Un nuevo mundo a la vuelta de Próxima Centauri

Los científicos del mundo, especializados en temas espaciales, desde el 24 de agosto de 2016 están profundizando la indagación planetaria en torno de la estrella enana roja Próxima Centauri.

La investigación tiene una motivación más que trascendente: en torno de dicha estrella enana orbita el planeta Próxima b, la que es la más cercana al sistema solar en el que estamos inmersos y en el que se considera que, tal vez, pueda albergar vida.

El descubrimiento se realizó por el método de velocidad radial desde el European Southen Observatory cuando se enfocó la constelación Centaurus (ascensión recta (cx) 14 h 29 m 42.94853 s), a una distancia de 4, 224 años luz (40 billones de km), siendo su temperatura de 3042 (+- 117) k.

Seguramente al lector le interesa más que la temperatura alcanza los -39º y que el período órbita es de 11 días, 18 horas, 6 minutos.
Próxima Centauri b es un exoplaneta que orbita dentro de la zona habitable esto es, en otras palabras: el exoplaneta potenciablemente habitable más cercano que se conoce.
Los datos fueron obtenidos utilizando dos espectógrafos, el HARPS, radicado en el Observtorio de La Sillas y UVES, con un telescopio de 8 metros[1].

Próxima Centauri b tiene el tamaño de la Tierra, aunque su masa es mayor, al igual que su radio. Orbita una estrella del tipo M (enana roja) que tiene una edad probable de 4.860 millones de años, mientras que nuestro Sol tiene 4.600 millones de años.

Próxima Centauri b posee una magnitud aparente muy débil y es por ello que es invisible a simple vista, incluso con prismáticos pequeños. El agua líquida podría existir en su superficie y está, probablemente, anclado por marea con un lado de su hemisferio permanentemente mirando hacia la estrella, mientras que el lado opuesto se encuentra en una eterna oscuridad.

La opinión de los científicos está centrada en que “entre dos áreas intensas podría existir una pequeña zona de habitabilidad llamada Línea del terminador, donde las temperaturas podrían ser las adecuadas para favorecer la existencia de agua líquida.
Los mismos especialistas acuerdan que “una porción mayor del planeta podría tener la misma condición de habitabilidad si tuviera una atmósfera lo bastante gruesa para transferir el calor alrededor del planeta”[2].

Sobre el planeta –del que no hay fotos aún-, ya que fue detectado indirectamente, los astronautas piensan que podrían llegar a verlo “dentro de diez años, con una nueva generación de telescopios, aunque –vale aclararlo-, en un futuro no tan lejano podría ser enviada una sonda robótica para estudiarlo.

Stephen Hawking estimó que se está trabajando silenciosamente en iniciativas que permitan desarrollar naves “del tamaño de un celular” para ser enviados en forma de flota en las próximas tres décadas al sistema Alfa Centauri, en el que están incluidas un par de estrellas más grandes, parecidas al sol.

Es importante recalcar que Próxima b está mucho más cerca de su estrella que la tierra del Sol (8 millones de km). Sin embargo Próxima Centauri es muy distinta de nuestro Sol.

Próxima Centauri es pequeña tiene apenas el 12% de la masa del Sol y alrededor de 1/600 parte de su luminosidad. Es por ello que Próxima b recibe menos calor que la tierra.

Anglada –Escudé especuló que “si el planeta se formó cerca de su estrella estará seco y sin aire, aunque existe la probabilidad de haber migrado al interior de su sistema solar hasta alcanzar la órbita actual”.
“También su nacimiento pude haber sido seco y luego recibió el impacto de cometas o asteroides con agua”, agregó Anglada –Escudé.

Lamentablemente no puede dejar de apuntarse que “los niveles de radiación que bombardean Próxima b, podrían ser 100 veces mayor al de la tierra”[3]. La órbita tan cercana de Próxima b inclina a pensar que la rotación del planeta estará atada gravitacionalmente a la atracción de la estrella.

[1] La probabilidad calculada por el equipo descubridor es de uno en diez millones para un falso positivo. Suficiente para confirmar su existencia
[2]El descubrimiento original estuvo a cargo del equipo de Paul Butler, astrónomo del Instituto Carnegie para las Ciencias, y la confirmación del descubrimiento del planeta fue hecho por un equipo dirigido por el profesor Guillem Anglada-Escudé de la Universidad Queen Mary de Londres. Se publicó en Nature el 24 de agosto de 2016.
[3] Kenneg Chang. The New York Times.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com