Las prostitutas tras la pantalla de las academias de baile

El rompecabezas de la muerte en Rosario (XXIX)

Tras asumir la jefatura policial de Rosario, el 27 de abril de 1942, Ángel Bonifacio del Frade dispuso sesenta días más tarde, que el comisario inspector Antonio Rodríguez Soto, lleve adelante una investigación.

Las indagaciones estaban dirigidas a investigar el funcionamiento de academias de bailes, las que se suponía, no eran otra cosa que prostíbulos disimulados, donde, además, se explotaba vilmente a jovencitas menores”.[1]

Las averiguaciones realizadas, según crónicas de la época editadas por el periódico “Santa Fe de Hoy”, de octubre de 1942, señalaban que “fueron clausuradas numerosas academias de bailes y detenidos varios sujetos quienes –debidamente identificados- tenían actuación como “maqueareaux” y actuaban como directores o profesores de las referidas academias”.

“También –detallaba la publicación periodística- fueron apresadas varias mujeres menores que con la excusa de ser bailarinas contratadas para el aprendizaje de quienes deseaban dominar el arte de “danzar” , eran criminalmente explotadas por propietarios de las academias, quienes las obligaban a ejercer un comercio infamante”.

En función de ello, el jefe de Policía dio a conocer, a través de la Orden del Día, una resolución que textualmente decía:

El jefe de Policía de Rosario resuelve:

Art.1).- Destacar de manera especial la actuación del comisario Inspector Antonio Rodríguez Soto, por haber satisfecho ampliamente, con los presentes obrados, los propósitos del suscripto, al disponer tal medida.
Art. 2).- Pase a Comisaría de Órdenes para su anotación en el legajo personal del comisario inspector Antonio Rodríguez Soto y en el del doctor Hermenegildo Moreno.

Las academias fueron cerradas y los profesores tuvieron que enseñar a bailar a los presos.

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Ángel Bonifacio Del Frade dispuso la creación de la Policía de Menores, el 5 de noviembre de 1942 e hizo lo propio con la Policía de Seguridad, así como con la División Judiciales, con asiento en el edificio central.

Mientras tanto Soto comisionó al comisario mayor ® Héctor Campanella, junto al arquitecto Florencio Quiróz, que cumplía funciones en la Sección Planimetría de la Jefatura, para que ubicara un predio en la zona sur de la ciudad. El mismo había sido sede de la Asociación Colombófila de Rosario, que en el lugar tenía un parque abandonado y convertido en un yuyal lleno de alimañas. Mucho después de establecida la Escuela de Policía en el lugar, seguían llegando al lugar palomas mensajeras, guiadas por su instinto.

El predio había sido propiedad de la familia Ansaldi, que cobraba un alquiler de 120 pesos, de los 300 pesos destinados al funcionamiento por el presupuesto oficial, proveniente de la recaudación del denominado “expendio de gabinete”, esto es un sellado por la entrega de las cédulas de identidad.

Del Frade recibió de Rodríguez Soto un informe sobre el terreno donde debía funcionar la Escuela de Policía y el titular lo aprobó días después con una resolución. El decreto generado por el gobierno provincial se firmó el 29 de septiembre de 1942, siendo gobernador por ese entonces Joaquín Argonz.

Rodríguez Soto le otorgó a Del Frade, oriundo de Venado Tuerto -lo que originó más de una opinión adversa-, 60 días para que comenzara a funcionar oficialmente la Escuela de Oficiales. Este último fue calificado por sus iguales como un hombre culto y muy accesible.

La norma legal aludida señalaba textualmente:

Artículo 1º.- Apruébese la Resolución dictada por la Jefatura de Policía de Rosario, con fecha 2 del corriente mes , sobre la creación de la Escuela de Policía de Rosario y de acuerdo con el proyecto reglamentario y plan de estudio a que se hace referencia, facultándose al titular de la repartición para dar nombre a dicha escuela.

Artículo 2.- Apruébese el proyecto de reglamentación y plan de estudios confeccionados para la “Escuela de Policía de Rosario”, con el personal que el mismo designará en la forma y número propuestos.

El artículo 3º era de forma. Y la firma del decreto es de Lorenzo de la Torre.

Mientras tanto esto ocurría, en el Solar de Arijón 420 continuaban los trabajos a ritmo acelerado y el 12 de octubre de 1942, el gobernador Argonz inauguró el establecimiento educativo.
Ese mismo día el jefe de Policía designó como director de la escuela a Antonio Rodríguez Soto y como vice director a Silverio Bermúdez.[2]

El 19 de diciembre de 1942 se entregaron los primeros 16 diplomas de la Escuela de Policía, mediante los cuales se designaba a los egresados como oficiales meritorios de la Guardia Especial, esto es un sargento, un cabo y 12 agentes.

Para conseguir elementos y mobiliario que permitieran el funcionamiento de la escuela, así como para las refacciones, Rodríguez Soto había firmado notas dirigidas a los comerciantes de la zona y del resto de la ciudad, para lograr su colaboración, logrando su objetivo en poco tiempo.[3]

Posteriormente, en una nota periodística[4], se expresa:” Llegó al poder el actual gobierno de Santa Fe y no tardó en llamar a su lado, a los mejores hombres para colaborar en distintas funciones, así como supo valorar los quilates de viejos funcionarios que siempre se contrajeron al estricto cumplimiento del deber”.

Nuevos interventores federales y van…

Como era habitual, en nuestra provincia, un marino se hizo cargo de la policía como resultado de una nueva intervención militar-federal.

En este caso el 16 de junio de 1943, tomó posesión del mando en la Jefatura de Rosario el capitán de fragata Leónidas Vázquez, quien había sido puesto en funciones por el ministro de Gobierno, capitán de navío Andrés Eschack.

Vázquez, a su vez, en el acto de su asunción designó como secretario general a Jacinto M. Abade.

De la pobrísima gestión de Vázquez, este cronista sólo pudo recoger como hecho saliente, que el 10 de septiembre de 1943, recibió a una delegación de la Caja Mutual de la Policía, que le reclamó la resolución de problemas económicos y sociales que soportaba la entidad.

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Vázquez -un funcionario cuasi fantasma-, el 18 de noviembre de 1943 le pasó la posta a un ex jefe del Cuerpo de Carabineros de la Provincia de Buenos Aires: Raúl M. Coghan. Del designado dependían, hasta ese momento, el cuartel central de Florencio Varela y 38 destacamentos.

El interventor federal a nivel provincial, ingeniero Manuel Argüelles, designó jefe de Policía a Coghan y en la fecha indicada el ministro de Gobierno de la intervención, doctor Alvarez Prado, lo puso en funciones. El nuevo titular de la policía rosarina, a su vez, nombró como comisario de Órdenes a José Máximo Díaz.
Como podrá advertir el lector, a esta altura de de la historia, el número de civiles que se han puesto al servicio de gobiernos de facto, fue sencillamente terrorífico.
En la foja de servicios de la época se calificó a Coghan como un jefe de Policía culto, con firmes decisiones, enérgico, ecuánime, experto y decidido, mientras también había sido calificado en la Provincia de Buenos Aires como un hombre de vasta cultura y de decisiones enérgicas.

La muerte se disfraza de accidente automovilístico

La seguidilla de militares a cargo del control social, en función de una conjunción castrense-policial continuó con el mayor Aurelio Muñoz, quien tomó a su cargo la Jefatura el 24 de agosto de 1944.

Muñoz nació en Buenos Aires el 1º de Marzo de 1895 e ingresó al Colegio Militar en 1911. Tres años más tarde recibió el despacho de subteniente, con menciones distinguidas. Obtuvo por merecimiento propio, como oficial, sucesivos ascensos, siendo designado jefe de grupo en el Regimiento 3 de Artillería, arma que pertenecía.

Posteriormente se lo designó miembro del Estado Mayor General del Ejército y ocupó la vocalía en el Consejo de Guerra permanente para suboficiales y tropa.

Al producirse el movimiento revolucionario del 4 de Junio de 1944, el interventor nacional en Santiago del Estero, coronel Brito Arigos, nombró a Muñoz jefe de Policía de la ciudad capital de aquél Estado.

El 24 de agosto de 1944 fue designado jefe de Policía de Rosario, ya que estaba estrechamente vinculado a círculos rosarinos, en razón que en nuestra ciudad nació su madre, Elena Rodríguez Larreta y su abuelo materno, O. Avalos Rodríguez Larreta.

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El 13 de febrero de 1945, en un camino de Córdoba, a unos 1.500 metros al este de la localidad de Funes, en un accidente de tránsito soportado por el vehículo en el que viajaba, Muñoz falleció.

El automóvil, conducido por Bernardo Beltrán, a las 22,20, embistió a un camión estacionado, estando ese vehículo a cargo de Alberto Soffiantini, de 29 años.

La esposa de Muñoz, Ernestina Quiroga Novillo, que viajaba en el asiento posterior, resultó con severas lesiones y el chofer con heridas de suma gravedad. La mujer fue remitida al Sanatorio Británico, donde se recuperó. Beltrán fue internado en el servicio de cirugía de la Asistencia Pública y lo atendieron médicos de la Caja Mutual de la Policía.

Los restos del mayor Muñoz fueron recibidos en el Palacio de Jefatura por el ministro de Gobierno e interventor interino, doctor Carlos Steffens Soler y el secretario general Antonio Díaz Soto. Al rendírsele honores, hizo uso de la palabra, el ministro de Gobierno interino, Ricardo Bladrich.

El paso breve de Muñoz por la repartición, -según la prensa-, se caracterizó por sus iniciativas, su dinamismo y su correcto accionar, logrando mejoras en los sueldos del personal y en su idoneidad. En un homenaje, tras su muerte, el 3 de abril de 1945, Muñoz fue designado inspector general. Al fallecer Muñoz, asumió interinamente Antonio Rodríguez Soto el cargo que éste dejara,

[1] Revista Policía. Noviembre de 1992. Pág. 5.
[2] Publican la crónica los diarios La Capital, Tribuna, Crónica, Democracia, el Orden y Santa Fe de Hoy.
[3] Revista de la Policía Nº 155. Noviembre 1992, dirigida por el director de la Escuela, comisario inspector Mariano Savia.
[4] Revista Mundial de Policía. Abril de 1943

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com