Imputaron a Cella y lo liberaron bajo el pago de un millón de pesos de fianza

Un fiscal le atribuyó ser partícipe secundario del crimen de una joven. El abogado alegó inocencia y dijo que están forzando la causa para implicarlo.

Por Leo Graciarena/La Capital

«Están forzando una causa no se con qué fines. Este es un ataque a la defensa pública y la privada. Yo no soy como me están pintando. Apelo al Colegio (de Abogados) y a mis colegas para que no se cometa conmigo una injusticia». Marcos Cella aprovechó su chance de hablar. Contó su verdad en el día más amargo de su vida profesional al menos. Sus compañeros de profesión, la inmensa mayoría de los penalistas, entendieron que la detención del abogado, quien entró esposado a la sala de audiencias esposado, era un mensaje para el club de los 15 penalistas más mentados. A las 22.30, dos horas después de que el juez Gonzalo López Quintana planteara un cuarto intermedio resolvió que Cella se marchara en libertad tras el pago de una fianza de un millón de pesos. Seguirá no obstante afectado al proceso, imputado de partícipe secundario del asesinato de una chica de 16 años ocurrido hace 45 días.

   »Esto es un ataque a la defensa privada. A partir de este momento todos los que ejercemos la defensa de un imputado estamos en la mira. No sé como será recepcionado el mensaje de esta audiencia en el resto de los defensores», dijo Gabriel Navas, representante de Cella, en un tramo de su argumentación. La imagen del conocido penalista entrando esposado a una sala tribunalicia para ser imputado como participe de un homicidio calificado fue un mojón histórico de escasos precedentes. La audiencia imputativa al abogado Cella se presentó como el plato fuerte de una jornada que comenzó con la acusación a Fernando Andrés «Andy» Caminos y Rubén Ariel «Tubi» Segovia. A las 17.50, Cella ingresó vestido con la misma camisa celeste que tenía a la hora de presentarse detenido. En su rostro se reflejaba el momento por el que estaba pasando.

La imputación

La acusación estuvo en la voz del fiscal Luis Schiappa Pietra, quien endilgó a Cella cooperar con Tubi, su defendido, para lograr el aplazamiento de un reconocimiento de persona al que debía ser sometido, en el que una sobreviviente del ataque del asesinato de Jonathan Rosales podía identificarlo. Rosales fue asesinado el 22 de junio en Padre Giaccone al 1400 (Paraguay al 6100), en la zona sur de Rosario. Brisa, su compañera que llevaba a su hija en brazos, fue herida. La acusación contra Cella se fundamentó en una serie de escuchas que se produjeron entre el abogado y Tubi el 14 de diciembre del año pasado. Según la hipótesis fiscal a renglón seguido Tubi ordenó a terceras personas que atacaran a Brisa Ojeda, sobreviviente del ataque a Rosales, quien era su marido, y podía reconocerlo.

   La noche del 16 de diciembre dos autos y una moto llegaron hasta un domicilio de Vera Mujica al 2900, donde vive la familia Ojeda. Varios hombres armados llamaron a Brisa por su nombre, pero la que salió ante el llamado fue Lorena Ojeda, de 16 años. Le dispararon seis veces. Dos de esos proyectiles impactaron en su tórax y abdomen. Fue internada en estado reservado en el Clemente Alvarez. Murió el pasado 21 de enero.

   El fiscal acusó a Cella de «engañar al fiscal Ademar Bianchini (quien investiga esa causa) para lograr la postergación del reconocimiento, que se realizó el 19 de diciembre», relató Schiappa Pietra. Escuchar de boca del fiscal la transcripción de las escuchas era fuerte. Pero atender el diálogo en el que Tubi le pide a Cella que logre una postergación de un reconocimiento de persona se presentó como demoledor. Sin embargo la defensa del abogado sembró de dudas algunos segmentos del diálogo. Se escucha decir a Tubi, pidiendo tiempo para organizarse: «Amplialo para otro. Para la semana que viene. Yo veo si la hago desaparecer. ¿Me escuchás? Me escuchás?». Y ese fue uno de los elementos que tomo el también defensor Carlos Edwards en su alegato para advertir que «Cella no lo escuchó y jamás siguió con el hilo de esa conversación».

   Fueron cinco audios los que se difundieron en la sala de audiencias. Luego el fiscal agregó, con la anuencia de la defensa, doce mensajes de texto que Cella y Tubi se enviaron entre el 13 y el 14 de diciembre. Uno de ellos se repitió varias veces y fue de Cella a Tubi: «Tirá el chip. Tirá el chip». La defensa de Cella se repartió en un discurso emotivo político por parte de Navas y otro técnico dogmático en boca de Edwards. El uso de la palabra por parte de Cella, quien al final de su declaración se quebró y provocó unos segundos de completo silencio, le sumó a los argumentos defensivos todo lo necesario para impactar.

   Edwards hizo una exposición brillante desde la jurisprudencia e intentó jaquear los fundamentos de la Fiscalía. «Esto es un certificado de defunción para la defensa técnica, para el Estado de Derecho», dijo el abogado, antes de desarrollar una hora de fundamentos del por qué no había elementos para acusar a Cella. Por su parte Navas se encargó del discurso político. Y lo llevó al campo del litigio, pero también tocó el educativo, ya que varios de los abogados en la sala son profesores universitarios. «Hay un agujero negro entre la sede de la Facultad de Derecho y el Palacio de Tribunales. Porque el la facultad se enseñan cosas que acá (en tribunales) se dejan de lado. Qué les estamos enseñando a los jóvenes», dijo. Y en la parte final de su alocución tiró un golpe a la mandíbula. «Marcos Cella no lo va a decir. Pero él suspendió el reconocimiento por un problema personal. Aunque se enoje yo lo voy a contar: «Debía aplicarle insulina a su hija menor que es diabética», dijo.

   A la fiscalía no se le movió un pelo. Siguió firme en sus argumentos acusatorios. «Esta es una causa compleja donde hay mucho material todavía para exponer pero que no se puede revelar en esta instancia», anticipó el fiscal. Y pidió la prisión preventiva sin plazos. La defensa contrarrestó con el pedido de libertad y subsidiariamente una prisión domiciliaria. A las 20.30 el juez Gonzalo López Quintana planteó un cuatro intermedio de media hora que se dilató en el tiempo. Y luego resolvió. (La Capital)