El Bar La Visera, una isla en medio de un Club que estalla de socios

Llega un momento que la paciencia se agota… Todo tiene un límite.

El CANOB no para de crecer en vida social; constantemente está generando nuevos espacios para que los socios disfruten de las instalaciones. En este último tiempo se sumaron las canchas de fútbol 5; la flamante Sub Comisión del Hincha que brinda gran variedad de divertimentos; el playón multiuso situado a su lado; en el Salón Celli permanentemente hay actividades culturales que convocan mucha gente; la Tienda Oficial recibe visitantes todo el tiempo; y en la pileta el Pulga & cía son una máquina de entretener a todos.

¿Cómo puede ser que en el Club esté todo lleno de gente menos el Bar La Visera? ¿Cómo se explica?

No es muy difícil comprender los motivos… No son nuevos, vienen de muchos meses atrás. ¿Por qué todo el mundo sabe esto menos el concesionario? ¿Qué le sucede? ¿Qué lo afecta?

No hace falta ser un experto en el rubro gastronómico para imaginar que Newell’s necesita un bar popular, con parrilla, para toda la familia. Lo que en cualquier esquina de Rosario se conoce como un «bodegón».

A esta altura, uno no sabe si quienes concesionan La Visera y la Proveeduría La Lepra quieren que su negocio crezca o simplemente son felices así… Quizás es un caso para un psicólogo; ya excede el análisis simplemente empresarial.

Bar Tristeza

Sólo van a ese bar misterioso
los que tienen perdida la fe
son poetas de versos borrosos
de tangos que mueren
tal vez sin nacer.

Son sólo versos de la letra de un tango, escritas seguramente en algún bar, pero son muchos más los versos tristes que podríamos escribir en el bar del Club. Sentarse en sus mesas es entrar en un mundo imaginario, es entrar en estado de catársis emocional, y no precisamente por el buen recuerdo.

Realmente no hay nada más triste en nuestro Club que ese bar sin emoción, sin contenido. Es más, parece el bar de otro lugar, implantado sin éxito en las entrañas del Coloso. No hay nada que invite a volver, le falta vida, esa vida que en el resto del Club desborda de emoción.

Entramos, nos sentamos y advertimos que no hay nadie, no hay viejos jugando a las cartas, contando anécdotas, no es un bar de barrio, no es un boliche del centro, no se parece a nada conocido.

Las condiciones adversas en las que se adjudicó la concesión hoy han cambiado; el socio aspira a algo mejor, un menú accesible a su bolsillo y de calidad, una atención cuanto menos decorosa, y un trato a la altura de un Club de primera.

Extendemos nuestras quejas a la proveeduría también dependiente de la concesión del bar. Una proveeduría qre precisamente falla en su concepción, no provee de nada, lo poco que tiene se vende a precios de exportación… ¡es el Coloso, no Punta Médanos! No hay variedad de nada, no hay mesas limpias, y lo que es peor, no hay coherencia. (elrojonegro.com)