

Sin exagerar, ese acto tuvo claras intenciones destituyentes. La escasa adhesión es un alivio, pero la violencia expresada por los asistentes resulta alarmante, además de dolorosa. Las agresiones padecidas por los cronistas de “678” pueden quedar en el anecdotario de la intolerancia, aunque dejan un sabor amargo. Grita quien no tiene argumentos; odia el que pierde privilegios; desprecia el que se deja gobernar por sus prejuicios. Aunque cantaron el Himno y agitaron banderas, nada de patriota tuvo el acto para defender a uno de los exponentes más notorios de lo peor de nuestro pasado que se retuerce en la inoperancia del presente para convertirse en una amenaza para el futuro.  Que es Macri, por si quedan dudas. Quien coincide con su accionar es porque comparte su estirpe o porque no entiende nada.

Pero más allá de estas nubecitas oscuras, la luz asoma en el horizonte. Nubecitas como el escándalo mediático orquestado en torno a las no-amenazas recibidas por el actor Antonio Gasalla. O la bomba de estruendo que no llegó a explotar en el teatro Gran Rex, donde el ex presidente de Colombia, Alvaro Uribe, destiló su prédica neoliberal. O las presiones de titulares periodísticos, especuladores y productores rurales para que se devalúe nuestra moneda en beneficio de los que juntan dólares en carretilla. O los que pagan el blue a más de seis pesos para blanquear sus capitales mal habidos. Y los que fugan divisas hasta con palomas mensajeras. Apenas nubecitas que no alcanzan a gotear, siquiera.

Para disiparlas, está la política, que ha tomado las riendas de la reconstrucción. Cuando las advertencias no alcanzan, hay que tomar medidas. Con respecto al dólar, la AFIP comenzó el año pasado un control sobre la compra. Una señal que en realidad dificultó la adquisición para los pequeños, no para los enormes. Impunes como se sienten, los especuladores hacer cualquier cosa por la onda verde. Hasta llegan a pagarlo más caro, sólo por la mera satisfacción de desobedecer al Estado, entre otras cosas. En estos días se clausuraron dos locales que operaban con dólares sin tener autorización del Banco Central. En breve, se apuntará a los hoteles que reciben dólares como forma de pago. También se tomarán medidas para impedir transacciones inmobiliarias en moneda extranjera y ejercer controles sobre los operadores turísticos. Ya sólo queda la prohibición absoluta de la circulación de otra moneda diferente del peso dentro del Territorio Nacional. Decisión que será bienvenida después de tantas advertencias.

La expropiación de las acciones de Repsol en YPF se resolvió después de muchas señales de hartazgo ante tanto saqueo. Aunque el CEO de la compañía, Antonio Brufau, exija un pago que supera los 10 mil millones de dólares, por lo que parece, recibirá mucho menos que eso. Entre el pasivo financiero y ambiental, el rojo de Repsol en la empresa nacional está cerca de los 15 mil millones de dólares. Contentos deberían estar si no tienen que poner plata encima. De cualquier modo, la recuperación del control de YPF dio un nuevo impulso al Gobierno Nacional para seguir avanzando en la reconstrucción de la Patria.

Otro paso importante fue el fallo de la Corte Suprema de Justicia respecto del artículo 161 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que obligará al monstruoso monopolio mediático a deshacerse de gran parte de sus propaladoras de estiércol. A partir del 7 de diciembre comenzará el lento strip tease del Grupo que supo manejar a su antojo los destinos del país en beneficio de unos pocos. Y esos pocos ya no tendrán oficina de prensa y difusión donde escudarse y quedarán a expuestos ante la ley que se resisten a cumplir.

Y lo último para celebrar a pleno este 25 de mayo fue la decisión tomada con respecto a la empresa TBA en el manejo de las líneas Mitre y Sarmiento. La recuperación del tren es un viejo sueño después del tornado menemista de los noventa. Porque de eso se trata la construcción de la Patria, de convertir los sueños en realidad. En una realidad colectiva que se extienda a todos los rincones del país, para enjugar lágrimas y disipar sombras. Para dibujar sonrisas y sembrar futuro. En la Patria que construimos no hay lugar para privilegiados ni egoístas. Un país no se construye con individuos empecinados en acumular a costa de la miseria de los muchos. La Patria debe ser un lugar enorme y solidario donde la felicidad sea casi obligatoria para todos. ¡Viva esta Patria!

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Gustavo Rosa

Periodista, Licenciado en Letras. Docente de enseñanza media y terciaria. Autor del blog: http://www.apuntesdiscontinuos.blogspot.com/