La guerra afgana se acerca a una encrucijada

No son pocos los analistas de política internacional que comenzaron a conocer a Joseth Biden cuando avanzó la campaña por la presidencia estadounidense. La realidad es otra.

Joe tuvo un papel importante en los primeros meses en el poder por parte del ex presidente Bill Clinton, tiempo en el que el gobierno norteamericano estuvo concentrado en el desarrollo e instalación de la Defensa Nacional de Misiles Antibalísticos, la tecnología a utilizar “para defenderse del mundo” mientras consolidaba una ventaja estratégica inatacable para esos tiempos de “Guerra Fría”.

La amenaza, según el Pentágono provenía de Irak, Irán y Corea del Norte y por esa razón debía ser enfrentado el principal obstáculo político para un despliegue ce la naturaleza que evaluamos: El Tratado de Misiles Antibalístico, más conocido por ABM (1972), que restringía el despliegue defensivo misilístico ante la probabilidad de un ataque, manteniendo un factor disuasivo contra cualquier ataque con armas nucleares.

Así nació la Teoría de la Mutua Destrucción Segura (MAD), que sostenía que la estabilidad aumentaba si ambos lados estaban seguros de que su propia destrucción era inevitable en caso que produjera un ataque.

La teoría se tornó inaplicable debido a que EE.UU. no sería disuadido por ninguna advertencia de contraataque por parte de Rusia o China y fue precisamente Joseph Biden como presidente de la Comisión de Relaciones Extranjeras del Senado quien fue el primero en advertir una carrera armamentista en la que agregó a India y Paquistán. A pesar de su aviso, Clinton promulgó en julio de 1999 la Ley de Defensa Nacional Antimisiles, en el que estaba contemplada en Alaska para el 2005, la instalación de un sistema que incluiría cien interceptores con base en tierra, una estación de radar ABM y cinco radares actualizados de alerta temprana, mientras que otro sitio comenzaría a funcionar en 2010 con nuevos interceptores y radares.

Y aquí nos detenemos con ese relato, ya que el objetivo del mismo era recordar algún antecedente de Biden, quien no es, precisamente, un nene de pecho de la política internacional y que no duda tanto como su antecesor en la presidencia para ordenar ataques a fuerzas de corte terrorista que considera fuentes de inseguridad internacional.

Opciones

Es precisamente Biden el que se ve enfrentado a dos opciones en Afganistán: O retira la totalidad de las tropas antes de mayo, como prometió su antecesor en la presidencia, a riesgo de un resurgimiento extremista, o mantiene las tropas en territorio afgano-lo que implica la continuación de la guerra-, con la esperanza de forzar a los talibanes a llegar a un acuerdo con el débil gobierno de Kabul.

En esta columna hemos hecho referencia a una tercera posibilidad, aún no negada: Un acuerdo de unión de fuerzas entre norteamericanos y un sector talibán para contener el extremismo en Afganistán. Al momento de redactarse esta columna, la decisión final no ha sido tomada tras un mes del nuevo gobierno.

Retirarse sin obtener alguna ventaja puede ser visto como una concesión excesiva a los talibanes y una falta de respeto a las víctimas civiles afganas. La contraparte de esa evaluación es el cansancio de la opinión pública del país del Norte que lleva soportando 20 años de guerra en Afganistán.

Vale recordar también que Biden ,en 2009, como vicepresidente de Obama fue vencido en el interior del gabinete cuando propuso reducir la participación militar en Afganistán para concentrarse en el combate contra extremistas. El ex presidente Obama, por el contrario, decidió incrementar los efectivos a 100.000.

Hay que recordar que Obama no logró forzar a los talibanes a sentarse a negociar la pacificación y cuando en enero de 2017, cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca, su antecesor había reducido el número de soldados a 8.500.

Ahora Biden se sacará el gusto y dejaría sólo una fuerza antiterrorista en Afganistán y trataría de terminar “responsablemente” con la lucha armada, prometiendo que antes de finalizar su mandato “traeré de vuelta a casa a nuestras tropas”. Lo escribió a mediados del 2019 ante un cuestionario que le presentó el Consejo de Relaciones Exteriores.

Por ahora Biden analiza el Acuerdo de Doha, de febrero de 2010, por el c cual los talibanes acordaron dejar de atacar a las fuerzas del gobierno de Kabul, a cambio de una retirada completa de las fuerzas norteamericanas y de la coalición y dar inicio a conversaciones de paz antes del 1º de mayo de este año 2021.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com