Pauta y apriete

Ni la suma de dinero más grande impide que el humano llevado a su límite moral reaccione, aunque sea periodista y esté acostumbrado estoica y heroicamente a aguantar, dadas las reglas de juego del ámbito de la comunicación, esa apetecible picadora de carne que todo aquél que pretenda poder quiere ¿Debe? manejar. Es que la pauta publicitaria, esa gasolina necesaria para vivir de la actividad periodística en la actualidad, en la realidad choca con la esencia de la ética periodística en sí: defender la libertad del trabajador de la comunicación para expresarse cualquiera sea su tinte ideológico, cualquiera sea el contexto político en el que esa libertad para expresarse decida expresarse.

No se puede subsistir en la cancha periodística en los tiempos que corren sin el favor de la pauta, es verdad; ahora, tampoco se puede subsistir siendo las 24 horas del día un mercenario, un prostituto que se vende al mejor postor, al menos sin perder lo básico para agradar los ojos, y oidos de los receptores de la palabra escrita o hablada: la credibilidad.

Desde la modernidad para acá, el influjo de la prensa como generadora de opinión ha ido en aumento hasta tornarse vital para cualquier actor de poder que quiera instalar cierto discurso en el común de la sociedad. Tal es así, que los gobiernos de turno, cualquiera sea su pensamiento orientador necesitan indefectiblemente de los servicios de la comunicación para transcurrir sus días en relativa paz, sin mayores sobresaltos que los proporcionados por un sino esquivo.

En la provincia de Santa Fe, el socialismo, cabeza de una coalición de partidos heterogénea con más de una veintena de años al frente del Estado Municipal, y camino a cumplir dos mandatos en la gobernación, ha seguido una estrategia digna de analisis en materia comunicativa. Cuidando las formas republicanas y con una defensa constante y tenaz de las intituciones, su discurso ha prendido como leña seca primero en una urbe como Rosario que hace mucho dejó de ser la capital del peronismo para transformarse en un espejo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con sectores medios-independientes rebosantes de singularidad; y luego en todo el territorio de la provincia invencible del Brigadier López tomando la posta conductora a la salida de una veintena de años peronista que dejó más sinsabores que alegrías. Lógico, esa estrategia comunicativa implicó en la práctica que un alto porcentaje de los presupuestos anuales se destinaran a «gastos de prensa y difusión», en perjuicio de la atención de prioridades más acuciantes para la sociedad.

Esa manera de encarar la gestión se encuentra in aticulo mortis, o al menos viene siendo puesta en cuestión, porque -retomando el hilo del comienzo- se está arribando al límite moral, aquél que torna estéril la acción de la más poderosa pauta publicitaria, pese a los sobrehumanos esfuerzos que realizan los ejecutivos del Frente Progresista a nivel local y regional por mantener al día los pagos en concepto de publicidad en época de crisis económica, según me confiesa un amigo, militante de toda la vida del socialismo.

Ese límite es al que llegó Ariel Bulsicco, conductor del noticiero de Canal 5 hace casi otra veintena de años, que en un ámbito como el periodístico al contrario de lo que dice el tango, son muchos, y brindan la autoridad necesaria para opinar a aquél que los ostente, esa credibilidad tan difícil de conseguir a la que hacíamos referencia más arriba.

Bulsicco, el día de ayer en su cuenta de Facebook decidió honrar la premisa fundamental del periodismo como actividad: la libertad para poder expresar un punto de vista determinado sobre un tema determinado, aunque esto incomode al poder de turno, o a su espada predilecta, la implacable y temible pauta publicitaria. Harto de estar sometido al «Mejor no hablar de ciertas cosas», posteó (pedimos disculpas por la larga cita pero era significativa para comprender el planteo)«Podrido estoy de no poder laburar libremente en esta Provincia donde «casi todos» venden que acá sí se respira aire libre, estoy cansado de aguantar y bancarme lo que pasa…me pasa a mí y a otros en el periodismo…hoy se me dijo que no opine en el noti del canal sobre el caso Tognioli y sus derivaciones…como viene ocurriendo, una persona del gobierno provincial «llama para hacer callar»…puedo tener paciencia en muchos temas, soy de respirar hondo antes de reaccionar, pero no soporto que me jodan con la libertad de hablar…en estos años me banqué no poder tener laburo en muchos ámbitos, lo sigo padeciendo todos los días, pero que ahora me «frenen» en el noticiero que conduzco hace 18 años y en un tema tan denso, ya es mucho…y saco el pecho para lo que venga tras esto…insisto, no soy el único…desde la circunstancia que les da el poder pretenden que todos opinemos y tengamos el mismo discurso…para eso ya tienen los espacios que le son afín en radio y tv…conmigo abstenerse, antes me voy a casa a producir mi ropa…dejen de perder el tiempo y limpien la mugre que tienen adentro…me importa nada que ahora salten los adulones de siempre…y solo espero que no anulen esto, que es mi muro…».

Bulsico dixit; más claro, echarle agua. En esta oportunidad no está en juego sólo la moral del periodista, valor que su defensa en la jungla de la comunicación puede condenar al ostracismo, sino la moral de una sociedad como la santafesina que ve impotente como sus hijos caen en la droga, o son víctimas de la falta de seguridad, para contribuir nuevamente a la inseguridad en busca de recursos para financiar este flagelo de la posmodernidad. El Tognoligate, muestra inmejorablemente que la mejor y la más pensada estrategia comunicativa se agota en la realidad, en la cruda realidad, esa fotografia nítida que te noquea al instante. También muestra, asimismo, que los medios de comunicación te acompañan a la puerta del cementerio, pero no entran con vos. Llegado el caso dejan que te mueras ahogado en tu propio error, para salvar su pellejo, de cándida apariencia virginal.

El recordado Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Abraham Lincoln, supo decir alguna vez: «Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo». No dejemos que el carcinoma de la mentira se apodere de nuestra mentes.

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Antonio Abbatemarco

Director de Cuna de la Noticia