Casi la mitad de los adolescentes se conecta hasta la madrugada y acepta que eso los afecta en el estudio

Buena parte de los adolescentes afirma que llega hasta la madrugada conectado a su computadora, tableta o celular y reconoce que eso los suele afectar en el tiempo de estudio y de sueño. Los datos surgen de la «Consulta acerca del uso de las nuevas tecnologías y el derecho a una ciudadanía digital activa», realizada en nueve países de la región por la Asociación Civil Chicos.net, Save the Children y Rednatic. «Cuando hablamos de los conflictos con las tecnologías, lo primero que mencionan los adolescentes no es ni la pornografía ni el miedo a que abusen de ellos, sino el temor a estar viciados», advierte la directora de Chicos.net, Marcela Czarny. ¿Qué pasa con las familias? ¿Qué puede hacer la escuela?

El estudio en cuestión alcanzó a 1.189 adolescentes que tienen entre 13 y 18 años de la Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela (ver aparte). Se realizó con el propósito de indagar sobre el uso responsable de la tecnología en línea y los teléfonos móviles. Entre otros datos relevantes, se pudo conocer que cuatro de cada diez está conectado hasta tarde. Como dice el informe: «El 41 por ciento llega hasta la madrugada conectado» y que «el 31 por ciento señala que con frecuencia, e incluso muchas veces, deja de hacer tarea o estudiar».

«El aprovechamiento tecnológico —precisa el informe— afecta fundamentalmente el ritmo del sueño y el de estudio»; en tanto que sobre este uso intenso los consultados «no señalan una incidencia negativa sobre sus vínculos personales con amigos/as y familia».

«Viciados». «En los concursos y actividades que promovemos (desde Chicos.net y en conjunto con otras instituciones) el primer tema que surge cuando hablamos de los problemas o conflictos con las tecnologías, no es que reciben pornografía o los posibles abusos sino el temor a «estar viciados»», profundiza la directora Czarny, también máster en tecnología educativa.

«Ellos dicen «se vició», «está viciado»», continúa la educadora al referirse a las primeras respuestas que reciben de los chicos, cuando el tema se ofrece para discutir. Algo parecido ocurre en los certámenes de videos que promueven sobre el uso responsable de nuevas tecnologías, donde la mayoría que se presenta tiene que ver con ese tema, con «no poder parar», «no poder cortar» o «cómo hago para cortar», tal como expresan. Vale la pena asomarse a dos videos realizados por alumnos «No te dejes atrapar» y «Efecto adicción» que plantean este temor.

«Es algo muy fuerte y piden ayuda, son muy conscientes de eso, como algo que les está haciendo mal», dice Czarny.

De todas maneras, considera que cuando se dice que «estar mucho tiempo conectados les saca tiempo al estudio», habría que preguntarse antes qué hizo el chico con esas horas ante la computadora. «Es que también —apunta— la usan para estudiar, para hacer trabajos en conjunto, no sólo para distraerse con Facebook».

En su mirada, es clave que los adultos (padres y docentes) no den por sentado que estar «enchufados» sea sólo para perder el tiempo porque sí, porque está claro que ahora a la computadora la usan para todo.

Llamado de atención. La imagen de un bebé sentado frente a una PC y pidiéndole a la madre a través de Facebook que le cambie los pañales recorre las redes sociales. Opera como un llamado de atención a los adultos que no están nada ajenos a esta hiperconexión.

Czarny dice que esta situación es bien conocida por los chicos, que también lo expresan como inquietud cuando son invitados a armar sus producciones audiovisuales: «Los videos que nos mandan hablan también de los padres conectados todo el tiempo. «Ah, están enchufados», dicen los pibes cuando los ven».

Observa que no es tan fácil entonces echarles la culpa a los hijos de «lo terribles que son» o del «tiempo que pasan frente a una computadora».

Ahora bien, ¿qué pueden hacer los padres y la escuela ante el pedido de ayuda de los chicos por temor a sentirse «viciados»? Marcela Czarny asegura que los padres, por lo general, se preocupan de que sus hijos vean pornografía o reciban una invitación de extraños. «Sin embargo, los adolescentes saben cuáles son los peligros, lo que ocurre es que quieren transgredir», explica.

Cree que lo que hay que poner en tela de juicio es qué están pidiendo, qué intervención pueden hacer los adultos. «Y la verdad es que mucho más que «apagarles» todo como padres no podemos hacer», confiesa, ya más desde su rol de madre.

las propias reglas. Sobre el papel de la escuela ante la relación entre adolescentes y nuevas tecnologías, lo primero que responde Czarny es que hay que invitar a los chicos para que «armen sus propias reglas, propuestas y desafíos» sobre este uso. Cita aquí como un ejemplo valioso la experiencia «30 días sin Facebook», un desafío que convocó a adolescentes a estar desconectados de la red social más famosa un mes. Fue como un reality donde los chicos contaban día a día qué les pasaba. Pocos lograron llegar hasta el final.

Pero también se debe dar una discusión profunda sobre el uso de estas herramientas, algo que no se puede seguir dilatando: «La escuela no tiene mucho tiempo para hacer muchos pasos previos a este debate. Mejor que se ponga las pilas y lo incluya en sus planes».

Más allá de la presencia de la computadora y el celular, entiende que la tarea para las aulas y sus docentes es cómo se implementan estas herramientas desde lo educativo, cómo se las incluye como un objeto de estudio y de análisis.

Manifiesta que así como desde hace unos años se habla de ecología y derechos humanos, las nuevas tecnologías deben estar presentes en las currículas. Y aclara que, más que pensarlo como un tema más, hay que ver a la tecnología «como un cambio de paradigma»: «Es decir, se trata de algo más profundo que incluir un contenido. Trabajemos qué se puede hacer con la tecnología, cómo aprovecharla y cómo hacemos nosotros mismos para generar otra cosa».

No tiene dudas de que, así como a los chicos se les exige en la escuela que aprendan matemática o lengua, la escuela debería incluir este nuevo paradigma: «Si al pibe le exigís tanto de currículum también hay que prepararlo para el mundo en el que estamos viviendo donde todos estamos hiperconectados».

(La Capital)