Mafia Rusa: La ruta de la vergüenza

Los empresarios y gánster eran ricos y con total descaro portaban armas a la vista de todos.

Estaban asociados a la milicia que asesinaba sin miramientos a civiles en Bosnia y Croacia. Los señores de la guerra bosnios controlaban la economía de Sarajevo y manipulaban los valores finales de los alimentos básicos que les sustraían a las Naciones Unidas y a otras organizaciones humanitarias.
Asimismo, financiaban a las autoridades a través de la comercialización de la droga, armas, petróleo, prostitución y tráfico de inmigrantes.

Como dicen “los muchachos del tablón”, llegó a ser tan monstruoso el desarrollo criminal de todas las facetas del delito apuntadas que “se pudrió todo” y se inició la cadena de asesinatos de malvivientes y empresarios.

Bokan, una especie de padrino de la mafia rusa se transformó en un blanco móvil, debido a que públicamente terminó enfrentado a Slobodan Milosevic, el mandamás de Serbia.

El “padrino”, en un atentado que sufriera con un arma semiautomática, fue herido de gravedad y para no dejar de pertenecer al mundo de los vivos, decidió irse a Grecia, donde recibió la nacionalidad en tiempo récord gracias a sus contactos con la inteligencia griega.

El suegro de Bokan, dirigente gremial, le presentó a sus pares de Montenegro, ente ellos a Milo Djukanquic, con quien se unió comercialmente obteniendo millones de dólares vendiendo cigarrillos, libres de impuestos, utilizando un avión. El cliente no era otro que la mafia de Italia.

Bokan cargaba aviones Ilushin con cigarrillos importados a través de Rotterdam, comprados a fabricantes europeos y a norteamericanos, así como a asiáticos de Oriente Medio.

Luego los cargamentos clandestinos eran derivados a Malta. Hacían una parada técnica en Montenegro, donde los cigarrillos eran descargados y trasladados al puerto, donde eran colocados en lanchas rápidas y cruzaban el Adriático hasta la provincia italiana de Apulia, asiento de una organización mafiosa popular por su belicosidad: “La Sacra Corona Unita”, a la que los espías conocía con el nombre de SCU.

Curiosamente, me dicen, sólo dos lanchas rápidas controlaban la costa de Ancona a Bari 500 km de costa- para atrapar lanchas montenegrinas.

Las bandas mafiosas inglesas –de las que se habla poco en los medios a nivel mundial- con asiento en Londres compraban tabaco y contrabando a vendedores kurdos y Albano-Kosovares, con el visto bueno del gobierno de Belgrado. Ello permitía que la delincuencia organizada y los servicios secretos ganaran dinero a full, mientras colaboraban estrechamente en Yugoslavia.

Bokan, no sólo funcionaba gracias a la colaboración gubernamental de Belgrado, de los militares y de la policía secreta Yugoslava, sino que llegó a ser tan eficiente su apoyo mutuo que pidieron ingresar al “club” una de las más importantes bandas de Turquía que traficaba heroína junto a sindicatos criminales serbios, búlgaros, macedonios y albaneses, los que distribuían la mayor parte de la producción de heroína de Afganistán hacia Europa Occidental.

La sociedad criminal que nos ocupa funcionó durante la guerra de Kosovo y Macedonia, a pesar de que las rutas de contrabando cruzaban los frentes de batalla.

Entre 1990 y 2007, me dicen, hubo centenares de asesinatos contra serbios y croatas, encargados por serbios, destacándose entre ellos los generados por la denominada “Guerra del tabaco”, cuando Stanko Subotic -ex sastre y empleado de Bokan- terminó convirtiéndose en uno de los más poderosos contrabandistas de Europa, con residencia en Suiza y con oficinas en Dubai.

Vale mencionar en toda esta trama a un piloto de carreras que construyó “Bambiland”, una imitación de Disneylandia, radicada en Pozarenac, Serbia. Sería hijo de Milosevic, quien ordenó la destrucción de tiendas Duty-Free, un punto importante de venta de tabaco en las fronteras de Serbia que se hallaba en poder de sus rivales.

Fue entonces que los políticos se vieron en la necesidad de recurrir a las fuerzas de seguridad y a pistoleros para intentar frenar el caos. En cuestión de semanas fueron abatidos, por orden de Djukanovic, colaboradores del presidente y casi todas las figuras del contrabando del tabaco, entre los que se contaba el ministro adjunto del Interior de Serbia, quien fuera acribillado con una metralleta, a pocos metros de la embajada británica.

Al momento de ser asesinado tenía en su poder una bolsa de 700.000 marcos alemanes en efectivo, producto del contrabando de tabaco. El siguiente en caer fue el jefe de seguridad de Djukanovic, implicado en el contrabando. Los medios dijeron que apareció muerto con la pistola enfundada, por lo que la policía estimó que había sido muerto por alguien en quien confiaba.

Cualquier analista político o especialista en criminología sabe, de manual, que un territorio comandado por la mafia se torna inestable y las diferencias entre los pobres se hacen extremadamente visibles. La economía comienza a plagarse de defectos, la corrupción se hace endémica y los dirigentes se prestan a embarcarse en aventuras homicidas, las que desencadenan, a la postre, numerosos hechos delictivos de todo tipo.

Las figuras del inframundo, al comenzar a tener dificultades por el inicio de constantes persecuciones por parte de la justicia y de las autoridades compelidas a actuar por presión de la sociedad, inician un proceso de resistencia, en una primera fase y de ataque en una segunda fase.

En el caso puntual que nos ocupa, el ascenso de la mujer y del hijo de Milosevic, a la cabeza de un cártel provocó el resentimiento general de la población y de la competencia criminal.

Seis meses después de la guerra de Kosovo, en Belgrado, tuvo lugar un asesinato cuyas consecuencias no fueron mensuradas como correspondía.

La muerte del “comandante”

El 15 de enero de 2000 una gélida niela entornada por una temperatura de bajo cero descendió sobre el Danubio.

Dobrosav Gavric, un policía retirado se acercó lentamente a un grupo de matones que se hallaban en las inmediaciones del Hotel Intercontinental, sacó su arma de entre sus ropas y sin decir palabra alguna empezó a disparar sin miramientos.

Los pistoleros devolvieron el fuego e hirieron a Gavric, quien herido fue retirado del lugar a las rastras por un compañero, logrando introducirlo en un auto.

Entre los agonizantes que quedaron frente al hotel estaba “El comandante” con tres balas en el cráneo. Así terminaba Arkán, uno de los capitostes mafiosos de Belgrado, al que buscaba intensamente Interpol, el Tribunal de Crímenes de La Haya, que preparaba sumarios por genocidio y que se había convertido en el enemigo número 1 de Slobodan Milosevic.

El líder de la oposición de Milosevic, Zoran Djindjic logró salvar su vida gracias a Arkán-su verdadero nombre era Zeljko Raznatonic-, quien había organizado y financiado la evacuación de Djinajic.

La reputación de Arkán, -según dicen los conocedores del mundo del fútbol-, fue mediador en la venta de jugadores serbios a un equipo italiano y en su adolescencia había sido condenado por robo a 17 años de prisión en Belgrado.

Con el tiempo se hizo famoso por su forma de vestir y por sus robos, extorsiones y homicidios. Fue encarcelado en Suecia y en Alemania, logrando fugarse de prisiones, al menos, en tres oportunidades.

En 1983 fue procesado por intento de homicidio de dos policías y otras fuentes aseguran que llegó a desempeñarse como agente secreto en Europa del Este, oportunidad que utilizó para profundizar su relación con los serbios durante 18 años.

Para concluir sólo resta agregar que los asesinos de Arkán fueron detenidos, juzgados y encarcelados, aunque –vale apuntarlo- sólo eran matones alquilados, aunque nunca se supo la razón última del homicidio y su motivación. Lo que sí está claro que su muerte desencadenó “la primavera sangrienta del 2000”. Pero esa parte de la historia de la mafia rusa la profundizaremos en la próxima columna.

avatar

Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com