Cristina será la primera jefa de Estado en ser recibida por el Papa Francisco

El encuentro será el lunes. Los diputados santafesinos Agustín Rossi, del Frente para la Victoria, y Juan Carlos Zabalza, del Frente Amplio Progresista, integran el grupo que acompañará a la presidenta.

El Papa Francisco recibirá el próximo lunes a la presidenta Cristina Kirchner, con quien mantuvo una relación tensa durante su gestión como arzobispo de Buenos Aires y sus seis años como titular de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).
Según anunció la Santa Sede este sábado mediante un comunicado, la audiencia tendrá lugar a las 8:50 de Argentina (12:50 de Italia) en la Casa Santa Marta, donde el Papa reside temporalmente a la espera de trasladarse a su apartamento pontificio en el Palacio Apostólico.

La mandataria llegará ese día a El Vaticano con una amplia comitiva, integrada por oficialistas y opositores, con la que planea asistir el próximo martes a la misa de entronización del nuevo Papa, a quien tras su elección le deseó una “fructífera tarea pastoral”.

El titular de la UIA, José Ignacio de Mendigurem, y el intendente de Florencio Varela, Julio Pereyra, fueron agregados hoy en el listado de la comitiva oficial que viajará a El Vaticano para presenciar la asunción del nuevo Papa, Francisco. El empresario y el presidente de la Federación Argentina de Municipios (FAM) se sumaron a la delegación que encabezará la mandataria y que integrarán también el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti; el canciller Héctor Timerman; los referentes de la Comisión Episcopal Argentina, José María Arancedo y Carlos Accaputo; el diputado de la UCR Ricardo Alfonsín, y los representantes de la CGT oficialista, Antonio Caló, Omar Viviani y Omar Suárez.

También viajarán delegaciones del Congreso nacional, que incluyen al presidente de la cámara de Diputados, Julián Domínguez; el jefe del bloque oficialista, Agustín Rossi, y los senadores radicales Juan Carlos Marino y José Cano, además de los oficialistas Aníbal Fernández y Mario Colazo.

Por su parte, los senadores nacionales por la provincia de San Luis, Adolfo Rodríguez Saa y Liliana Negré de Alonso, anunciaron que no serán parte de la comitiva oficial que viajará la semana próxima a Roma y decidieron donar el dinero que iban a gastar en el viaje, en línea con el pedido que había hecho Jorge Bergolio en tal sentido.

Mientras compartieron gestiones a escasos metros de distancia, el entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio -desde el miércoles nuevo Papa Francisco- y la presidenta Cristina Kirchner tuvieron una relación fría, especialmente desde que el Congreso legalizó el matrimonio igualitario en julio de 2010.

Bergoglio llegó a ser tildado como “jefe de la oposición” por el expresidente fallecido Néstor Kirchner y ha tenido reiterados cortocircuitos entre el exarzobispo de Buenos Aires y la administración kirchnerista, por temas vinculados con la pobreza, la inseguridad o la corrupción en el Poder, registraron su pico de alto voltaje durante la discusión de la ley sobre Matrimonio Igualitario en el país.

En ese momento, a mediados de 2012, una carta enviada a las religiosas carmelitas de la provincia de Buenos Aires, y filtrada a la prensa, generó un revuelo de proporciones, dado que Bergoglio calificó a la iniciativa -impulsada por la presidenta Cristina Kirchner- como “una movida del Diablo”.

La relación del flamante Papa con la jefa de Estado argentino es definitivamente mala, a diferencia de lo que ocurre con otros funcionarios del Gobierno, como por ejemplo, el presidente de la cámara de Diputados, Julián Domínguez. Además, el senador kirchnerista y exjefe de Gabinete Aníbal Fernández es uno de los críticos más conspicuos que acumula el flamante Papa en el gobierno nacional, sobre todo después de que Kirchner lo tildara de “jefe de la oposición”.

Es más, el expresidente dejó de asistir al tedeum del 25 de Mayo en la Catedral metropolitana a partir de 2005 luego de un mensaje en clave de Bergoglio, pero dirigido a los Kirchner, en una homilía en la que habló de “exhibicionismo y los anuncios estridentes” presuntamente del Gobierno.

Años más tarde, el ahora Papa se reunió primero con dirigentes agropecuarios y luego con el exvicepresidente Julio Cobos, e incluso reclamó un “gesto de grandeza” a Cristina para destrabar el conflicto con el campo de 2008, lo que acrecentó el recelo de la Casa Rosada hacia su persona.

La crispación social es otro de los temas que, a juzgar por sus comentarios, mantenía preocupado a Bergoglio en los últimos tiempos, endilgándose responsabilidad por esta situación, aunque elípticamente, a la Casa Rosada.
A fines del año pasado, Bergoglio habló sobre el riesgo de que se creen “dos bandos irreconciliables” en el país, producto de disputas ideológicas.

De todos modos, el excardenal también supo calzarse los zapatos de militante político y, de origen peronista, integró las filas de la Guardia de Hierro, una agrupación justicialista de la década de 1970 que ganó fama por su concepción férrea del Poder y su secretismo. El primer Papa jesuita de la historia de la Iglesia Católica también confrontó duramente con el gobierno kirchnerista cuando saliera en defensa del obispo castrense Antonio Baseotto, quien había dicho que el por entonces ministro de Salud, Ginés González García, “merecería ser tirado al mar”.

Baseotto se expresó en esos polémicos términos, en 2005, después de que González García se manifestara partidario de la despenalización del aborto. Al Gobierno tampoco le han caído bien los documentos de la Iglesia argentina que suele promover Bergoglio, por el contenido político de esos pronunciamientos, de la Conferencia Episcopal por ejemplo, y las críticas a la gestión oficial. (La Capital)