Cada vez más taxistas evitan ingresar al microcentro por los embotellamientos

Dicen que sólo levantan pasajeros si antes los trajo otro, pero no van a las paradas a buscarlos porque pierden tiempo, viajes y salud mental.

Los embotellamientos y la lentitud de desplazamiento que vienen siendo moneda corriente en el microcentro ya están cambiando los recorridos usuales de los taxis: de hecho, cada vez menos quieren ingresar al área central. «Si es viernes, cuando hay mucho trabajo, directamente no entro», se sinceró un tachero. El resto de la semana la mayoría opta por evitarlo todo lo que puede. «Todos sabemos que recoger pasajeros en el centro es algo cómodo por la cantidad de gente que hay, pero si demorás muchos minutos en traerlo y en volver a salir, ya deja de ser rentable», se sinceró el presidente de Cámara de Titulares de Taxis Rosario (Catiltar), José Tornambé. Su colega de la Asociación de Titulares de Taxis Independientes (Atti), Mario Cesca, coincidió en que pueden llegar al centro si los toman, «pero cada vez se va menos a una parada porque es meterse en un problema del que no se sale así nomás».
Pese a los esfuerzos que la Dirección de Tránsito dice estar haciendo en los últimos días para contribuir a una mayor fluidez en la circulación , las quejas proliferan.
A problemas ya crónicos, como un casco histórico de calles angostas y un parque automotor que no deja de crecer, en los últimos meses se sumaron obras en el área central que implicaron cortes y estrechamientos en algunas arterias medulares, como Sarmiento, Rioja y Maipú.
Y cuando a esos cierres se suman roturas de calles (como la que obligó a cortar Mitre al 600 por varios días, ayer parcialmente reabierta en media calzada) o protestas callejeras, el combo se vuelve letal.
El viernes y el lunes pasado sirvieron de muestra: interminables filas de ómnibus y autos, cada uno en su carril exclusivo, por arterias clave como Santa Fe y San Lorenzo; Mitre colapsada desde San Luis, y un tránsito cargado incluso por Rioja.
Los taxistas figuran entre los más afectados, pero a diferencia de los choferes de ómnibus, mantienen algún margen de elección en cuanto a los recorridos.
«Al centro no vengo si no me traen, lo evito todo lo que puedo porque es imposible circular», aseguró Carlos, chofer de la unidad con la chapa RA 1740, mientras partía con una pasajera a bordo desde Mitre y Rioja.
En esa parada admiten que durante los últimos días se vienen viendo menos taxis en el centro. «Es que achican las calles y eso termina perjudicando a todos», argumentó una mujer abrepuertas en esa esquina.
Para Cesca, aunque dado su carácter de servicio público no puedan rechazar un viaje por tener al centro como destino, al menos «no se van a buscar pasajeros» porque tardan «media hora en llegar a una parada».
Las complicaciones arrancan a las 10, dijo el dirigente, y a partir de entonces hay picos en los que es casi imposible avanzar.
«Así que, si se puede, evitás comerte un embotellamiento», tanto por la necesidad de conseguir más viajes como por «la propia salud mental».
«Nuestra velocidad comercial promedio es de 19 kilómetros por hora, pero si quedás varado en el centro; apenas si pasás de cero», argumentó.
Tornambé incluso hizo un poco de historia.
«Cuando hace unos años se inauguraron los carriles exclusivos por Laprida y por Maipú nosotros apoyamos, a diferencia de los comerciantes, porque lo entendimos como una solución para llegar al centro en 5 minutos, por ejemplo desde bulevar Seguí, cuando antes tardábamos 20», recordó.
La «ventaja», dijo, era tanto para el taxista como para el pasajero, «que si opta por ese medio de transporte está claro que es porque necesita llegar antes o porque no quiere esperar un colectivo».
Pero «el tiempo fue transcurriendo, el parque automotor siguió creciendo y el centro fue quedando cada vez más chico», por lo que si a ese panorama «se le suma un caño roto o una obra» de mejora, al pasajero «le termina conviniendo ir a pie».
Entre los taxistas, la decisión de llegar al centro o no en busca de pasajeros depende, finalmente, de cómo pinte el día.
«Un viernes con trabajo no entro ni en pedo», se sinceró Tornambé, «pero capaz que un lunes a las siete de la tarde sí». Los pasajeros, agradecidos.(La Capital)