Mafia Rusa: La caída de «El Cíclope»

La situación en el territorio ruso se había tornado insostenible y los millonarios no podían ganar dinero sin no tenían la protección de las bandas mafiosas que prosperaban gracias a la demanda de seguridad de la oligarquía incipiente.

Eso sí, hay que dejar en claro que los grupos mafiosos rusos diferían de los norteamericanos en tres aspectos: 1) Eran indispensables para la transición del comunismo al capitalismo (años 1979/80/81); 2) A diferencia de las mafias tradicionales italianas y de los Estados Unidos, los mafiosos rusos no estaban unidas por lealtades familiares. El código de honor ruso entre mafiosos sólo sobrevivió algunos meses[1] y 3) Eran cinco familias de la Cosa Nostra estadounidense, mientras que había miles de organizaciones mafiosas en territorio ruso.

En 1999 se contabilizaban 11.500 empresas privadas de seguridad registradas con 800 mil personas trabajando para ellas. Para colmo 200 mil tenían permiso para portar armas.

En 1997, nos dicen nuestras fuentes, el costo del homicidio de un rival sin protección ascendía a 7.000 dólares y 15.000 con un guardaespaldas. Sólo en Moscú, en la década del 90, se presume que habría 20 grandes grupos mafiosos y decenas de bandas menores eslavas, siendo la Hermandad de Solntsevo la de más predicamento. Había comenzado a formarse como una bandita menor de protección y se terminó convirtiendo en una organización criminal temible.

Precisamente en Solntsevo Sergei Mikhailov, un sujeto dedicado a la hotelería pero con habilidades reconocidas entre sus pares como estafador –estuvo preso-, se asoció con otro ex recluso: Vícktor Averin, para comenzar a controlar las calles moscovitas de Solntsevo.

Su primer paso fue vender servicios de ataques violentos a competidores de empresarios y, paralelamente, amedrentaban a quienes no los contrataban.

Luego se hicieron del control de los aeropuertos de Vnukovo y del de Domodedovo –atacado por la resistencia chechena en 2011-, sumando luego el puerto de Yuzhny y los muelles fluviales por los que se ingresa a Moscú y comunican con Ucrania y puertos del mar Negro. Por esa vía obtuvieron el monopolio de la importación de autos Mercedes 600, signo de riqueza en Rusia, en ese tiempo.

Mikhailov se consideraba un hombre de negocios y llegó a decidir que debía tomar el control financiero bávaro, conduciendo transacciones gubernamentales y tomando préstamos del Estado. A bajo interés compró bonos públicos con los que logró alta rentabilidad en breve lapso, logrando con ello formar parte de la oligarquía rusa.

En 1989 los dos socios terminaron tras las rejas por extorsión y al año quedaron nuevamente libres.

La mafia chechena hace su ingreso

La relación que tenía con las milicias tribales del Cáucaso permitió a la mafia chechena a sumarse a los negocios ilegales y así creció el tráfico de armas, obteniendo fama de sanguinarios.

Los especialistas en crimen organizado no dudan en afirmar que la guerra de bandas eslava–chechena que asoló Moscú a partir de 1992 estalló con proporciones alarmantes cuando se sumaron a la competencia criminal los armenios, azeríes y georgianos.

Desde 1988 a 1990 los chechenos habían conseguido arrebatar parte del control del puerto su a la Hermandad de Solntsevo y en la lucha perdió la vida un miembro legendario del grupo de Solntevo: “El Cíclope”.

Mientras “El Cíclope” conducía el grupo de Solntevo, el mismo tenía una estructura militar, con un jefe de brigada que funcionaba de manera autónoma, ya que ese último debía lograr por sí mismo el dinero tras realizar sus propios “negocios”.

“El Cíclope” había –antes de su muerte- conformado un imperio subdividido en cuatro porciones y lo obtenido ilegalmente era dividido en idénticas partes.

El imperio creció desmesuradamente y pasó a regentear bares y negocios, así como la venta de autos. La próxima fase implicó tomar posesión de hoteles, supermercados y hasta estaciones ferroviarias.

El saqueo

La oligarquía puso a Rusia cabeza abajo y sus decisiones afectaron la economía de las naciones de Europa Occidental, la zona del Mediterráneo, Chipre e Israel, Medio Oriente y áfrica, aunque los problemas se vieron más rotundamente en Estados Unidos.

La cúpula mafiosa rusa logró reubicarse y vivir bien junto a Putin, a pesar de que algunos de ellos fueron buscados por Interpol por delitos cometidos en territorio europeo y Estados Unidos. Obviamente Rusia nunca aceptó extraditarlos.

El ya mencionado Mikhailov, a pesar de ser perseguido por Interpol, habría hecho negocios con China, los que tendrían que ver con el petróleo, con destino a Europa del Este.

Los ex agentes de la KGB –hoy FSB-, volvieron a prestigiarse junto a Putín, quien “borró” a varios componentes de la oligarquía que lo consideran la reencarnación de Stalin. La diferencia está en que Putín –según los especialistas en temas económicos- habría conjugado una especie de “ensalada rusa” en la que los componentes son el capitalismo, el comunismo en su mínima expresión y el autoritarismo de mercado.

Agentes de la KGB, al ver que se venía la noche, se cambiaron la camiseta de la esfera pública y se pusieron la de la privada, creando empresas de seguridad, entre otras, dedicadas al espionaje industrial y al blanqueo de capitales, tan de moda en estos tiempos

Si hay miseria, que no se note

La capacidad económica de la KGB llegó a deteriorarse de tal manera que sus agentes– nos dicen- llegaron a vender papel higiénico y lamparitas robadas para sobrevivir.

Le damos al lector de esta columna un ejemplo: Vladimir Gusinsky, magnate de la comunicación llegó a designar como jefe de su cuerpo de seguridad personal a un antiguo jefe del 5º Consejo de la KGB, dedicado a perseguir a disidentes. Tenía a su mando a veinte antiguos generales del servicio secreto.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com