Padre Joaquín: «A los pibes que bauticé, la droga los hace desconocerme»

Como desde hace casi ya 30 años el padre Joaquín Núñez es un termómetro de los problemas de violencia y exclusión que se viven en los sectores más carenciados. Sólo que esta vez, el sacerdote villero advierte que el avance de las secuelas de las adicciones en la zona oeste no hace distinciones. «A los pibes que bauticé y les di la comunión, la droga los hace desconocer a cualquiera. Me han agredido porque no les quise comprar un celular que habían robado, me reventaron la puerta de mi rancho», reveló el cura para agregar: «Cuando están dados vuelta, cualquiera corre riesgo, yo inclusive».

Las declaraciones de Núñez a LaCapital se dan en un contexto particular. Días atrás renunció a la Secretaría de Lucha contra las Adicciones (Sedronar) el padre Juan Carlos Molina, y esta semana la Conferencia Episcopal Argentina incluyó en su documento la necesidad de mantener en firme la lucha contra el narcotráfico.

El lunes pasado, tras el robo de inodoros y elementos en la escuela Escuela Nº 1.367 Raúl Domínguez (avenida del Rosario 3655), su directora había considerado que «el problema es que hay mucha droga en el barrio. Ese tema ya se ve en chicos muy pequeños, y eso los lleva a delinquir».

Núñez vive hace casi tres décadas junto a los pobres en Bella Vista Oeste, justo detrás del distrito municipal de Perón y Felipe Moré; hacia Pellegrini. Allí vivencia cotidianamente la irrupción de la violencia, en muchos casos empujada por el consumo de droga.

«Hay cada vez más consumo. Cuando están dados vuelta desconocen a cualquiera, agreden y son peligrosos, lamentablemente es muy frecuente y sabemos por contactos con gente del barrio que gran parte de ellos están armados», advirtió el religioso.

En su descripción, planteó imágenes similares a una guerra. «¿Sabes todos los pibes que veo con muletas, enyesados y tantos que han muerto? Resuelven todo a los tiros», advirtió a la hora de describir la postal cotidiana que observa en la zona oeste.

En esta línea, amplió: «Han asesinado jóvenes, pibitos, gente grande. Hablamos y no pasa nada, cada vez peor. Hay muchas armas, mucho chico herido en piernas, brazos o directamente en el cementerio. Si el Estado no se mete a fondo, los esfuerzos particulares son quijotadas que no sirven de mucho».

Malas costumbres. Pero los tiros y enfrentamientos no son la única postal que describe el cura villero. «Ha crecido enormemente la costumbre de sentarse en una esquina a tomar cerveza, fumar porro o consumir cocaína. Es casi habitual. Y no sólo gente de la villa, sino aquellos que están un poco más allá. Se pasan horas, pibes y no tan pibes», afirmó Núñez.

Cuando se lo consultó por el despliegue de Gendarmería el año pasado y el inminente regreso de las fuerzas federales, el cura le bajó el tono a las expectativas.

«Todo el tiempo que estuvieron los gendarmes se hicieron algunos esfuerzos, escaramuzas, tumbaron algunos búnker pero levantaban otros a unas pocas cuadras», afirmó para no dudar: «La droga está en cualquier parte, es fácil conseguirla, ya no se sabe qué hacer. Ahora hay muchos coches caros y buenos que se meten en la villa. No sé que andan haciendo».

¿Lo amenazaron?, preguntó este diario. «Me llegaron versiones de que me tienen marcado. Me han insultado, hasta incluso algunos me piden que no me meta tanto en este tema. Cuanto están así drogados ni saben quienes son entre ellos, y podemos perder quienes estamos cerca. Cualquiera corre riesgo, yo inclusive».

«Los pibes que bauticé y me saludan, me han agredido porque nos les quise comprar un celular que habían robado y me reventaron la puerta de mi rancho. Acá la gente, el vecino común, el laburante está cansado y se queja de la cantidad de veces que lo asaltaron; le sacan el teléfono, las zapatillas, lo poco que tienen», describió el sacerdote.

Después de lamentarse por la partida de Molina del Sedronar y admitir que «el esfuerzo que hacía no cubría ni el 50 por ciento del problema», Núñez volvió a la carga con su proyecto de un centro de internación para adictos con capacitación en oficios y escolarización.

«Soy un convencido de que debe crearse un régimen de internados para que los chicos que cayeron en adicciones puedan finalizar la primaria, secundaria, aprendan un trabajo y luego se los inserte en el mundo laboral. Pero hay que ser estrictos y en un año desintoxicarlos. Porque con hablar o tenerlos medio día no sirve, hace falta un compromiso mayor de los gobernantes», exigió el cura.

Cabe destacar que Núñez ya había presentado esta iniciativa que tenía por objetivo conformar un internado para chicos con problemas de adicciones en las instalaciones del ex Batallón de Comunicaciones Nº 121, en la zona sur. El proyecto no logró apoyo de las autoridades de la provincia.

(La Capital)