Comenzó el año político electoral

El tratamiento parlamentario del Consenso Fiscal inauguró extra oficialmente el año político electoral pre 2019, que el Gobernador Miguel Lifschitz oficializará cuando tome la decisión de enviar, o no, al parlamento la reforma de la Constitución.

El terapéutico descanso estival nos llevó a las placidas serranías cordobesas, donde esta vez – al menos en los cientos de kilómetros recorridos – la Policía Caminera del Gobernador con ínfulas presidenciales Juan Schiaretti se cuidó bastante de perseguir a los turistas.

Schiaretti no escatima esfuerzos publicitarios para promocionar su gestión, apabullando en los medios locales (radio, televisión, gráfica) con anuncios que destacan su nombre y apellido por sobre lo institucional, modismo político aplicado por la clase gobernante – sobretodo peronista – desde hace tiempo en comunas y municipios: «gestión fulano de tal», personalizan.

Es así como escuchamos que «el Gobernador Schiaretti» (no la Provincia de Córdoba) aportó dinero para que una cooperativa de tamberos de la localidad de Pozo del Molle reactive una planta elaboradora de SanCor (modus operandi de lo que se viene con Fonterra, dicho sea de paso); o que Rentas rebaja hasta el 50 % el Inmobiliario si los contribuyentes optan por diferentes opciones de pago (online, en una sola cuota o están al día).

La bestialidad humana quedó patéticamente registrada en dos hechos paradigmáticos: ante una insólita granizada (fuimos testigos de bolas de hielo que sobresalían de la palma de la mano) un grupo de automovilistas no tuvieron mejor y más egoísta idea que resguardarse bajo un puente, cortando la autopista y dejando a merced del inmenso granizo al resto. Luego, ante el vuelco de un camión cargado con útiles escolares, «gente bien» llenaba su autos con lo sustraído ante la mirada resignada de la policía. Algunos luego lo revendrían por internet.

La temporada estaba «a full», con todos los alojamientos prácticamente completos pero, al decir de los comerciantes, turismo «muy gasolero»; el «dos por uno» en las obras teatrales (con excepción del monumental Flavio Mendoza que agotaba localidades a un precio promedio de $ 800) y los supermercados atestados de turistas que compraban para «comer en cualquier lado», pareciera que fue el «modus operandi» en estas vacaciones.

Lifschitz logró sus objetivos. El peronismo busca su líder.

Mientras tanto, en la infernal Santa Fe de la Vera Cruz con una térmica que orillaba los 60 grados, el parlamento reinició las sesiones extraordinarias otorgándole al Gobernador Miguel Lifschitz sus dos preseas: la ratificación del Consenso Fiscal y la reforma tributaria.

El jefe de la bancada de diputados socialistas Rubén Galassi juntó la tropa para el quisquilloso quórum -dos de sus diputadas, Alicia Gutiérrez (SI) y Verónica Benas (PARES) luego se abstuvieron en la votación-; el oscilante radicalismo respondió sin fisuras y naturalmente el PRO-Cambiemos estuvo a pie juntillas para convalidar legislativamente el Pacto Fiscal firmado en Octubre por todos los Gobernadores (con excepción de San Luis) con el gobierno nacional, un proforma de lo que debería ser una nueva ley de Coparticipación nacional.

Los diputados peronistas votaron en contra (al igual que los bloques de Carlos del Frade y Luis Giustiniani) argumentando principios federalistas y razones económicos; pero básicamente políticos: el pasado 8 de febrero comenzó la batalla por el 2019 y la sucesión gubernamental. Lifschitz no tendrá reelección.

Antes de la candente (meteorológica y política) sesión de Diputados, los senadores peronistas atentos a la «gobernabilidad» y la «responsabilidad institucional» ya le habían abierto la puerta a Miguel Lifschitz con la aprobación de manera unánime del Consenso Fiscal. ¿Significa ello que podrían adoptar idéntica actitud si se tratare de la reforma constitucional?. No. Por más que las encuestas le den al Gobernador Lifschitz casi el 50 % favorable en gestión e imagen, que tal vez le sirvan para dirimir, llegado el caso en el 2019, la puja interna en el socialismo y el FPCyS por el sucesor.

Si en algo coinciden espiritualmente los senadores y diputados peronistas, es en la posibilidad de regresar al poder luego del interregno de 12 años de socialismo. El gobierno provincial presionará con encuestas que llegaron a sus manos, en las cuales el 70 % de los consultados creen que es necesario reformar la Constitución.

Lo que ocurra institucionalmente en el parlamento (tampoco los senadores se la harán fácil a Lifschitz este año) tiene que ver con las autonomías electorales: los senadores manejan territorios, y por añadidura votos, y para ello necesitan de los favores del Poder Ejecutivo; mientras que los diputados están a merced de las roscas políticas para integrar listas que dependen de liderazgos superiores, llámese candidatos a Gobernador.

Es un buen argumento político, pero reduccionista, decir que el socialismo – ergo Miguel Lifschitz – pactó con el PRO por el circunstancial hecho de haber acompañado con su firma un pacto que suscribieron todas las Provincias peronistas (¿el «país peronista» arregló con Macri?).

El PRO-Cambiemos viene por las barbas del socialismo (José Corral y Federico Angelini se disputarán supremacías en Balcarse 50) y para ello necesitará un plus peronista de «centro derecha» (que en las dos elecciones anteriores lo aportó Miguel del Sel).

El residual FPCyS (una vez que se decanten los radicales en Cambiemos) aspira al sociológico voto peronista de «centro izquierda». Lifschitz ya se encargó de dinamitar acuerdos de cúpulas.

Para cumplir con esos anhelos, socialistas y macristas deberán asegurarse que el peronismo no encuentre el o la candidata que amalgame la ilusión de volver con la certeza de poder hacerlo.

Si ello ocurriese, la máxima del Turco Asís «el peronismo es la ideología del poder» podría cumplirse proféticamente. Y téngase por seguro que socialistas y macristas jamás se unirían para evitarlo, aunque pudieran.