De Rusia con amor

Al momento de iniciar el material periodístico que tiene en sus manos el lector, Anatoly Kucherena, el abogado ruso del responsable de las filtraciones de inteligencia de Estados Unidos Edward Snowden, señaló a las cadenas internacionales de noticias que este último tenía posibilidades ciertas de obtener un permiso para dejar la zona de tránsito del Aeropuerto Internacional Sheremetyevo de Moscú, a donde arribó procedente de Hong Kong el 23 de junio.

De concretarse su petición, esto podría resolver el limbo legal en el que se encuentra el exscontratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.

Ya casi no es necesario recordar que Snowden, buscado por la CIA por filtrar a la prensa información de programas de vigilancia, permanece en la zona de tránsito del aeropuerto, donde espera un viaje seguro para trasladarse a América Latina y beneficiarse de un asilo político en algún país de la región.

El presidente ruso Vladimir Putin dijo a periodistas moscovitas que los vínculos entre Estados Unidos y Rusia “son mucho más importantes” que cualquier escándalo de inteligencia, con lo que dejó claro que espera que Snowden deje el territorio ruso lo más rápidamente posible.

La decisión del excontratista dejó en claro la existencia de la sociedad conformada por la comunidad de inteligencia de EE.UU. –dedicada a la búsqueda y captura de terroristas a nivel mundial- y Silicon Valley.

Ello ha permitido acuerdos para que los registros telefónicos, e-mails, correspondencia y todo tipo de data considerada con valor estratégico pase por los análisis de los servicios de seguridad interior y exterior de los norteamericanos gracias a los revolucionarios avances tecnológicos y de software que permiten rastrear movimientos de personas y escuchar conversaciones de las mismas. Nueve compañías internacionales de Internet se prestaron al juego, proporcionando un creciente potencial a los estamentos de inteligencia norteamericanos. De todo esto se desayunaron los gobernantes europeos y latinoamericanos gracias a las filtraciones de Snowden, en las que se indicó que en marzo de este año había 97 mil millones de datos obtenidos de redes del mundo entero.

Un 14 por ciento –apunta un informe del periodista James Risen- corresponden a Irán. Risen también publicó que otro 3 por ciento pertenece al espionaje interno, mientras que Pakistán también fue vastamente infiltrado. Toda la información se concentra en el estado norteamericano de Utah, seguramente para ser utilizada en el momento apropiado.

Vale dejar claro que las leyes de EE.UU. restringen la posibilidad de hacer espionaje interno pero no se ocupan de proteger –como debieran- toda la información digital que se obtenga tras sus fronteras y es por ello que no se privan los espías del Pentágono de analizar datos provenientes de teléfonos inteligentes, tablets, sitios de medios sociales , e –mails, los que se duplican cada dos años, por lo que el material sensible recogido debe ser seleccionado utilizando parámetros, relaciones o patrones preestablecidos. Si no me creen, pregúntenle a George Bush quien fue el que autorizó, en octubre de 2001, el programa de escuchas de la NSA sin autorización judicial.

Funcionarios de la Casa Blanca y funcionarios del Departamento de Justicia y el FBI se enfrentaron en 2004 por el programa autorizado por Bush y el mismo sufrió un giro hacia la obtención de datos a través de otras fuentes sociales mediante la denominada trilaterización de información que permite ubicar a personas.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com