¡Volvimos!

Indignados por el derrocamiento del Presidente constitucional, Juan Domingo Perón. Fusilados por la espalda, en la calle y en los basurales.

Perseguidos, callados de prepo, proscriptos.

Con el cuerpo de la Jefa espiritual de la Nación secuestrado, escondido, vejado, maltratado.

Viendo cómo los derechos por fin adquiridos, después de años de explotación, se iban por el caño.

Con los puños apretados de bronca, mordiéndose los labios. Empuñando herramientas de trabajo devenidas en armas para Resistir. Gritando, pensando y sintiendo que había que dar “La vida por Perón”; así nace esta gesta patriótica; emergiendo del corazón del pueblo.

Resistencia Peronista, con mayúsculas… y bien peronista. El resto de los partidos políticos miró para un costado, o lo que es peor: avaló la banda militar asesina, que había bombardeado Plaza de Mayo unos meses atrás, cobrando cientos de vidas inocentes, en un intento por matar a Perón.

Una vez en el poder, todos dieron su complacencia, integrando la “Junta Consultiva”, de la que formaron parte Radicales, Demócratas Progresistas, Socialistas conservadores y otros democráticos… Todos aplaudiendo y apuntalando al gobierno golpista y asesino de Rojas y Aramburu.

Militares y civiles, colocaban bombas en los subterráneos en el 53, y hasta hoy se enorgullecen de la hazaña. Ellos estaban felices a pesar que la mayoría del pueblo lloraba a su líder expatriado.

El pueblo trabajador sufría en un obligado silencio por la compañera muerta, a la que no le podían arrimar una florcita en su memoria.

No podían, pero lo lograban… Los muchachos de la Resistencia, arriesgando su vida, siempre se la ingeniaban para estar informados, del lugar donde estaba escondido el cuerpo. Y, misteriosamente, con la luz del día, los profanadores se encontraban con velas encendidas y flores en cada uno de los lugares donde intentaban ocultar el cuerpo de Eva.

Durante años enteros su objetivo fue traer de nuevo al General, por las buenas o por las malas – malas al estilo peronista, claro, nosotros siempre pusimos los cuerpos, y los antipatria, las balas -.

Es que el peronismo, siempre fue una revolución pacífica.

Y así, a puro ingenio, comunicándose con improvisados códigos, volanteando con papelitos caseros, escritos a mano o impresos con mimeógrafos instalados en los sótanos de un grupo de valientes que sabían que se jugaban el cuero. Luciendo un ramito de nomeolvides en el ojal. Escribiendo en las paredes con cascotes, o con apuradas pinceladas, resistimos.

Robándole horas al sueño y a la familia. Arriesgándose en cada jugada, que nunca se sabía como saldría, muchas veces terminaban presos o muertos.

Vieron desfilar golpistas y pseudodemocracias, falsas y viciadas; cómplices de la prohibición y la persecución.

Pero resistieron. Algunos aún viven para contarnos; otros dejaron su vida en el camino a la liberación. Los que todavía están entre nosotros, nos enseñan el camino. Los que se fueron a integrar los comandos celestiales, desde algún lugar nos guían y nos alientan. Corren con una ventaja, a ningún peronista se le está permitido morir, hasta que el objetivo de la Patria Justa, Libre y Soberana sea una realidad, así que aquellos que no están físicamente entre nosotros, están, desde otro lugar, y estarán hasta que triunfemos, estarán por siempre. La única forma posible de morir, es el olvido, por eso la importancia de rescatar estas historias. Para salvarlos a ellos, para salvarnos nosotros.

La lucha fue ardua y desigual, pero nuestros compañeros, lograron traer el General de su exilio, después de 17 años.

Volvimos, que no es poco.

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Natalia Jaureguizahar

Agrupación Arturo Jauretche (Venado Tuerto)