La mayoría teme al ataque cerebral y no sabe que puede prevenirlo

La noticia sobre el ataque cerebral que afectó al actor Carlos Calvo conmovió por unos días a la opinión pública. Lo mismo ocurrió con lo sucedido con el músico Gustavo Ceratti. Sin embargo, los argentinos, y más precisamente los rosarinos, saben poco acerca de un trastorno cada vez más frecuente, que es primera causa de discapacidad y segunda causa de muerte en el mundo. El alto nivel de desconocimiento se desprende de una encuesta realizada en Rosario entre agosto del 2008 y marzo del 2009, que reveló, entre otras cosas, que el 60 por ciento consideran que el ataque cerebral es una enfermedad poco frecuente y el 40 por ciento no sabría reconocer los síntomas.

«La mención del accidente cerebrovascular (ACV) asusta a la gente más que un infarto de miocardio y mete la cabeza bajo tierra, prefiere no saber. Cuando le ocurre a los famosos se asusta pero después se olvida y piensan que a ellos no les va a pasar», afirma a La Capital la jefa del Servicio de Neurología del Hospital Centenario, Elsa Raimondi.

«En el ataque cerebral los segundos cuentan. Cuando los síntomas son dificultades en el movimiento y en el habla, las personas consultan más rápido, pero en cambio, si se manifiesta con un estado de confusión o con problemas visuales, lo atribuyen a que durmió mal o que discutió con el vecino, y se demoran en concurrir a un centro asistencial», agrega.

Raimondi confirma que los más afectados son los mayores de 60 años, pero reconoce que actualmente se manifiesta con mayor frecuencia en jóvenes. «Ultimamente vemos que la adicción a drogas como la cocaína o marihuana se sumó como un nuevo factor de riesgo», dice.

El 60 por ciento de los encuestados no sabe reconocer los síntomas patologías de la sangre (como las anemias extremas), cardiopatías, sedentarismo y obesidad. “Estos se llevan el 90% de la responsabilidad”, acota Raimondi, y lo más grave, dice, es que no se toma conciencia de que son factores simples de diagnosticar, “ya que no hacen falta estudios invasivos ni de alta complejidad: un electrocardiograma, tomarse la presión alterial y hacerse análisis, son suficientes”, agrega.

El ataque cerebral ocurre con mayor frecuencia a los hombres y a pesar que la mayoría de los factores de riesgo están identificados, Raimondi reconoce que el problema también se presenta en personas sin ninguna de las causas conocidas.

“En algunas personas no nos explicamos por qué les pasa. Esto lleva a que investiguemos otros factores, como las infecciones con clamidya o la falta de vitamina B6 y B12 a causa de dietas extremas, que favorecen las lesiones en las arterias”, comenta la médica, y al respecto anticipa que a partir del año próximo comenzará una investigación conjunta de la cátedra de Neurología y de Biofísica para estudiar algunos factores de la sangre asociados con la hipertensión que podrían inducir la aparición del ataque cerebral.

¿Cuánto sabemos? La encuesta rosarina midió el conocimiento sobre los factores de riesgo y cuáles son las formas de reconocer los síntomas. La medición se efectuó antes, inmediatamente después y a los tres meses de realizada la campaña de concientización a la comunidad sobre la enfermedad que con motivo del Día Mundial del Ataque Cerebral (29 de octubre) organizó el año pasado la Sociedad Neurológica Argentina.

“Cuando el ACV o ataque cerebral ocurre a personas famosas, el tema ocupa más espacio en los medios, pero lamentablemente no todos se interesan en difundir información para educar a la gente, sino que hablan sobre el caso del personaje en cuestión y eso no sirve porque el tema se trata sin el respeto que merece la enfermedad”, asegura a La Capital la neuróloga rosarina Guadalupe Bruera, responsable de la encuesta.

“La evaluación de las respuestas de la gente luego de la campaña demostró que la difusión masiva produce un fuerte impacto educacional —dice Bruera—, pero debe persistir en el tiempo, acompañada de programas de salud continuos. La prevención más rentable para el Estado es la educación”, subraya Bruera.

“En los países donde se hacen campañas se logró reducir su incidencia”, admite Raimondi, y denuncia la “inacción” de los gobiernos respecto a la implementación de programas educativos hacia la comunidad destinados a difundir los riesgos que implican algunos hábitos que influyen como desencadenantes del problema.

“Cuesta menos dinero invertir en campañas que lo que el Estado gasta en el tratamiento de una persona con ACV”, subraya la médica.

(l.c)