Cristina y las tostadas de la locura

Nuestro país está en manos de una orate, ciclotímica, bipolar, con trastornos hormonales y emocionales. Cada tanto, los medios con hegemonía en decadencia sacuden el polvo a viejas teorías psiquiátricas para convencer –es un decir- de que La Presidenta es candidata a la camisa de fuerza. O que sus decisiones están inspiradas en el desquicio de su enferma mente más que en convicciones fuertemente ideológicas. Algunos analistas económicos aseguran que el Gobierno Nacional entró en pánico y por eso toma las medidas que toma. Como no pueden discutir en el terreno de la política, intentan trasladar el eje hacia el corpus de la psiquiatría. ¡Qué locura! ¿No? Sin embargo, cada vez son más los que se manifiestan a favor de nuestra Humana Mandataria, quien, en medio de un profundo discurso conmemorativo por el 9 de julio, es capaz de retar de mala manera al camarógrafo de un canal. Claro, otros presidentes cuidaban el protocolo, hablaban con voz engolada, leían o recitaban un discurso de catálogo; vaciaban de contenido todo contenido; ignoraban por completo al público, como una metáfora de su accionar presidencial; sonreían a las cámaras mientras ordenaban hundir el país. O los representantes de los países europeos que –como diría Serrat- “firman sentencias de muerte, pero con buena letra”. Entonces, no debe llamar la atención que gran parte de los ciudadanos argentinos prefieran esta locura presidencial a la cordura neoliberal que tanto daño ha hecho en estas tierras y las hará, seguramente, en los países del viejo continente.

Michel Foulcault, en su libro “El orden del discurso”, desarrolla los principales mecanismos de exclusión que utiliza el discurso hegemónico para impedir el acceso de otras voces, como acción fundamental en la puja por el poder. Uno de esos mecanismos utiliza la locura como herramienta: convencer de la locura del adversario permite descalificar su discurso. Esta descalificación tiene dos dimensiones: el discurso del loco es tan desquiciado, incoherente, que no merece ser escuchado; o el discurso del loco es tan iluminado y brillante que no llega a ser comprendido por todos, por lo tanto, no debe ser escuchado. Los intentos infructuosos de descalificar a La Presidenta con el mecanismo de la locura tienen como objetivo, precisamente, vedar su palabra y convoca a desoírla. O su discurso es muy abstracto o muy delirante y por eso, no debe ser escuchado.

Lo que quieren evitar a toda costa es que cada vez sean más los que se sumen a esta cruzada transformadora. Lo peor que les puede pasar –y ya está pasando- es que su discurso sea cada vez menos hegemónico, que sus verdades sean desmentidas todos los días, que sólo puedan convencer a los enojados permanentes y receptores de prejuicios. Porque el discurso de Cristina tiene una llegada indiscutible; porque tiene una chispa que lo ilumina; porque no sólo anuncia una medida, sino que explica sus motivos y sus posibles resultados; porque involucra siempre a Todos; porque desborda futuro y entusiasmo; porque es puro contenido y acción; porque contagia, impulsa, invita; porque ya han superado largamente las cinco tapas negativas y no han podido derrotarlo. Por todo eso y mucho más, el discurso de Cristina debe rozar la locura. Ellos necesitan que sea visto como una locura, como un despropósito, como un desquicio, antes de que se vean atrapados por las telarañas de la ley.

La locura de Cristina convoca a la unidad, pero no como una abstracción superficial, sino como una acción con profundo contenido solidario. Para eso quiero a los argentinos unidos y organizados. No es una unidad para cualquier cosa, es una unidad para ayudar a los demás, es una unidad para darle al que todavía le falta el trabajo, es solidaridad y es justicia por la que venimos luchando desde hace más de doscientos años”. También compartió su desayuno con los asistentes cuando contó que se le quedó atravesada una tostada al ver la tapa del diario español “El País”, con la foto de un “pelado peligroso” con su dedo en alto. “Hoy nos encontramos con un mundo dado vuelta, tan interconectado que no hay posibilidad de no recibir un coletazo”, explicó CFK y resaltó que “no estábamos equivocados cuando planteábamos la necesidad de producción y capital”. La locura iluminada, la que no se comprende: “Miren las cosas que hemos podido resolver y por eso hoy nuestra región, y en ella la Argentina, tiene un protagonismo inédito. Lo podemos ver y razonar a partir de nuestros recursos, de nuestras potencialidades, de nuestra producción. Por eso, este 9 de Julio debe servir para que cada argentino, piense como piense, provenga de donde provenga, sepa que no se puede dejar engañar nunca más. Ni tampoco ver en otro hermano que está en otro partido o que piensa diferente o que viene de un lado diferente, a un enemigo”. Y su locura es contagiosa: “aquí están los secundarios y los universitarios y también los que están en los barrios trabajando. Yo quiero que ustedes, jóvenes universitarios y secundarios también, como lo hacíamos nosotros, vayan a los barrios junto a los más humildes porque allí se aprende lo que sufre el pueblo, las cosas que necesitan, ahí uno adquiere la sensibilidad que nunca más pierde. Porque es en la juventud, porque es en la edad en que aprendés a incorporarte a la vida, donde se te quedan fijados los conceptos y las ideas”.

La Presidenta ostenta una locura demasiado peligrosa para los angurrientos de siempre. Y lo que más los desconcierta, es que el delirio presidencial va en aumento. Desde 2003 se está expandiendo por todo el territorio y afecta al 54 por ciento de los ciudadanos, y tal vez más. Una locura como la del desendeudamiento. La deuda ha sido a lo largo de la historia un pesado lastre para el desarrollo nacional y su peso lo han pagado siempre los sectores más desprotegidos, generando más desprotección. En 2002, después de la explosión, la deuda pública bruta representaba el 160,4 por ciento del PBI y la deuda externa, un 95,3. Hoy, gracias a la demencia K, es el 41,8 y el 14,2 por ciento, respectivamente. Estos alocados números significan nada más y nada menos que soberanía para el manejo de nuestros asuntos, que ningún organismo internacional pueda decir lo que debemos hacer, que nadie va a tutelarnos ni moritonearnos, como en España. Así estábamos y así estamos por obra y gracia de la locura.

La cordura financiera neoliberal está haciendo estragos en Europa. En estos días se conoció el escándalo de la manipulación de la tasa interbancaria Libor como una nueva etapa de esta larga crisis del sistema financiero. Esta maniobra abarca a alrededor de 20 grandes bancos internacionales y un mercado de unos 500 billones de dólares, 4 veces el PIB de Estados Unidos. La tasa Libor es una referencia para préstamos en libras y otras monedas y se promedia entre las tasas que ofrecen los principales bancos. Como el mercado se auto-regula, los números se manipulan. A pesar de todo esto, algunos cuerdos locales califican de locura las medidas gubernamentales para frenar la especulación en dólares o para impulsar créditos a la producción por parte de la banca privada.

Pero la locura impulsa también los juicios a los civiles, cómplices y beneficiarios de crímenes de lesa humanidad. En Jujuy, comenzarán los juicios por secuestros y desapariciones durante la dictadura que tuvieron como escenario al Ingenio Ledesma. Además, se colocaron señales en la empresa y tres centros clandestinos de detención que funcionaron en esa provincia, en el marco de una actividad organizada por la Red Federal de Sitios de Memoria, a cargo del Archivo Nacional de la Memoria de la Secretaría de Derechos Humanos. Ya son 34 los sitios vinculados al terrorismo de Estado en todo el país. Y con esto también se enojan los cuervos, perdón, cuerdos.

Y con todo lo que sea política manejando la economía. O perder poder. Por eso revolean números para manchar la pelota del Fútbol Para Todos, que cuesta menos de lo que denuncian y sus resultados permiten a muchos disfrutar de un espectáculo popular. De más está decir que ellos ganarían mucho más con la transmisión del fútbol. En definitiva, les molesta que los argentinos seamos cada vez más felices. La infelicidad de los muchos acrecienta sus ganancias. Los carroñeros de siempre salen a mordisquear la felicidad ajena y por eso arrojan tanto estiércol con sus tapas. Sin embargo, cada vez son menos efectivas. La tercera edición del “Happy Planet Index” (índice Planeta Feliz), organizado por la New Economics Foundation anunció que Argentina es uno de los 20 países más felices del mundo. ¡Cuánta locura hay en este planeta!

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Gustavo Rosa

Periodista, Licenciado en Letras. Docente de enseñanza media y terciaria. Autor del blog: http://www.apuntesdiscontinuos.blogspot.com/