Redes de espionaje convertidas en organizaciones asesinas

Las redes de espionaje, con el correr de los años anexaron a su trabajo de recolección de información oculta, la generación de organizaciones asesinas a nivel global.

Una de las manifestaciones más claras de lo que enunciamos se produce, sistemáticamente, en cada oportunidad que trasciende públicamente, en todos los continentes, el asesinato de espías, no importando a que país pertenezcan.

La respuesta a los homicidios no es otro que la expulsión de personal acreditado en el territorio que ha sido víctima del o los asesinatos y su inmediato correlato: una decisión idéntica en el seno de las sedes diplomáticas que decide el gobierno acusado de la agresión.

En esta lucha subterránea juegan un papel más que relevante los consulados, ya que en ellos se ubican en forma estratégica a funcionarios de inteligencia, quienes utilizan esas sedes como lugares potenciales para reunir datos que son enviados a sus países de origen, interceptar comunicaciones y para reclutar informantes.

En anteriores columnas nos hemos referido a dichos mecanismos que en la época de la denominada Guerra Fría utilizaba preferentemente Moscú. En estos tiempos dichos mecanismos resultan obsoletos, ya que han sido reemplazados por herramientas digitales que, en la mayoría de los casos son operadas desde Rusia, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y China, entre otros países, de manera remota, utilizando el ciberespacio.

No puede dejar de mencionarse a quienes forman parte de un selecto grupo de empresarios-espías que se generó a partir de la primera gestión del ex presidente norteamericano Ronald Reagan, quien entendió que otra forma de infiltrar otros países para extraer información clasificada era a través de la privatización de la inteligencia.

Así, no pocos aventureros, asociados a la CIA, comenzaron -gracias a suculentos contratos-, a explorar por su cuenta y riesgo supuestas conspiraciones que derivaron en no pocos crímenes. Irak, Irán, Siria, Afganistán, Pakistán y países satélites de Moscú fueron escrutados por los contratistas-espías.

No sólo realizaron operaciones de inteligencia, también se ocuparon de la contrainteligencia. Un ejemplo histórico de lo que apuntamos fueron los 100 millones de dólares que recibieron los contras, implicando ello grandes concesiones políticas. Incluso analistas especializados con el correr de los tiempos comenzaron a mencionar la cifra de 2.000 millones de dólares para financiar operaciones clandestinas nacidas en Centroamérica y luego esparcidas en todo el orbe.

Otras fuentes también hicieron referencia a sumas parecidas, dirigidas al financiamiento de gastos de investigación crítica encaradas por más de un centenar de organizaciones.

Corporaciones aeroespaciales figurarían entre las que desvían excedentes de ganancias para hacer inteligencia que antes realizaba la CIA. Esos “excedentes” serían colocados en fundaciones, las que no son controladas, teniendo en cuenta que algunas reciben miles de cheques de particulares y entidades privadas y de ciudadanos convencidos de que con el presupuesto oficial estos temas no son atendidos suficientemente.

El caso del espía Segei Skripal, quien se encuentra en estado crítico tras estar expuesto a una sustancia mortal junto a su hija Yulia, el pasado 4 de marzo en la ciudad de Salisbury, en el sur inglés, produjo como consecuencia la expulsión de diplomáticos rusos.

La decisión del gobierno inglés produjo un tremendo impacto en la inteligencia de la Unión Soviética que de esta manera recibió un mensaje directo e impactó en el profesionalismo de la inteligencia rusa para recolectar información y para efectuar operaciones en el exterior.

La gravedad de la decisión se multiplicó tras las expulsiones de 150 diplomáticos rusos de dos docenas de países solidarios con Inglaterra.

El mencionado no fue el primer caso de expulsiones decididas por el gobierno inglés. En septiembre de 1971 el MI5, sede de la inteligencia del Reino Unido llevó a cabo la “Operación Pie”, oportunidad en que del territorio anglófilo fueron obligados 105 funcionarios rusos a volver al Kremlin.

Ahora, la primera ministra Theresa May echó de Inglaterra a 23 diplomáticos –espías en respuesta al ataque con el agente nervioso a Skripal y su hija, quien se estaría reponiendo lentamente del agente nervioso Novichok, impregnado en la puerta de la casa donde habitaban las víctimas.

Y como si esto fuera poco –la clásica frase de los vendedores de chucherías en los colectivos-, Putín y la cúpula rusa decidió la expulsión de 60 diplomáticos de Estados Unidos, según lo anunciara el ministro de Exteriores ruso, Sergi Laveoy, quien también anunció el cierre del consulado de Estados Unidos en San Petersburgo, luego que el presidente norteamericano Donald Trump hiciera lo propio con el consulado ruso en Seattle, donde –trascendió- los espías soviéticos trabajaban para la SVR, sucesora de la KGB, los que –según la insistente versión en las agencias de noticias-, se dedicaban a reunir información de personas exiliadas, presunto proceso que quedaría interrumpido junto a otras actividades encubiertas.

Vale hacer notar que en Seattle, Estados Unidos, sede del consulado ruso desactivado, funciona una base de submarinos y se encuentra la planta de una constructora de aviones, la principal contratista del ejército de Estados Unidos.

Así y todo, seguiría habiendo más espías rusos en Estados Unidos que norteamericanos en Rusia y sus países satélites. En estos dos países se inicia el recambio de espías para reemplazar los exiliados.

El FBI ya habría recibido la orden de intensificar la labor de identificar más espías, mientras que Moscú anunció una reunión de emergencia de la Organización Internacional de Armas Químicas para la próxima semana, a la vez que convocó al embajador estadounidense en la capital rusa.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com