La privatización de la inteligencia

Sin duda, el negocio de la privatización de la inteligencia fue fomentado, en sus inicios, por el ex presidente norteamericano Ronald Reagan.

La decisión la tomó cuándo era presidente norteamericano basado en la creencia de la existencia de una conspiración comunista a nivel mundial, ayudada por banqueros internacionales y de la Reserva Federal.

Los convocados para atender la novedosa actividad fueron empresarios de acendrada posición económica y ex militares que se hallaban, por ese entonces, al frente de empresas de seguridad privada, que no eran, necesariamente millonarios, pero que vivían, en muchos casos, de rentas y que deseaban acrecentar sus ganancias.

El primer adelantado

El generador del “llamado” fue Robert White, afincado en Cocoa, una ciudad ubicada en el condado de Brevard, en el estado de Florida, donde residen alrededor de 25 mil almas. Curiosamente, su propiedad estaba preparada especialmente para resistir un ataque nuclear.

La vivienda contaba con un pozo de agua subterránea, alimentado por napas profundas, calefacción solar y hasta un depósito de combustible, entre otros elementos de supervivencia adquiridos con dineros del gobierno que se los entregaba como contraprestación por sus servicios, consistentes en consejos sobre privatización de la inteligencia.

White generaba sus tesis en base a cuestionarios que repartía entre universitarios (86 %) y pequeños empresarios (45%).

Entre los primeros consultados, mediante cuestionarios, el 82% poseía armas de fuego, a los que White también les solicitaba publicidad para su revista, dedicada a artículos periodísticos sobre armas.

Los destinatarios de la publicación, como plus a sus aportes publicitarios recibían, al parecer, consejos sobre cómo manejar sus declaraciones impositivas, aunque vale subrayarlo, también publicaba publicidad de organizaciones dedicadas a la supervivencia humana tras ataques atómicos.

White, obviamente no ha sido el único que se desempeñó en un ámbito propiciatorio para la venta de armamento y la privatización del espionaje. Estados Unidos estaría relacionado con una compleja red de organismos que tendría a en la fachada a otros individuos como White, que se dedicarían a la tarea de formar dirigentes cuya función sería la desestabilizar gobiernos mediante “golpes económicos”. Incluso, no son pocas las versiones que hablan de que dichos dirigentes se esconderían a la sombra de entidades que dicen desplegar tareas humanitarias. La verdadera función tendría que ver con intervenir en los procesos políticos de la región a la que se “asiste”, con el pretexto de proteger la seguridad nacional del “asistido”.

No son pocos los analistas que sostienen que en el 2010 Barack Obama incluyó al general Jean Smith, un estratega militar que pasó por la OTAN para que atendiera los programas de “asistencia social” que llevaba adelante la agencia.

Es más, esta fantasía filantrópica tenía como director adjunto a otro nombrado por Obama: Mark Feirstein, quien tenía una foja de servicios que encajaba con los desafíos que Estados Unidos, esto es ser experto en guerras de cuarta generación –conocidas como guerras o campañas de desinformación- en América Latina.

Feirstein mostró a Obama la eficacia de su método mostrándole los logros obtenidos como asesor de Gonzalo Sánchez de Lozada durante la campaña que lo depositó a este último en la presidencia de Bolivia durante un poco más que un año, lapso en que fue considerado por los bolivianos como un presidente colonialista. La “Masacre del Gas”, en 2003, en la que murieron más de 60 bolivianos, -según el periodista Adrián Murano-, lo eyectó del poder y debió refugiarse en EE.UU., en carácter de prófugo.

La verdadera cara de los “Contras”

Otro ejemplo contundente sobre la privatización de la inteligencia fue conocido por el mundo tras darse a conocer una investigación legislativa que puso al descubierto en Washington, la red de apoyos militares que sostuvo a grupos armados antisandinistas.

Una lluvia de documentación secreta cayó sobre el gobierno de Nicaragua cuyo título fue “¿Quiénes son los contras?. En la oportunidad, se dieron a conocer 77 menciones de violaciones de las normas jurídico legales del gobierno de Reagan, a las que se añadieron 20 carillas con el subtítulo: “Un análisis de la génesis del liderazgo militar de la fuerzas rebeldes y de la naturaleza de los grupos financieros privados que le proveen apoyo material y económico”.

El informe fue preparado por senadores y diputados norteamericanos y por miembros del Armas Control and Foreing Policy Caucus, donde , entre otros datos –que diera a conocer en su momento, en Washington, el periodista Gregorio Selser-, Estados Unidos apoyó a la oposición armada de Nicaragua desde 1981.

Mediante la privatización, en ese caso específico, se utilizaron 80 millones de dólares para mantener una fuerza de 15.000 “contras”. Seguramente, en otra columna de Introspecciones tendremos la oportunidad de profundizar en las conclusiones relacionadas con el aporte privado a los “contras”.

Sólo resta agregar que los citados fueron sólo son mínimos ejemplos de privatización de la inteligencia, a los que deben agregarse casos actuales y en pleno desarrollo como lo son los de Siria, Afganistán, Irak e Irán, entre otros, donde empresas privadas dedicadas al desarrollo de armamentos se llevan ganancias millonarias en dólares por aportar armas, inteligencia –mientras realizan sus tareas habituales-, y desarrollo tecnológico para derrotar al enemigo sin que en las fuerzas a las que responden se produzcan bajas.

Eso sí, no nos engañemos, todas las potencias contratan empresas privadas, incluso países en vías de desarrollo, que piden que, precisamente, les desarrollen programas de espionaje e intervención política que les permitan hacer contrainteligencia para evitar “invasiones económicas y tecnológicas”.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com