Antes de matar ¿Qué hay para nosotros?

Mediante actos eleccionarios, multitudinarias protestas, con miles de protagonistas y luchas armadas sangrientas, un arco ampliado de países desde Libia al Golfo Pérsico, se hallan empeñado en derrocar gobiernos autocráticos.

En casi todo régimen sostenido por la represión, los gobernantes y las fuerzas militares que los sostienen en el poder deben, en un momento crítico determinado, tomar la decisión de modificar sus posturas o abrir fuego contra la población rebelada y en este último caso se da por descontada una pregunta por parte de las fuerzas armadas antes de gatillar:¿Qué hay para nosotros?.

En El Cairo, más precisamente en la plaza Tahrir, renació un movimiento de reclamos políticos,  que luego se generalizó y que dejó en su inicio una estela de muertes, motivadas en una revolución a la que podríamos señalar como la resultante  del principio de un proceso que escaló hasta niveles escalofriantes.

Las revueltas sentaron las bases de sucesivos conflictos libertarios y fragmentarios que buscan derrocamientos en medio del caos,  como consecuencia inevitable de procesos dictatoriales que tendrán por delante años de tensión, antes de derivar, quizás,  en gobiernos democráticos.

El columnista libanés Fadel Shallak  ve actualmente al mundo árabe “en estado de pánico” donde los gobernantes temen al pueblo más desposeído, mientras la clase media siente un creciente temor.

En todos los casos –vale apuntarlo- las resistencias directas nacen con batallas callejeras entre policías y manifestantes. Luego, en una segunda fase, llegan los matones del gobierno en crisis,  que intentan desalojar a los manifestantes –como en el caso de la plaza Tahir- y luego, la arremetida rebelde se torna incontrolable.

Posteriormente  se inician las conversaciones entre el gobierno en situación crítica y el Estado que le provee armamento. Si este último considera que todo está perdido y  si entiende que es inútil sostener al gobierno autoritario, entonces el Estado proveedor se pone del lado del pueblo y el sistema autocrático vuela en mil  pedazos.

Así cayó Mubarak, luego de tres décadas de inversión norteamericana a medida de los generales egipcios, quienes debieron aceptar que habían perdido el monopolio del  poder, lo que no es fácil de admitir cuando de por medio hay fuertes intereses económicos que las fuerzas armadas egipcias compartían con el Ejército Popular de Beijing, (China), que hoy por hoy tiene poderosos intereses, por lo  que la mayor parte de los líderes chinos no se atreven a enfrentarlo.

Libia

Otro de los casos a considerar  en este material periodístico es el de los ex rebeldes libios, quienes tras ocho meses de haber formado gobierno continúan enfrentando el desafío de reconciliar regiones que siguen actuando políticamente como ciudades-estado, con su propias fuerzas militares.

En este caso, las promesas revolucionarias tropezaron con los intentos de clanes  y fuerzas militares de formar una coalición, cuyos componentes se niegan a desarmarse.

Los analistas de temas de seguridad a nivel internacional temen que “las armas robadas de las reservas del gobierno puedan llegar a circular, incluidos misiles antiaéreos con detección de calor, los que pueden ser utilizados para hacer caer aviones comerciales civiles”.

El especialista C. J. Chivers denunció la existencia de imágenes y videos de la revuelta libia, en la que se muestra civiles cargando armas militares  como el SA-7, un misil portátil de primera generación de la familia de los conocidos Stinger.

Recordará el lector el saqueo de arsenales  estatales  en Uganda (1979); Albania (1997) e Irak (2003), los que fueron derivados a mercados negros donde, a su vez, los revenden a grupos rebeldes que los utilizan en conflictos bélicos limitados.

Matthew Schroeder, ex director del proyecto de Control de  Ventas de Armas en la Federación de Científicos de Washington, admitió recientemente que “el peligro de que los misiles acaban en manos de terrorista e insurgentes que actúan fuera del territorio libio es real”.

Incluso, en el campo de las ventas clandestinas deben ser tenidos en cuenta desde  los tanques abandonados a rifles de procedencia rumana, húngara y rusa, así como municiones chinas.

Nic Marsh que investiga la venta de armamento “pequeño” considera en el Instituto de Investigación para la Paz de Oslo, Noruega que “las armas podrían ir a parar a Chad o a Sudán, a Argelia y hasta a los combatientes palestinos”.

El ya citado Chivers consideró que “en Africa  han aparecido rifles de asalto que se venden a cientos de dólares.

Yemen

Las batallas que se libran soterradamente en Yemen –un banco de pruebas de Al Qaeda- siguen su curso casi inalterable, aun después de la renuncia del presidente Ali Abdulla Saleh, un líder considerado errático respecto de los terroristas que actúan en su territorio.

Es Yemen el país con más posibilidades de implosionar, ya que los manifestantes regresaron a sus hogares antes de consolidar sus objetivos.

Es que han muerto muchos yemeníes  de bajísimos recursos, confundidos con terroristas, debido a que los primeros les vendía comida y suministros a los segundos.

Estados Unidos se está interesando mucho más que antes por Yemen, ya que milicianos de Yemen enviaron cartuchos para impresoras  llenos de explosivos a Chicago, donde fueron interceptados.

Las autoridades yemeníes se encuentran desbordas por las revueltas armadas de insurgentes chiítas en el noroeste del país y por un creciente movimiento secesionista en el sur.

Es obvio que las fuerzas militares de Yemen no pueden, por sí solas, enfrentar a Al Qaeda, motivo por el cual reciben la colaboración de la CIA, que habría instalado una central en el territorio yemení para  controlar el territorio en el área que da a la costa del Mar Rojo.

Siria

Más aislada que nunca, Siria  sufre una represión incomensurable y cada día produce novedades terribles desde lo bélico. El miedo es el protagonista fundamental al momento de escribirse este análisis  del que es necesario dejar claro que un baño de sangre ha sido la resultante de una degradación de las instituciones corruptas, a la que coadyuva una crisis económica exacerbada hasta límites desconocidos.

En Libia, Yemen y  Siria, los combatientes son potenciales terroristas, conformados por la 3º y 4º generación de inmigrantes musulmanes radicalizados y  fanatizados, motivados por los conflictos bélicos de Palestina, Irak y Afganistán, siendo financiados en este último territorio por el comercio del opio talibán[1].

Son dichos conflictos, sin duda,  producto de injusticias, acciones racistas y  actos de intolerancia social y, debido a ello, el terrorismo o los combatientes rebeldes – según el prisma con que se analice la cuestión que nos ocupa-  han conformado células mínimas, sin conexión entre sí, con mandos independientes e impredecibles.


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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com