La receta de Fernández y el futuro del macrismo

Alberto Fernández trajo como resultado de su semana europea no sólo un mimo para el alma –dado que guitarreó y cantó junto a Jorge Drexler su tema preferido de Serrat, «Mediterráno»-, sino también para su bagaje político internacional por las reuniones que mantuvo con representantes del socialismo europeo. Se sorprendió porque, con sus formas, Portugal a partir de Antonio Costa produjo un cambio político con una receta parecida a la que impulsó Néstor Kirchner en 2003: «Lo que hicimos con Néstor fue mover la economía siendo muy estrictos con las cuentas públicas».

Por estas horas mucho se habla sobre la posibilidad de replicar o no el modelo portugués. Es interesante destacar algunas diferencias: Portugal inició este modelo con un PBI per cápita de 32 mil euros, mientras que el de Argentina a julio 2019, según datos del Banco Mundial y la OCDE, asciende a USD 11.653. La infraestructura de Portugal está sobreinvertida, mientras que Argentina tiene escuelas sin gas, hospitales sin gasa, caminos y rutas a medio o por hacer y una deuda enorme con el FMI. Se sabe que hay un PBI argentino atesorado: el desafío sería que la política genere la confianza necesaria para desatesorarlo. El candidato Fernández, además, quedó satisfecho al poder explicar a los políticos y empresarios con quienes se reunió: «Nosotros podemos ser parte de la solución del problema argentino dado que somos gente razonable».

Para los dos sectores más votados en las PASO, la clave está en los días que los separan del 27 de octubre. Macri, quien sin abandonar su rol de candidato, parece aceptar su principal obligación de Presidente de los argentinos, en cuanto a generar políticas con base realistas alejadas de sus deseos, pero necesarias para esta etapa. En su cercanía se especula con que el sector ahora más influyente, pueda convencerlo de agudizar ese realismo.

Al cierre de este análisis, la CGT se reunía con el Gobierno. El tema principal que plantearán es la emergencia alimentaria. Sobre este tema están todos con el mismo interés el cual además de ser real se viste de electoral: gobierno, que no quiere acceder. Aunque no vetaría la ley si el Congreso la sanciona. Oposición, que busca lograrla. Y la CGT que quiere compartir el reclamo de los movimientos sociales y tener políticas activas de acompañamiento a través de las organizaciones que la integran, dado que representa a trabajadores con salarios muy bajos. Existe ya un ejemplo que sucede en Rosario. El gremio de Luz y Fuerza conducido por Alberto Botto tiene una campaña solidaria permanente de sostén de comedores y copa de leche en los barrios más necesitados. Botto dice «Tuvimos que reemplazar al Estado, la situación es grave, hay hambre».

Sobre la emergencia en sí, la realidad objetiva es que el Gobierno dispone de los elementos necesarios para responder con rapidez. También es cierto que el escenario de septiembre y octubre tras el efecto de la devaluación se presenta muy feo. En estos últimos 20 días la economía se paralizó, aumentaron los precios de los alimentos y del transporte, hay hambre y/o mala alimentación. Descomprimir la angustiosa realidad de muchas familias debiera ser prioritario y despojado de todo tironeo electoral de los unos y los otros.

El otro tema clave para la CGT son las paritarias. Aquí una caja de Pandora. El Gobierno sostiene que no es necesario reabrirlas porque todas tienen cláusula de revisión. No la quiere abrir. La CGT por su parte dice -y con no poca razón- que es difícil hallar el número. En definitiva se inclinarían por una suma fija no remunerativa para la transición.

Esta cronista recuerda que en 2003 el entonces ministro de Trabajo Carlos Tomada pasó una suma fija no remunerativa de $200 al básico de entonces, poniendo así en marcha la negociación colectiva, generando una mejora importante para los sectores más relegados.

Por el lado de la Unión Industrial Argentina (UIA), los sectores que apoyaban al Gobierno abiertamente se retrotrajeron en esa efusividad, por imperio de sus realidades. En el caso del sector de la alimentación, se le escucha decir al empresario Pagani que en la historia de ARCOR sólo tres balances dieron pérdida: uno en el 2001 y los dos restantes bajo el gobierno de Macri. La UIA tiene avanzado un modelo productivo industrialista en el cual se abordan temas como financiamiento, macroeconomía, políticas de desarrollo a largo plazo. Si bien hay sectores que la integran como calzado, metalúrgicos, que son los grandes perdedores del modelo; los empresarios en general nucleados en la misma, se dan aliento para llegar a octubre.

El panorama porteño-bonaerense y del interior guarda una realidad parecida. Guillermo Moretti me decía: «Hace dos años que vengo insistiendo sobre el industricidio. Nuestras fábricas no dan más, y nuestros trabajadores pagan las consecuencias por la ausencia de un plan económico nacional». Consultado José Ignacio de Mendiguren, dijo: «Las grandes empresas están muy mal, perdieron la mitad de su capital, las que cotizan en Bolsa dejaron de valer lo que valían. Hay decepción, pero las grandes empresas tienen más cuerpo que las medianas y pequeñas, las que han dejado de vender no sólo en el último mes, sino desde hace varios».

De Mendiguren tiene claro en su condición de diputado y de hombre de la política con posibilidad de protagonizar un rol importante en un posible gobierno de Alberto Fernández que: «Lo primero es recuperar la rentabilidad, con esto va a volver la inversión. Debemos cuidar que la inflación no vaya detrás de la devaluación y que no se traslade a precios. Es fundamental poner plata en el bolsillo a la gente. El acuerdo económico y social es lo deseable, pero no se hace rápido; por eso hay que concertar de entrada entre gobierno, empresarios y trabajadores».

Luego del 27 de octubre también habrá modificaciones en los dos grandes esquemas políticos que determinaron las PASO. Si Alberto Fernández gana y con buen porcentaje, prevalecerá en el peronismo un centrismo avalado por gobernadores, intendentes y albertistas. Si pierde, el camporismo representado en el Parlamento tendrá un rol prioritario.

En el caso del macrismo, de perder las elecciones, Macri tendrá el problema de mantener el liderazgo dentro del PRO y la dudosa continuidad de su socio la UCR. De producirse la difícil situación de un triunfo, deberá hacer lo que Frigerio reconoció por estas horas como error inicial de la gestión: «No ampliamos la base de sustentación política, debemos aprender que solos no podemos».

Ricardo Alfonsín, quien tiene el mérito de haberle declarado a esta cronista en forma inmediata a Gualeguaychú su preocupación -«vamos a ser el socio minoritario de esta coalición, no nos engañemos»-, ahora me ha dicho: «Esta semana posiblemente me reúna con Alberto Fernández como ya lo hice y lo ha hecho mi padre, porque me preocupa no octubre ni el radicalismo, sino los grandes problemas argentinos y nuestra incapacidad política para resolverlos».

avatar

María Herminia Grande

Periodista. Analista política