Los japoneses se lanzan a la conquista de Venus

No terminaron de transcurrir cuarenta y ocho horas de la colisión del módulo de la misión Exo Mars en la superficie de Marte –una sonda de la NASA-, para que se localizara el lugar en el que la nave se estrelló.
Fue la sonda orbital Mars Reconnaissance Orbiter (MRO) la que reconoció la zona de impacto en la región Meridiani Planum del planeta rojo.

Científicos de la Agencia Espacial Europea (ESA) dieron a conocer un comunicado en el que indican que la nave se destruyó a una velocidad superior a los 300 kilómetros por hora, presumiblemente con los tanques llenos de combustible.
Sólo quedaron dos marcas sobre el terreno marciano que en mayo pasado no estaban.
Una de las marcas es un parche que se ve en imágenes borrosas y está situado un kilómetro al norte del paracaídas también detectado.
Se esperan en breve lapso imágenes con más resolución, las que, además, permitirían visualizar la localización precisa en el terreno abrupto de Marte del escudo térmico frontal que venía en caída libre desde una altura mayor al paracaídas, el que, en teoría, permitiría hacer durar el descenso controlado durante seis minutos, según se explicó en una conferencia de prensa de la agencia espacial norteamericana.
Ahora resta reconstruir lo sucedido minuciosamente en los próximos meses, en función de los datos obtenidos del descenso, tomados por la nave madre orbitadora TGO.

La NASA pensaba utilizar el módulo de amartizaje Schiaparelli en el 2020, a modo de ensayo, con el objetivo final de colocar un vehículo robótico Rover que tendría como finalidad explorar la superficie marciana para buscar indicios de vida, ayudado por un taladro que tomará muestras del subsuelo.

¿Los japoneses buscan venusinos?

Obviamente el subtítulo es una ironía. Falta mucho para determinar si hay vida en Venus.
Lo cierto es que la falla norteamericana apuntada fue aprovechada por el imperio japonés a través de la Agencia Aeroespacial de Japón (JAXA). Los científicos de ojos rasgados, luego de tener desde hace un quinquenio a la sonda Akatsuki orbitando alrededor del Sol, decidieron hacer que se dirija a Venus.

Se trata del vecino más cercano en el Sistema Solar que es, aproximadamente, del mismo tamaño y densidad que nuestra casa planetaria: la Tierra, pero como se halla más cerca del Sol, recibe el doble de luz, aunque su grueso manto de nubes refleja una parte de ella, por lo que a su superficie le llega una cantidad similar de luz que la que recibimos.

Las naves espaciales rusas y norteamericanas que penetraron la atmósfera venusiana sólo llegaron a “sobrevivir” alrededor de una hora, debido a que es sumamente densa y se encuentra compuesta, en un 96%, de dióxido de carbono y sus nubes son, en gran medida, de ácido sulfúrico.
Con su calor abrazador -temperatura en superficie de 480 º C-, con sus presiones abrumadoras, gases nocivos y brillo rojizo, Venus resulta ser un planeta desagradable para la vida humana.

Los japoneses ya tienen en estudio las primeras imágenes venusinas en las que pueden verse los gases que rodean al planeta, según lo hizo saber el científico que conduce la misión: Masato Nakamura, quien ante los periodistas de agencias internacionales hizo saber que se examinará la atmósfera de Venus, así como la meteorología y los volcanes.

La sonda tarda 13 días y 14 horas para circunvalar a Venus, pero Nakamura tiene previsto corregir la trayectoria para reducir los tiempos a nueve días.

En abril de 2017, si todo sale bien, la nave iniciará el envío de datos a partir de sus seis tipos de equipamiento destinados a estudiar nubes sulfúricas y la rotación atmosférica que se mueve sesenta veces más rápido que la superficie del planeta.

El gobierno japonés ya lleva invertidos 205 millones de dólares para lograr, entre otros datos, el mapa tridimensional de las nubes que envuelven el planeta, según informó la agencia EFE.
La masa total de Akatsuki (Amanecer) es de 640 kilos, en los que se incluyen 320 de propelente y 34 de instrumentos científicos. Sus paneles solares le proporcionarán cerca de 1200 W de energía al situarse en la órbita de Venus.
Los 34 kilos están compuestos por un aparato de imagen ultravioleta (UVI), una cámara de onda larga infrarroja (LIR), una cámara de 1-um (IR1) y un experimento radial (RS).

Presupuesto y estado actual de la misión

El presupuesto de la misión fue de 130.000 millones de yenes (110 millones de dólares) para el satélite y otros 120.000 millones para el lanzamiento.

Vale subrayar que dos días después de la inserción orbital, los controladores verificaron el buen funcionamiento de tres de las cámaras (UVI, LIR e IR1)

Tras un encendido de los cohetes de la sonda, la órbita quedó fijada a 330.000 km con un período orbital de entre 9 y 13 días. La misión tiene una duración prevista de dos años.

Vale recordar que el 7 de diciembre de 2015 la JAXA logró que la sonda que nos ocupa ingresara en la órbita venusina. Para lograrlo se llevaron a cabo ajustes en la órbita de la sonda el 7 y el 14 de septiembre de 2011, obteniendo menos aceleración de la prevista, debido al posible fallo de alguno de los motores. Se realizaron tres nuevas maniobras orbitales en noviembre de 2011, tras lo que se mantenía la posibilidad de un segundo intento de inserción orbital entre 2015 y 2017.

La nave alcanzó su posición más alejada de Venus en octubre de 2013, aproximándose lentamente al planeta desde esa fecha y en abril de 2014 la sonda Akatsuki seguía funcionando, pese a haber excedido su prevista vida útil en un 30%, manteniendo la agencia espacial japonesa sus planes de reintentar situarla en la órbita venusiana.

De acuerdo con un informe publicado por la JAXA en febrero de 2015, se podría intentar llevar a cabo la inserción orbital en diciembre de 2015.

Después de realizar la última serie de maniobras en agosto de 2015, se programó el encuentro de la sonda con Venus para el 7 de diciembre de 2015. El segundo intento resultó exitoso, situándose la sonda en órbita de Venus, según informaron los ingenieros de la JAXA el 9 de diciembre, en una órbita elíptica con un apoastro a 440.000 km de Venus, y un periastro a 400 km de la superficie del planeta, con un período orbital de 13 días y 14 horas.

Desde el 2010 Akatsuki no vagó por el espacio sin rumbo, en los cinco años siguientes. Pese a tener los controles dañados, sus cámaras y dispositivos de observación funcionaban correctamente, y pudo recoger datos científicos mientras seguía una órbita alternativa desde la que hacer un segundo intento.

En marzo de 2011, aprovechando su posición entre el Sol y Venus, se utilizó para realizar observaciones fotométricas del planeta. En junio del mismo año, cuando se encontraba el Sol entre Akatsuki y la Tierra, la sonda envió ondas de radio con un oscilador ultraestable, con lo que se pudieron obtener datos sobre el modo en que dichas ondas se veían afectadas por los vientos solares y el plasma emitidos por el Sol. Aunque el oscilador había sido diseñado para observar Venus, también pudo cumplir esta función de forma admirable.

Esos cinco años han sido duros para Akatsuki. Dada su aproximación al Sol, algo que no estaba planeado, no se puede asegurar que su equipo no se haya visto dañado por las altas temperaturas. Sus propulsores principales, con los que iba a colocarse en órbita, sufrieron daños hace cinco años, y ahora sólo puede ajustar su posición usando propulsores más pequeños. Dadas estas limitaciones, entrar en órbita con Venus era como enhebrar una aguja.

Dos semanas antes de que Akatsuki entrara en órbita con Venus se lanzó un cohete H-IIA con un satélite de comunicaciones a bordo para la empresa Telstar, de Canadá (el satélite Telstar 12 VANTAGE).

Era la primera vez que Japón dedicaba su tecnología espacial a hacer negocios, al lanzar un satélite comercial de otro país. El motor LE-5B de la segunda fase del cohete usaba también tecnología de reignición hasta entonces nunca vista, un tipo de motor que produce un efecto similar a una aceleración en coche al llegar a una cuesta, tras viajar por una cuesta abajo con el motor apagado.

Esto permite al cohete viajar mucho más lejos por el espacio, donde no hay “gasolineras”, y llevar los satélites hasta puntos mucho más cercanos a las órbitas planetarias. Este lanzamiento fue muy significativo para la industria espacial japonesa, pero dado que era un “éxito rutinario” no atrajo mucha atención.

Para los implicados en la carrera espacial puede resultar frustrante, pero Japón realiza regularmente lanzamientos similares, sea sondas, naves orbitales o transportadores de alimentos y materiales a la Estación Espacial Internacional, y ninguno de esos proyectos individuales deja impresión, por su habitualidad, en la memoria del público.

Dado que los lanzamientos exitosos se han convertido en la norma, resultan poco frecuentes los casos de lanzamientos fallidos y satélites que no alcanzan la órbita planeada. Los medios de comunicación ya no protestan por el derroche de millones y millones de yenes de los contribuyentes para material que terminará en el mar o flotando en el espacio como chatarra.

El desfase temporal entre la Tierra y la sonda la hace difícil de controlar. Además, con máquinas de tal complejidad, es de esperar un pequeño porcentaje de error humano. Esto significa que a veces deben tomarse con gran rapidez decisiones sobre la viabilidad de un objetivo, y en caso de no poder cumplirse, sobre qué objetivos alternativos son factibles.

Es necesario que exista una continuidad en los proyectos para que los técnicos e investigadores jóvenes, incluidos los estudiantes de posgrado, puedan utilizar la experiencia de sus predecesores para mejorar los pasos que van desde el diseño hasta la fase operativa de esos proyectos, así como la habilidad para la toma de decisiones a medida que surjan problemas.

Sin embargo, conforme aumenta el tiempo que transcurre entre proyectos, es cada vez más difícil conseguir las habilidades que se adquieren trabajando en una misión.

La investigación de Venus, el “Lucero del alba” por el que los japoneses sienten tanta afinidad, está a punto de comenzar. Quizá se enfrente a un final dramático en el curso de su misión, pero aunque no logre completarla, es posible que la gente la recuerde con cariño.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com