El nieto del gánster Meyer Lansky reclama que le paguen la expropiación del Hotel Riviera

El acercamiento entre Cuba y Estados Unidos tuvo una consecuencia imprevisible: El nieto del gánster Meyer Lansky, Gary Rapoport, ni lerdo ni perezoso le reclamó al gobierno de Raúl Castro que le pague por haberle expropiado el otrora lujoso hotel Riviera de La Habana, tras el deshielo diplomático firmado hace un año.

Esto sucede en el marco de las negociaciones que buscan compensar los perjuicios que los dos países se generaron mutuamente tras la revolución cubana ocurrida hace 57 años.

Por 8 mil millones de dólares unas 6.000 personas y empresas norteamericanas reclaman por las expropiaciones de sus bienes y Cuba hace lo propio contra Norteamérica por la cifra de 121.192 millones de dólares como consecuencia de los daños económicos que se originaron por el bloqueo.

Entre los interesados en recuperar lo suyo se encuentra Rapoport, hijo de la única descendiente directa de Meyer Lansky: Sandy Lombardo.

En el túnel del tiempo

Para entender mejor la historia que como resultante tuvo el reclamo de Rapoport debemos remontarnos a 1902, momento en que Meyer nacía en Tel Aviv, en el seno de una familia judía en la actual Bielorrusia.

En 1956 ya era uno de los hombres más influyentes de la isla tras fundar la compañía Hotelera Riviera para erigir el hotel-casino más importante de América, destinado a incrementar sustancialmente negocios junto al mafioso Lucky Luciano, tándem que venía explotando comercialmente en Las Vegas y Florida.

De esta manera, se extendían las transacciones a las Antillas con el juego como principal componente, que para Vicente Batista, a cargo del gobierno de ese entonces era considerado legal. El hotel y el casino fueron inaugurados en 1957, con la actuación de Ginger Roger.

Meyer Lansky era considerado la figura más poderosa del mundo criminal de Estados Unidos. El FBI pretendía ponerlo tras las rejas y en Tel Aviv buscó refugio.

El mafioso, en 1971, se hallaba exiliado en dicha ciudad judía, donde pretendía convertirse en un ciudadano de Israel y estaba obsesionado con encontrar la tumba de sus abuelos, cavada en Jerusalén. Si la hallaba pretendía convertirlas en las mejor, con los mármoles más finos que se pudieran encontrar en Israel, ello a pesar de que trataron de convencerlo que sus abuelos no hubieran querido tanto lujo por provenir de familias pobres. “Sería considerado un sacrilegio” le decían sus familiares, a los que se negaba sistemáticamente a escuchar.

Con su apariencia, que reflejaba a un hombre serio, mayor y tranquilo, finalmente, tozudo por la cuestión, le pidió a un rabino que se “ocupara que la tumba -si la hallaba- de dejarla en orden y limpia, con flores frescas. Yo le enviare un cheque de 100 dólares, regularmente, para gastos y por sus molestias”.

A todo esto, el FBI lo consideraba un cerebro financiero y constructor de vastos imperios de juego en Las Vegas, Cuba y Las Bahamas. Sus adláteres lo tenían como el más grande contrabandista de América en la década del 20 y fue considerado, por tres décadas, como el más temido cabecilla de los gángsters del siglo y quizás de todos los tiempos.

Las primeras correrías

En su infancia Lansky inició sus correrías en los barrios bajos de Nueva York, capitaneando una pandilla callejera que al alcanzar la adolescencia se transformó en un grupo de seres inhumanos y despiadados.

Dormía en su casa, sobre colchones tirados en el suelo, mientras sus padres obtenían ganancias alquilando habitaciones en el primer piso a pensionistas. Incluso, a veces, descansaba en el mismo lecho junto a algún inquilino que se apenaba por su situación.

En su juventud se reunía con un sujeto napolitano, que terminó siendo conocido como Salvatore “Lucky” Luciano, hijo de Rosalía y Antonio Lucania.

Más tarde secundó a Luciano en los planes de la masacre que liquidó a los viejos caudillos de la mafia y ordenó el asesinato de Bugsy Siegel, su mejor amigo de la juventud, pasando a ser el jefe internacional del tráfico de drogas.

De garito en garito

La pasión por el juego se desarrolló en Meyer por su pre-adolescencia. Visitaba los garitos clandestinos donde se jugaba a los dados y a las cartas, analizando su desarrollo hasta el mínimo detalle.

Fue un buen alumno en la Public School 34, donde aprendía inglés hasta que los dejó por explorar el submundo criminal desarrollando su accionar en todo lo que le interesaba sobre el manejo de pandillas.

Lo acompañaba su hermano Jake, más alto y corpulento, al que utilizaba de guardaespaldas.

Vale dejar claro que Lansky y Luciano estarían marcados por “el gran sueño americano” de la oportunidad: Lograr una vida mejor que jamás hubieran conseguido en las minas de sulfuro de su pobre villa siciliana. La familia de Luciano fue a vivir a EE.UU en 1906 y se instaló en el Lower East Side.

“Luciano veía a sus compañeros judíos faltos de coraje, aunque estos últimos se baleaban con bandas irlandesas e italianas. Los italianos respetaban a los judíos por sus sorprendentes cerebros financieros y estos últimos preferían permanecer detrás de la escena y dejar que los italianos se dedicaran a matar.[1]

Lucania era el líder de una pandilla de italianos que se enfrentaban a otras bandas que querrían ingresar a su zona para ampliar el radio de sus delitos. La mano derecha de Lansky era Benny Sieguel, cuyos padres habían viajado a Estados Unidos dese Kiev, Rusia, escapando de la persecución judía iniciada por los zares.

Los Siegel habían sido vecinos cercanos de otra familia que también emigró a Estados Unidos, cuya hija se convirtió en una los más prominentes líderes de Israel: Golda Meier y fue a ella que le pidió asilo cincuenta años más tarde.

A Siegel le gustaban los revólveres y siempre estaba listo para disparar primero -actuaba sin pensar y Lansky le recomendaba “trabajar detrás de escena”.

El equipo de Lansky

Formaban el equipo de Lansky Irving Sanler (su primo) conocido como “Abner” Longi Zwillman; el hermano menor de Lansky, Jake; Louis (Lepke) Buchalter; Judie Albert; Sutch Goldelberg y más tarde se sumó Dutch Schultz, cuyo nombre real era Arthur Flagenumer. En definitiva era un grupo judío iniciado en el crimen en competencia con los italianos e irlandeses.

El mafioso Lansky, en principio, se ganaba la vida en un astillero y luego lo hizo con un procesador de pieles. Tuvo su negocio de viajante, donde servía de intermediario con los chacareros.

El hombre clave

Un hombre clave en la vida de Lansky fue Uri Dan. Fue el ideólogo que rompió con las viejas tradiciones sicilianas para unir a todo el mundo del crimen en un solo organismo.

Meyer hizo una fortuna con el contrabando junto a Uri Dan especulando con la prohibición (Ley Seca), mientras Sam Bronfman lo hacía desde Canadá a través del lago Erie, al que denominaban El Lago Judío.-

Lansky recibió la propuesta de unirse a Arnold Rotstein, quien conoció al primero en un bar Mitzvah (comunión judía) del hijo de una antigua familia amiga de Brooklyn.

Rotstein le sugirió a Lansky que vendiera el whisky en las botellas originales, sin adulterar. Sólo debía comprarlas directamente en Inglaterra, luego las tenía que depositar en el límite de la jurisdicción marítima norteamericana, sobornando a gobernadores de las islas del Caribe, tras lo cual tendría que traerlas en sus propios barcos hasta un punto de EE.UU en que los guardacostas hayan sido “convencidos” con dólares.

Rotstein quería dejarle claro a Lansky, que utilizando ese mecanismo, sería considerado de una manera muy diferente a los que se ocupan del tráfico de drogas o prostitución.

Lansky y Luciano pusieron rápidamente en funcionamiento el proyecto y las normas que utilizaron cambiaron las normas de los delitos.

Jueces y políticos coimeros

A partir de que el servicio de guardacostas yanqui tomó debida cuenta del incremento del tráfico de alcohol, aumentó la persecución policial y para quebrar la hostilidad, tuvieron que cubrirse diplomáticamente con Francesco Castiglia, al que todos conocían en la mafia como Frank Costello, nacido en Calabria, en 1891, un sujeto tan violento como Bugsy Siegel. Costello estaba lleno de contactos y burlaba a la ley repartiendo coimas a jueces y políticos.

El uso del teléfono, el auto y las lanchas, -toda una novedad en la década del 30-, favoreció accionar mafioso de Lansky y compañía. Junto a Lucania hicieron un convenio con Big Bill Dwyer, quien trabajaba en el puerto de Nueva York, donde funcionaba una red de contrabando.

El nexo Lansky- Kennedy

En el libro “Meyer Lansky Mogul of the Mob”, de Dennis Eisenberg, Uri Dan y Eli Landau, editado en 1979 en Nueva York y Londres, se hace mención a un episodio de mortales consecuencias que tuvo como protagonistas a judíos e italianos mafiosos enfrentados.

En una de las sombrías noches de 1927 hubo un enfrentamiento entre gánsteres que costó la vida a 11 de ellos. Un convoy de whisky embarcado desde Irlanda a Boston fue interceptado por un grupo armado que aguardaba su paso al borde la carretera, al sur de Inglaterra. Hubo muertos y heridos graves y la emboscada fue realizada por la pandilla de Lansky-Luciano, donde quedó demostrada la valentía de Bugsy Sieguel.

Una más que insistente versión de aquellos tiempos, señalaba que los ingleses de Lower East Side descubrieron más tarde que Joseph Kennedy estaba envuelto en ese embarque.

Los Kennedy guardaron el rencor de aquella afrenta y más tarde John y Robert Kennedy, hijos de Joseph, persiguieron a la mafia en busca de una venganza personal, ya que como consecuencia del atraco, Joseph Kennedy debió gastar una fortuna acosado por las viudas y parientes de los custodios de aquella carga.

La mafia rompió el trato con el padre de JFK, quien fue considerado un traidor por el acuerdo que había hecho para que eligieran a su hijo. Pero esa es otra historia digna de ser contada minuciosamente.

Para el momento en que ocurrió dicho episodio el gran problema de la mafia norteamericana era, sin duda, el sostenido crecimiento del narcotráfico, fundamentalmente el de la heroína. Los pistoleros norteamericanos, junto a químicos contratados lograban extender 30 veces 1 kilo de la droga y debido a ello se produjo una interna mafiosa, ya que varios “capos” no querían ingresar en ese negocio, mientras que otros lo aceptaban, aunque debían controlar la corrupción interna.

Para colmo se produjo el enfrentamiento entre Jhon Stamfa y Merlino, especializados en delitos nocturnos y el FBI efectuó una redada importante que culminó el 2 de marzo de 1993, en un tiroteo que quedó en los anales históricos.

Ya por ese entonces la mafia ganaba más que la más conocida empresa de gaseosas cola. El dinero ilegal fluía a raudales desde la base a la cúspide de la pirámide. El jefe se comunicaba a través de intermediarios y “siempre” debe cobrar algo de la transacción. La falta de pago se termina con la muerte del que no abona en tiempo y forma. Como regla básica, el asesino debe ser conocido de la víctima y su mujer e hijos eran protegidos luego por los que mandaban a matar.

“La gene me acusó de toda clase de crímenes –señaló en una oportunidad Lansky-, pero la acusación que más me dolió es la que me hicieron del asesinato de Bugsy Siegel, mi más querido amigo”.

Lansky, en 1971, mantuvo contactos con la familia del muerto y visitó a su nieta cuando en 1971 viajó a Israel.

“Por alguna razón me involucraron en negocios del narcotráfico, del que nunca participé”, apuntó “pero un agente del FBI me dijo que siempre es buena publicidad hacer intervenir a Lansky”.


[1] Wof y Di Mona .Emecé.1975

Imagen: Meyer Lansky Oficial

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com